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“El agua nos inundó en segundos”: comunidad de Coyuca vive entre escombros y lodo tras paso del huracán John
“El agua nos inundó en segundos”: comunidad de Coyuca vive entre escombros y lodo tras paso del huracán John
Santiaga Zúñiga, de 68 años, es una de las afectadas con el paso de John | Foto: Manu Ureste, Animal Político
8 minutos de lectura

“El agua nos inundó en segundos”: comunidad de Coyuca vive entre escombros y lodo tras paso del huracán John

Habitantes de Coyuca perdieron todo con el paso de Otis hace menos de un año, ahora con el paso de John, de nuevo, lo han perdido todo.
05 de octubre, 2024
Por: Manu Ureste
@ManuVPC 

—El agua llegaba por aquí… 

Mariana Yuleny, una mujer delgada y menuda de 33 años, estira el brazo para alcanzar la franja de color marrón que en una pared de su salón marca el punto al que subió el agua.

Afuera, en la comunidad Los Cimientos, en el municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero, la mujer recuerda que las calles ya no se veían; súbitamente habían dejado de existir. Eran canales de agua marrón, enlodada, que corría con furia por todas partes. 

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—La verdad es que nos confiamos –cuenta Mariana–. Nosotros aquí tenemos en el pueblo un arroyo, que pasa por un costado. Siempre estamos pendientes de él. Pero como el arroyo no traía agua, por eso estábamos tranquilos, a pesar de las lluvias. Con lo que no contábamos es que lo que se desbordaría es el río que va para Coyuca y que, a su vez, inundó el arroyo. 

—El agua nos inundó en segundos, ¡pero así, en segundos! –exclama ahora chasqueando los dedos Alan Hernández, de 40 años, esposo de Mariana, que aun abre mucho los ojos cuando recuerda lo vivido a los pocos días de que el huracán John tocara tierra en Guerrero el pasado 24 de septiembre, dejando al menos 15 muertos en la entidad y millonarias pérdidas económicas. 

Alan Hernández señala hasta donde llegaba el agua en su vivienda tras el paso del huracán John | Foto: Manu Ureste, Animal Político
Alan Hernández señala hasta donde llegaba el agua en su vivienda tras el paso del huracán John | Foto: Manu Ureste, Animal Político

—Yo crucé la calle para ayudar a mi papá a sacar algunas cosas de su casa, cuando oigo que me grita mi esposa: ‘¡que viene el agua, que viene el agua!’ Me asomo y pues ya venía la ‘corrientada’. 

El hombre se apoya en la puerta de un refrigerador completamente inservible, y pasea la mirada por el suelo del salón de su casa, que no se ve por el lodo y el agua que aún se acumula en la vivienda a una semana de paso de John. Afuera, los colchones encharcados y llenos de barro se acumulan en la calle, junto a otra enorme fila de colchones putrefactos de los vecinos. En toda la comunidad de unas 300 personas no quedó ni un colchón en buenas condiciones, ni un refrigerador, ni una estufa, ni una televisión, nada. Todo fue, literal, pérdida total para estas personas que, además, perdieron negocios y herramientas de trabajo. 

—Todo pasó en cuestión de unos 30 segundos. El agua entró a las casas y lo inundó todo. Ya cuando teníamos el agua por la cintura, le dije a mi esposa que, ni modo, dejáramos todo y agarráramos a los niños para irnos al refugio. Si nos hubiéramos quedado unos minutos más… ya no hubiéramos alcanzado a salir. 

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A continuación, Mariana, que dejó a su hijo pequeño adentro de un barreño para bañarlo ante la falta de agua potable y de electricidad, explica que la comunidad ha sido víctima de manera recurrente de los embates del clima. Ya sufrieron graves pérdidas durante el huracán Paulina, en 1997, y con los huracanes Ingrid y Manuel, en 2013, luego con Otis, el año pasado. Aunque asegura que ninguno ha sido tan dañino para esta comunidad que vive del trabajo en el campo como el último fenómeno meteorológico, John

—Pasamos mucho miedo –dice con voz trémula la mujer, que recuerda haber visto el refrigerador flotando por el salón de su casa–. Todos en el pueblo teníamos mucho miedo, porque este huracán nos dejó a todos pérdida total. En algunos puntos, el agua llegó a subir más de tres metros. Nunca había ocurrido una tormenta así. Nunca. 

