En lo alto de la colonia Revolución del Sur, en Acapulco, Guerrero, los vecinos y familiares de las personas que perdieron la vida con la llegada del huracán Otis están solos. Reclaman que ninguna autoridad, ni municipal, estatal o federal, les ha ayudado en esa zona, donde ocho personas murieron y una más continúa desaparecida. El deslave de un cerro causó, además, la pérdida completa de al menos seis viviendas.
Las rocas destruyeron la casa y la panadería de la señora Cirila y su hijo Francisco. El cuerpo de ella fue hallado metros adelante y a él no lo han podido encontrar. En la bolillería trabajaba también el joven William, quien todas las noches subía para hornear pan desde la madrugada. Su cuerpo fue encontrado metros más abajo, donde se atoraron restos de ramas, lodo y objetos que el deslave se llevó.
El deslave también provocó la muerte de la señora Gloria Ramírez y sus hijas Elizabeth y Araceli, así como sus nietas Sofía y Kimberly, además del niño Israel.
Ellas eran la familia de Rogelio y Cándido, quienes trabajan casi en silencio bajo el sol. Son amables, pero prefieren no dar entrevistas. Hablan poco y bromean sin mucho entusiasmo mientras batallan para retirar las rocas pesadas con sus picos y palas. De fondo, por momentos se oye el ladrido de un perro y los cacareos de Claudio, un gallo que se pasea por el lugar picoteando el camino.
Mientras los jóvenes trabajan, Esbeidi Justo Suástegui, una vecina que también perdió su casa por completo, adorna el único muro que quedó de pie en la vivienda de la señora Gloria. Coloca seis cruces con seis nombres y adorna cada una con una flor.
Al pie del altar colocaron algunos de los objetos de las víctimas rescatados entre el lodo. Hay un par de muñecas, dos pares de chanclas, dos ramos de flores y seis veladoras a medio consumir.
Esbeidi accede a platicar y repite uno de los reclamos de los habitantes: “Acapulco no solo es la costera”.
“De todo lo que quedó destrozado, entre vecinos se ha hecho el trabajo (de limpieza). Esperamos que nos volteen a ver, porque nadie ha volteado para arriba. Acapulco no es la Costera, Acapulco son las colonias también. Los vecinos necesitamos apoyo. No se ve nada, no se ve apoyo. Ya pasado más una semana”, dijo.
Durante el huracán, Esbeidi y su esposo huyeron hacia la casa de sus padres para protegerse, pero después, cuando las ráfagas de viento se llevaron el techo de esa segunda vivienda, los cuatro tuvieron que correr hacia la casa de su vecino.
La calle Constitución, una de las partes más altas de la colonia, concentra a ocho de las 47 personas muertas de forma oficial por el huracán Otis; y a una de las 48 personas desaparecidas, según el balance de este 5 de noviembre. Sin embargo, los familiares de las víctimas no han obtenido ayuda de ningún nivel de gobierno.
Familiares y vecinos rescataron los cuerpos de las víctimas, limpiaron el área donde quedaron destruidas sus casas, retiraron las piedras del camino como han podido. No han logrado levantar la palmera arrancada de raíz ni los dos postes que cruzan el camino.
Reclaman también que las autoridades no han hecho todo lo suficiente para hallar a Francisco, que continúa desaparecido.
Aunque las viviendas que quedaron en pie están inhabitables, los vecinos, quienes desde el 26 de octubre duermen con familiares que les dieron refugio, acuden sin falta para esperar a los Servidores de la Nación. No quieren que el censo que anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador les pase de largo.
Pero a 12 días del paso del huracán, siguen esperando la ayuda gubernamental.
El señor Flabiano Justo, padre de Esbeidi, lleva tres décadas en la colonia Revolución del sur. Dentro de su vivienda, dice que no quiere mover nada de los objetos que quedaron entre los muros sin techo, para que los funcionarios vean todo el daño que el huracán les dejó. Su esposa prefiere no platicar, dice que no es tan fuerte como para aguantarse el llanto.
Tres días después del paso del huracán, los hermanos Ramírez pudieron sepultar a su familia. Por eso, este domingo 5 de noviembre, nueve días después de esa fecha, en lo alto de la colonia Revolución del Sur los vecinos preparan una misa para honrar la memoria de las seis personas que murieron tras el deslave ocurrido la noche que el huracán Otis azotó Acapulco.
Sandra Hernández elaboró un proyecto que explora los desafíos diarios de los cubanos por el colapso económico de su país.
La principal fuente de inspiración de la fotógrafa mexicana Sandra Hernández es un libro póstumo.
“Lo infraordinario”, del escritor francés Georges Perec, es un inventario de la realidad y de la vida cotidiana, temas que Hernández también ha convertido en protagonistas de su obra fotográfica.
“Los registros fotográficos de la memoria muchas veces suelen enfocarse en sucesos extraordinarios, es decir, lo blanco y lo negro de la humanidad”, explica en entrevista con BBC Mundo.
