La tormenta tropical Alberto avanza sobre el Golfó de México y podría tocar tierra esta noche entre los límites de Veracruz y Tamaulipas, por lo que en diversos estados se han cerrado puertos y suspendido clases.
La tormenta tropical Alberto, que es el primer ciclón de la temporada 2024, provocará fuertes lluvias en al menos 12 estados.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) informó que se prevé su impacto en las costas de Tamaulipas y Veracruz durante la noche de este miércoles; aunque también se ha puesto en alerta a entidades como Yucatán y Quintana Roo.
A las 12:00 horas, tiempo del centro de México, la tormenta tropical se ubicaba aproximadamente a 240 kilómetros al este-noreste de Cabo Rojo, Veracruz, y a 290 kilómetros al este de Tampico, Tamaulipas.
Para las siguientes horas se pronostican lluvias puntuales torrenciales (de 150 a 250 milímetros (mm) en Coahuila, Hidalgo, Nuevo León, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz; puntuales intensas (de 75 a 150 mm) en Tabasco y Zacatecas.
Así como lluvias puntuales muy fuertes (de 50 a 75 mm) en Guanajuato y Tlaxcala; fuertes (de 25 a 50 mm) en el Estado de México, e intervalos de chubascos (de 5 a 25 mm) en la Ciudad de México y Morelos.
De acuerdo con la Conagua, se pronostica viento con rachas de 70 a 90 km/h en costas de Tamaulipas, así como rachas de 50 a 70 km/h en costas de Campeche, Quintana Roo, Veracruz y Yucatán, con posible formación de trombas marinas a lo largo de sus costas.
Además, se espera un oleaje de dos a cuatro metros de altura en costa de Tamaulipas; y de uno a tres metros de altura en costa de Veracruz (norte), Oaxaca, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo.
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Por otra parte, la entrada de humedad proveniente del Mar Caribe, aunada a la vaguada monzónica que se ubicará sobre el sur de la Península de Yucatán y frente a las costas del Pacífico sur mexicano, mantendrá el temporal de lluvias puntuales intensas en Campeche, Chiapas, y Quintana Roo, y puntuales muy fuertes en Yucatán.
Las autoridades recomendaron a la población extremar precauciones por las lluvias, viento y oleaje (incluyendo la navegación marítima) y atender las recomendaciones emitidas por las autoridades del Sistema Nacional de Protección Civil en cada entidad.
Ante la formación de la tormenta tropical Alberto y el temporal de lluvias, la Secretaría de Marina (Semar) decidió cerrar diversos puertos tanto en el Golfo de México, en el mar Caribe y en el Pacífico.
Para embarcaciones mayores fueron cerrados los puertos de Altamira y Tampico, en Tamaulipas, y el de Puerto Juárez en Quintana Roo.
Sobre las embarcaciones menores, los cierres abarcan Tampico, Altamira, La Pesca, Puerto Matamoros, Presa Falcón, Presa Vicente Guerrero, en Tamaulipas; El Cuchillo Solidaridad en Nuevo León, y Tuxpan, Tamiahua, Cazones, Tecolutla, Nautla, en Veracruz.
También se cerraron los de Isla del Carmen, Seybaplaya, Champotón, en Campeche; el de Celestún en Yucatán, y los de Puerto Juárez, Isla Mujeres y Cozumel en Quintana Roo.
La Marina también detalló que están cerradas a la navegación ribereña y con remolque las jurisdicciones de Nuevo Campechito, Nuevo Progreso, Atasta, Palizada, Isla Aguada y Sabancuy, Campeche.
Por el temporal de lluvias, desde el 14 y hasta el 20 de junio estarán cerrados los puertos de Salina Cruz y Bahía de Huatulco, en Oaxaca, mientras que el puerto de Chiapas está cerrado a la negación de embarcaciones menores de 15 metros de eslora.
De igual manera, en diversos estados las autoridades han optado por suspender clases debido a la formación de la tormenta tropical Alberto.
El gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal informó que se suspenden las clases de todos los niveles educativos en todo el estado, del miércoles 19 al viernes 21 de junio.