“Estoy pensando en irme, no quiero que mis hijos vuelvan a pasar por esto”

Verónica Rodríguez, de 34 años, tenía su estética en el interior de una humilde casita de planta baja, con la fachada pintada de un llamativo color rosa mexicano. 

En cuestión de segundos –todos en la comunidad repiten que el suceso ocurrió de manera vertiginosa–, se quedó sin su negocio y sustento, y también sin su vivienda, que, literal, se fracturó por la mitad. La segunda, además, que pierde luego de que los huracanes Ingrid y Manuel también desbaratasen la otra casita donde vivía con su familia. 

La casa que Verónica construyó con ayuda del gobierno luego del paso de Ingrid y Manuel, quedó fracturada | Foto: Manu Ureste, Animal Político
La casa que Verónica construyó con ayuda del gobierno luego del paso de Ingrid y Manuel, quedó fracturada | Foto: Manu Ureste, Animal Político

—Se repitió la historia de Ingrid y Manuel –lamenta la mujer resignada, observando la enorme grieta en la pared que deja al descubierto el interior de su sala de estar y la cocina–. Aunque este huracán fue todavía peor para nosotros, porque llovió más, generó más lodo, y provocó que se desbordara el río que inundó a toda la comunidad.  

—La verdad –agrega ahora tras unos segundos de reflexión–, sí estoy pensando en irme del pueblo. Por mis niños, porque no quiero que vuelvan a pasar por algo así. Queremos mudarnos para Coyuca

—¿Por qué? –le pregunta el reportero. 

—Pues, por el cambio climático, creo que cada vez va a ser más difícil que esta comunidad permanezca aquí, porque cada vez se generan más huracanes, más lluvias, más lodo, y las casas están más abajo y cada vez se producen más socavones como este –la mujer apunta hacia el enorme hoyo en la parte delantera de su inmueble, que engulló parte de la casa, fracturándola en dos. 

Los habitantes de Coyuca lamentan haber perdido los enseres que el gobierno de AMLO les regaló tras el paso de Otis | Foto: Manu Ureste, Animal Político
Los habitantes de Coyuca lamentan haber perdido los enseres que el gobierno de AMLO les regaló tras el paso de Otis | Foto: Manu Ureste, Animal Político

La señora Irene Romero, la comisaria y representante del poblado de Los Cimientos, dice que entiende la postura de los vecinos que están analizando la posibilidad de abandonar la comunidad, aunque cree que, “antes de llegar a una decisión así de drástica”, hay otras posibilidades que se deberían explorar. 

—Todos sabemos que esto sucede de una forma más recurrente por el cambio climático, y que por eso debemos ya tomar acciones y decisiones diferentes –plantea la comisaria desde el patio de recreo de la escuelita que está a la entrada a la comunidad, donde hay un par de coches volcados por el arrastre del agua.

—Esta tierra es muy fértil; nos ha dado la vida siempre –dice ahora la mujer con la voz entrecortada–. Se nos haría muy difícil abandonar nuestro pueblo, aunque sí tendríamos que hacer una encuesta a las personas que habitan aquí para saber cuáles son los que quieren salir. Sin embargo, más allá de eso, creo que hay otras soluciones. Por ejemplo, acá hay un arroyo, que se debe desazolvar, porque quiero pensar que eso es lo que provocó que toda esa agua del río se viniera directamente al pueblo. Y el río, ojalá pudieran dragarlo, porque también está azolvado. 

Además, la comisaria dice que ahí por donde se fracturó en varias partes una carretera que pasa por delante del pueblito, unos metros más adelante del puente ‘Coyuca II’, se debería hacer un puente “para que el agua no se acumule en ese punto, ni se desborde, y pueda fluir con facilidad”. 

Hay soluciones que no son tan drásticas, pues –plantea conciliadora la comisaria ejidal, aunque asegura que ella misma ha sufrido también los embates del clima. 

—El huracán Otis destruyó los techos y provocó algunas pérdidas materiales. Pero nada que ver con el huracán John. Ahorita son mucho más grandes las pérdidas. Hay muchas casas tiradas, inhabitables. La pérdida es prácticamente total en toda la comunidad; casi no hay nada que se pueda rescatar. El agua cubrió todo el pueblo, y gracias a Dios que solo fueron pérdidas materiales, y no humanas. 