“A mí me gusta concentrarme en lo gris, porque es donde muchos convergemos. Sin importar el lugar, son historias con las que la mayoría puede conectar y explorar sentimientos que son universales”.
Así nació su último trabajo fotográfico, “Sobreviviendo a lo imposible”, un proyecto que explora los desafíos diarios que enfrentan los cubanos por el colapso económico de su país “más allá de los clichés”.
“La primera imagen (arriba) dice muchísimo de la típica situación de una familia en Cuba”, afirma Hernández.
“Es una isla en donde la mayoría de las casas están llenas de mujeres, madres que cuidan a sus hijos, porque los padres suelen estar ausentes. Muchos hombres migran primero para hacer dinero y poder llevarse a sus familias”, explica.
La economía cubana se ha reducido un 12% desde 2019. El gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel culpa a las sanciones estadounidenses y a la pandemia de covid-19 de la crisis.
La gran depresión ha desatado una espiral inflacionaria, escasez de agua, combustible y productos básicos, además de apagones diarios que afectan a grandes sectores de la población.
“Cuba es lo imposible”, enfatiza Hernández, citando al célebre novelista cubano Reinaldo Arenas.
Sandra Hernández ha sido testigo de cómo la producción en las panaderías se ha reducido progresivamente debido a la escasez de ingredientes, lo que ha provocado un racionamiento generalizado de alimentos.
La escasez y los racionamientos han dificultado la vida de los cubanos y ha impulsado la emigración.
“Varios panaderos de El Criollo, en Trinidad, me preguntaron si puedo sacarlos de Cuba”, cuenta Hernández.
“Me dijeron que habían visto fotos de México y que les gustaría vivir allí”.
La fotógrafa mexicana explica que la vida doméstica en Cuba a menudo se desborda hacia las calles, debido a la crisis, las condiciones de hacinamiento y la falta de espacio adecuado en muchos hogares.
Quizá eso puede ayudar a explicar por qué cada vez menos cubanas quieren tener hijos.
Según las últimas cifras oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), en 2024 se registraron un total de 71.000 nacimientos, 19.075 menos que en 2023, “la cifra más baja de las últimas décadas”.
Asimismo, refleja que la población cubana, que durante años fue de poco más de 11 millones de personas, hoy ronda los 9,7 millones.
La isla tiene ahora la misma población que tenía hace 40 años.
En la Cuba actual también es común que los abuelos se encarguen del cuidado infantil en los hogares, especialmente cuando ambos padres trabajan.
“Muchos tienen problemas de salud, pero incluso así tienen que cuidar a sus nietos mientras los padres salen a ver qué encuentran, a ‘rifársela’ como decimos en México”, explica Hernández.
Si bien la población cubana está en caída libre debido a la migración y la baja tasa de natalidad, los adultos mayores son el único grupo poblacional que aún sigue creciendo.
Cuba cuenta hoy con una de las poblaciones más envejecidas de América Latina.
Más de un cuarto de la población tiene 60 años de edad o más, según las últimas cifras oficiales.
De acuerdo al Observatorio Cubano de Derechos Humanos, solo el 20% de los adultos mayores de 65 años encuestados tienen acceso a los medicamentos que necesitan.
Sandra Hernández visitó Cuba por primera vez en 2022 y desde entonces ha realizado tres viajes a la isla.
Asegura que se ha enamorado tanto de Cuba como de su gente.
“Los cubanos son gente resiliente, sumamente cálida y alegre”, añade.
“La gente en Cuba está muy ávida de contar sus historias, de ser vistas. Muchos turistas que van a tomar fotos se quedan en la calle, sin mucho interés en lo que sucede en la vida de los cubanos, que incluso viven con sus puertas abiertas”.
Hernández señala que los cubanos se sienten abandonados: “Ya no esperan ayuda, se saben olvidados y entre ellos han estado acompañándose en una situación que es extrema”.
Sandra Hernández explica que muchos estudiantes cubanos abandonan sus estudios debido a las dificultades económicas, obligaciones familiares o falta de interés.
Casi el 90% de los cubanos vive en la pobreza extrema, según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos.
Según expertos, la isla experimenta una de las olas de emigración más importantes de su historia.
Más de 850.000 migrantes cubanos han llegado a Estados Unidos desde 2022, según cifras publicadas a finales del año pasado por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
En su última visita a Cuba, Sandra vivió un apagón de tres días a principios de noviembre producto del huracán Rafael.
“Fue un huracán de categoría 3. No fue tan intenso, pero en un país como Cuba, donde todo está colgado de un hilo, fue devastador”, recuerda.
La fotógrafa describe el apagón como un momento de mucha angustia, pero a la vez extremadamente conmovedor: “Yo sabía que en algún momento me iba a regresar a México, pero atestiguar cómo los cubanos tratan de resolver tal situación no fue fácil”.
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