En Nuevo León, el gobernador Samuel García informó que el Consejo Estatal de Protección Civil decidió suspender clases a partir de este miércoles 19 a las 12:00 y jueves y viernes también.
La Secretaría de Educación de Campeche ha ido informando día por día, primero suspendió clases el 18, ahora este miércoles 19 y “si las condiciones climáticas lo permiten, las actividades deberán reanudarse el jueves 20”, informó la dependencia.
En Coahuila, las autoridades determinaron suspender las actividades presenciales en las escuelas de educación básica y media superior para el turno vespertino de este miércoles 19 y para ambos turnos el jueves 20.
Por su parte, autoridades de Quintana Roo informaron que continúan suspendidas las clases en los municipios Othón P. Blanco y Bacalar hasta nuevo aviso y las actividades recreativas en el mar.
El encuentro de Tom Michell con un pingüino en una playa desencadenó una tierna historia y una cadena de eventos que reverberarían durante décadas.
“Si me hubieran dicho de niño en la década de 1950 que mi vida estaría unida a la de un pingüino, (…) no me habría sorprendido demasiado. Después de todo, mi mamá había tenido 3 caimanes en la casa de Esher hasta que fueron demasiado grandes y peligrosos para ese apacible pueblo“.
Eso escribiría el inglés Tom Michell décadas después de su encuentro con ese pingüino.
Su madre no había planeado tener caimanes en su casa de Inglaterra.
Había vivido hasta los 16 años en Singapur, y “antes del viaje de vuelta a Inglaterra su mejor amiga, en una despedida llena de ternura y lágrimas, le dio tres huevos como recuerdo. Durante el largo viaje en barco, como era de esperar, las crías nacieron en el camarote”.
Lo que le pasó a Tom también fue imprevisto.
Siempre tuvo alma de aventurero. Sus padres nacieron en el extranjero y tenía parientes por todo el mundo, así que desde niño oyó historias sobre lugares remotos.
“Me apasionaba viajar. Quería ir a ver esos lugares. Pero el lugar al que realmente quería ir era América del Sur, porque para mí era una auténtica tierra incognita.
“Así que a los 12 años, conseguí un pequeño diccionario de español y empecé a aprender palabras, pensando que cuando se presentara la oportunidad, iría a explorar Sudamérica”.
Esa oportunidad llegó a principios de la década de 1970, cuando él tenía poco más de 20 años.
“Por pura casualidad, estaba mirando el diario Times y vi un anuncio que decía que el St. George’s College en Argentina necesitaba un profesor.
“Pensé: ‘¡Perfecto!’, y garabateé mi respuesta diciendo que estaba en camino, que no se molestaran en buscar a nadie más.
“Cuando llegué, el país estaba en un estado terrible, la inflación era del 100% mensual. El director de la escuela me dijo: ‘No tengo ni idea de cuánto valdrá tu salario, pero mientras estés aquí, te alimentaremos, y si te quedas un año, te pago los vuelos de ida y vuelta'”.
Argentina estaba sumida en el caos, con la presidenta Isabel Perón luchando por aferrarse al poder y la economía colapsada.
El 24 de marzo de 1976, los militares dieron un golpe de Estado y tomaron el control del país.
A pesar de la violencia y los disturbios, Tom no se desanimó.
Sintió que estaba presenciando algo importante. Además, tenía ganas de ver el resto de América del Sur.
Decidió ir a Paraguay, deteniéndose en el camino de regreso en el apartamento de un amigo en el balneario Punta del Este de Uruguay.
Y un día, se fue a hacer una larga caminata por la playa.
“De repente me topé con una escena aterradora de pingüinos muertos cubiertos de alquitrán. Cuanto más caminaba, más pingüinos muertos veía.
“Era un espectáculo devastador, y mientras me preguntaba cómo la humanidad podía hacer eso, por el rabillo del ojo vi que uno se movió.
“Me detuve y vi que su cabeza temblaba, sus alas se agitaban ligeramente.
“Entre miles de pingüinos muertos, ese estaba vivo”.
“Me acerqué un poco más y, con dificultad, se puso de pie. Retrocedí pues no sabía bien qué hacer: el pingüino me llegaba a la rodilla y me dio algo de miedo”.
Tom pensó que si podía atraparlo, quizás podría ayudarlo.