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“No hay nada que salvar”

La señora Santiaga Zúñiga, de 68 años, está descansando sentada en una silla embarrada en la puerta de su casa, un inmueble de fachada pintada de un estridente color verde limón. Tirados sobre el suelo arcilloso de la entrada yacen un colchón inservible y los sillones de lo que era su sala de estar. 

En toda la comunidad no quedó ni un colchón que sirviera | Foto: Manu Ureste, Animal Político
En toda la comunidad no quedó ni un colchón que sirviera | Foto: Manu Ureste, Animal Político

—¡Todo se perdió! ¡Todo! –grita mirando de reojo al cielo colmado de nubarrones grises, que ya está dejando caer una tupida lluvia sobre la comunidad, para preocupación de los vecinos–. No quedó nada bueno. ¡Todo se echó a perder! Los muebles, la cocina, todo lo que tenía se fue a la fregada. 

A continuación, la mujer menuda, una maestra jubilada que ahora dice que se gana la vida de lo que cosecha en el campo, entra al interior de su casa en donde hay un refrigerador lleno de lodo. Se trata de uno de los refrigeradores que el gobierno del expresidente López Obrador entregó a los damnificados del huracán Otis, y que todos los damnificados entrevistados dijeron que ya también quedaron inservibles, así como los colchones que yacen en las calles, los cuales, también en su mayoría fueron donaciones gubernamentales tras el potente huracán de hace menos de un año. 

—Con Otis perdimos todo, y ahora con John lo volvimos a perder todo –lamenta la mujer, de la que hay una fotografía en un cuadro clavado sobre la pared del comedor, a algo más de dos metros de altura. Justo a la altura de los ojos quedó la línea marrón que marca el nivel al que llegó el agua. Prácticamente, hasta el techo de la vivienda. 

—Todo el pueblo está igual de mal. No hay nada que salvar, ni un colchoncito, nada. Todo se echó a perder –lamenta amarga la señora Santiaga. 

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Imagen BBC
Los lugares en la Tierra donde puedes encontrar los paisajes de ‘El Señor de los Anillos’ de Tolkien
8 minutos de lectura

Si bien las historias de Tolkien se desarrollan en el reino ficticio de la Tierra Media, los impresionantes paisajes de los libros, películas y series de TV son reales.

29 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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El primer libro de la trilogía de “El Señor de los Anillos” de J. R. R. Tolkien, “La Comunidad del Anillo”, se publicó hace 70 años, en el verano de 1954.

Sin embargo, ese no es el único hito reciente para el legendarium de Tolkien: la segunda temporada de la épica serie de televisión, “Los anillos del poder”, se lanzó el 29 de agosto de 2024.

Como corresponde a la serie de fantasía épica definitiva, los escenarios son magníficos, desde campiñas onduladas y bucólicas hasta valles profundos y desiertos desolados.

Y aunque las historias de Tolkien tienen lugar en el reino ficticio de la Tierra Media, los paisajes imponentes de los libros, películas y programas de televisión no son tan sobrenaturales como podrías imaginar.

Muchos de ellos están basados ​​en lugares del mundo real y visitarlos hace que tanto los paisajes en sí como los mundos imaginarios que inspiraron a Tolkien cobren vida.

La ruta de Tolkien: Lancashire, Inglaterra

Mientras escribía El Señor de los Anillos en la década de 1940, Tolkien vivió durante un tiempo en el Stonyhurst College, un prestigioso internado de Lancashire en el que su hijo era profesor.

Se sabe que el escritor paseaba a menudo por los bosques y las ondulantes colinas del valle de Ribble, y se cree que se inspiró en ese lugar al crear la Comarca, la patria rural de los hobbits.

Camino entre un bosque
El Tolkien Trail de 11 kilómetros revela cómo el escritor se inspiró en los hermosos paisajes de Lancashire. Foto: Daniel Stables

Hoy en día, los aficionados pueden explorar la zona a través de la Ruta de Tolkien, inaugurada en 2002, que lleva a los excursionistas a través de los mismos paisajes que inspiraron al autor.

La ruta comienza en el pueblo de Hurst Green, en el evocador pub Shireburn Arms del siglo XVII, que el autor frecuentaba.

A continuación, serpentea durante unos 11 kilómetros a través de ondulantes tierras de cultivo, pasando por los grandes edificios del Stonyhurst College y por monumentos históricos como el puente de Cromwell, un puente para caballos de carga cubierto de vegetación que alguna vez utilizó Oliver Cromwell en la guerra civil inglesa.

Aunque Tolkien no documentó directamente la influencia de los lugares a lo largo de la ruta, hay varias fuentes de inspiración probables.

La ruta pasa por la majestuosa casa de Hacking Hall, donde, durante la época de Tolkien, había una barcaza de madera, el Ferry de Hacking, que transportaba gente a través del río Ribble.

En “La Comunidad del Anillo”, el Ferry de Bucklebury (también fuera de una casa señorial, Brandy Hall) transporta a los hobbits a través del río Brandywine de manera similar mientras huyen de un temible jinete espectral.

Y la familia terrateniente local cerca de Stonyhurst se llamaba los Shireburns, y el río Shirebourne, que lleva el mismo nombre, aparece en la geografía de la Tierra Media de Tolkien.

El puente de Cromwell, en el río Hodder, Lancashire, Inglaterra.
El puente de Cromwell, en el río Hodder, Lancashire, Inglaterra. Foto: Getty Images

Los mapas de Tolkien, por su parte, representan la convergencia de tres ríos (el Shirebourne, el Withywindle y el Brandywine) de una manera que refleja exactamente la confluencia de los ríos Hodder, Ribble y Calder en Lancashire.

Además, la iglesia de Santa María en el cercano pueblo de Newchurch-in-Pendle tiene una característica inusual: una talla en forma de ojo a mitad de la torre, conocida como el Ojo de Dios, que se parece al Ojo de Sauron que todo lo ve de los libros y películas de “El Señor de los Anillos”.

Garganta de Cheddar: Somerset, Inglaterra

La mayoría de los lugares de la vida real asociados con las imaginaciones de Tolkien de la Tierra Media se basan en conjeturas.

Pero hay un lugar que el propio escritor confirmó como una inspiración para El Señor de los Anillos.

Tolkien y su esposa Edith se casaron en 1916 y pasaron su luna de miel en el pueblo de Clevedon, en Somerset.

Durante su estancia allí, visitaron uno de los paisajes más asombrosos de Gran Bretaña: Cheddar Gorge, un valle de piedra caliza escarpado, lleno de cuevas, cuyas paredes están adornadas con intrincadas formaciones rocosas, estalagmitas y estalactitas.

Cuevas con intrincadas formaciones rocosas, estalagmitas y estalactitas.
El propio Tolkien confirmó que las cuevas de Cheddar Gorge inspiraron su obra. Foto: Alamy

El autor —siempre casado, al menos en parte, con su trabajo— fue tomando notas en plena luna de miel.

En 1971 confirmó en una carta privada (publicada en 1981 como parte de Las cartas de J. R. R. Tolkien) que las cuevas de la garganta de Cheddar inspiraron las Resplandecientes Cuevas del Abismo de Helm en El Señor de los Anillos.

Si visitas la cueva de Gough, la más famosa de las cuevas de Cheddar, probablemente reconocerás elementos de la descripción de Tolkien de las Cuevas Resplandecientes: “columnas de color blanco, azafrán y rosa del amanecer… estriadas y retorcidas en formas oníricas“.

Denize Bluffs : Waitomo, Nueva Zelanda

Los fanáticos de El señor de los anillos reconocerán al instante Denize Bluffs, una zona de formaciones rocosas y arbustos silvestres en la Isla Norte de Nueva Zelanda.

En las películas, este paisaje aparece en la película precuela El hobbit: Un viaje inesperado como Trollshaws, un bosque en la ladera donde Bilbo Bolsón se encuentra con algunos trolls hostiles.

En la serie de televisión, Denize Bluffs forma parte del hogar en las tierras altas de los Harfoots, los hobbits protagonistas de la serie.

En realidad, Denize Bluffs se encuentra en una granja de ganado y ovejas de propiedad privada que ha pertenecido a la misma familia durante tres generaciones.

Los administradores actuales, Warrick y Suzie Denize, están muy orgullosos de la asociación de El Señor de los Anillos y ahora organizan Hairy Feet Waitomo: visitas guiadas a la propiedad que recorren las distintas localizaciones que aparecen en las películas y programas de televisión, y les dan vida con historias del mundo del espectáculo de la producción.

La granja se encuentra unos 13 kilómetros al oeste de la ciudad de Piopio.

Stow-on-the-World: Gloucestershire, Inglaterra

Tolkien era un hombre profundamente religioso y, aunque siempre refutó la teoría de que El Señor de los Anillos era una alegoría cristiana, la obra está impregnada de espiritualidad.

Tolkien pasó su vida profesional como profesor en la Universidad de Oxford y se sabe que visitaba a menudo los cercanos Cotswolds, una pintoresca zona de pueblos de piedra dorada, suaves colinas e iglesias muy fotogénicas.

Una de esas iglesias, la de San Eduardo, en la ciudad de Stow-on-the-Wold, ha sido señalada durante mucho tiempo como una posible fuente de inspiración para el autor.

Su puerta norte es una de las puertas más fotografiadas del país: está tallada en madera maciza con clavos, coronada con un arquitrabe arqueado y de la que cuelga una lámpara de aceite.

Su característica más llamativa son los dos árboles que flanquean la puerta, plantados hace tres siglos y ahora enormes, retorcidos y nudosos, que han crecido hasta formar parte de la estructura de la propia iglesia.

Puerta de la iglesia
La iglesia de San Eduardo, en Stow-on-the-Wold, ha sido considerada durante mucho tiempo como una posible fuente de inspiración para Tolkien. Foto: Alamy

Tolkien acompañó sus escritos con hermosas obras de arte dibujadas a mano, una de las cuales representa las Puertas de Durin, una entrada oculta al interior de una montaña que alberga la ciudad enana de Khazad-dûm.

Su dibujo, aunque estilizado, es casi idéntico a la puerta norte de la iglesia de San Eduardo, desde los árboles que marcan la entrada hasta la lámpara que cuelga sobre ella, lo que dio lugar al rumor de larga data de que fue allí donde encontró la inspiración para sus míticas puertas de montaña.

Parque Nacional del Teide: Tenerife, España

Los desiertos lunares de Tenerife ocupan un lugar destacado en la nueva serie Los anillos del poder, como un páramo estéril por el que viaja el misterioso mago que ha perdido la memoria con dos hobbits.

Los indígenas guanches de Tenerife creían tradicionalmente que el Teide era la puerta de entrada al dominio del inframundo de la malévola deidad Guayota, y no es difícil entender por qué, con sus vientos feroces, su calor abrasador y sus llanuras polvorientas salpicadas de árboles retorcidos y esqueléticos.

Volcán que se ve rosado
El Teide en Tenerife fue seleccionado como escenario real del reino de Rhûn. Foto: Getty Images

No es sorprendente que se eligiera el Teide como escenario real del reino de Rhûn, que, en las obras de Tolkien, es una misteriosa región de corrupción moral y hechicería oscura.

El Teide es un volcán activo (no ha entrado en erupción desde 1909) y las caminatas por el volcán son una actividad popular en el parque, aunque también hay un teleférico si te sientes menos aventurero.

Fiordland: Isla Sur, Nueva Zelanda

Toda la serie cinematográfica de El Señor de los Anillos se rodó en Nueva Zelanda, la patria del director Peter Jackson.

Los ríos y bosques de Fiordland (una región de montañas nevadas y con laderas verdes que se precipitan hacia ensenadas excavadas por glaciares, conocidas como “sounds”) tienen un lugar destacado en las películas.

Se trata de la región más virgen y con mayor biodiversidad de Nueva Zelanda, por lo que no sorprende que Jackson la eligiera para representar algunas de las partes más salvajes de la Tierra Media.

Bosque denso con los troncos de los árboles cubiertos de musgo
Fiordland, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, fue elegido para representar algunas de las partes más salvajes de la Tierra Media. Foto: Getty Images

Los bosques de Fiordland también se utilizaron como Bosque de Fangorn, hogar de los misteriosos Ents: árboles gigantes parlantes que ayudan a los hobbits en su lucha contra el mago oscuro, Saruman.

Otros lugares de Fiordland que aparecen en las películas incluyen el río Waiau, que sustituyó al río Anduin de Tolkien, el río más largo de la Tierra Media, que aparece en la primera toma aérea de La Comunidad del Anillo.

Para explorar Fiordland, la mayoría de los visitantes se alojan en la ciudad de Te Anau, junto al lago, hogar de una amplia gama de hoteles, restaurantes y operadores turísticos que organizan excursiones de senderismo y paseos en barco al Parque Nacional Fiordland.

*Si quieres leer el artículo original en inglés, haz clic aquí

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