Encontró una red de pesca y se acercó “cual gladiador a un león” y soltó la red sobre su cabeza.
Decidió llevarlo al apartamento, limpiarlo y después liberarlo en una playa libre de petróleo y alquitrán.
Con mucho esfuerzo, y hasta derramando sangre -porque el pingüino lo mordió-, usó mantequilla, aceite de oliva, jabón, champú, detergente, y logró cumplir la primera parte de su plan.
Para su sorpresa, la segunda fue imposible.
Con el pingüino limpio en una bolsa, regresó a la playa con la intención de liberarlo en la naturaleza.
“Lo dejé junto al agua, esperando que se fuera nadando rápidamente, pero no lo hizo. Se quedó ahí mirándome.
“No sabía qué hacer. Vi unas rocas a las que llegaban olas, y pensé que si lo dejaba ahí, cuando el agua lo cubriera, se iría nadando.
“Con una ola, desapareció”.
Mientras miraba al horizonte pensando que ese era el fin de la historia, “el pingüino salió chapoteando del agua, se paró a mi lado y me miró como diciendo: ‘¿por qué me estás metiendo de nuevo en ese océano cuando acabamos de conocernos y nos hicimos amigos?'”.
Empezó a preocuparse de haber cometido un error. Quizás al lavarlo con detergente había lavado su impemeabilidad natural.
“Pero estaba seguro de que si no lo hubiera limpiado, habría hecho como los otros pingüinos, que trataron de limpiarse con el pico y tragaron grandes cantidades de alquitrán. Eso lo habría matado”.
Volvió a intentar ponerlo en las rocas, planeando alejarse más para que no lo encontrara.
Pero al tratar de alejarse, se cayó al agua y cuando salió, empapado, “allí estaba ese pequeño pingüino a mi lado de nuevo”.
Luego trató de irse y dejarlo ahí, pero el pingüino lo siguió, como si fuera lo más natural.
No tuvo más remedio que llevárselo al apartamento y ponerlo a salvo en la bañera.
Pero, ¿qué iba a hacer? Por lo pronto, irse a comer algo en un restaurante, con un libro.
“Estaba leyendo ‘Juan Salvador Gaviota’ para aprender español, y se me vino a la mente que el pingüino tenía un nombre: Juan Salvador.
“En ese momento se convirtió en mi pingüino.
“Lo único que podía hacer por él era llevármelo a Argentina, dejar que se recuperara, y luego volver a llevarlo al mar”.
Llegó a la frontera con la idea de pasar desapercibido por la aduana, pero justo en el momento menos oportuno “Juan Salvador emitió un fuerte graznido”.
“Me llevaron a un cuartico y me dijeron que era ilegal importar ganado exótico. Les dije que no era ganado sino un ave salvaje, y que no era exótico, que era argentino, sólo que era un ave migratoria que nadaba sin importar las fronteras”.
El agente de aduanas no estaba muy dispuesto a escuchar “los detalles del habeas corpus para pingüinos”, pero finalmente los dejó pasar.
Finalmente, ambos se fueron a la escuela de Buenos Aires, en el que se quedaría a vivir.
“Al llegar no le dije nada a nadie. Mi principal preocupación era que no había comido desde que lo había conocido, y no tenía idea de cuánto tiempo podían sobrevivir los pingüinos sin comer”.
Compró un kilo de espadines y se los puso enfrente, pero no les prestó ninguna atención.
“Obviamente los pingüinos están acostumbrados a nadar y atrapar peces, no a comer pescados muertos de una bolsa de plástico del mercado.
“Le abrí el pico y le metí uno, pero inmediatamente lo lanzó volando por el baño. Lo intenté dos o tres veces más hasta que por fin se tragó uno, y de repente se dio cuenta de que lo estaba alimentando, y se engulló casi todo lo que le había traído”.
“Al día siguiente fui a buscar a la única persona en la que pensé que podía confiar, que era María, la ama de llaves.
“Para mí ella era como mi abuela argentina, la quería mucho”.
“Le dije que necesitaba ayuda, que tenía un pingüino, y ella se horrorizó”.
No obstante, lo acompañó al apartamento y “apenas lo vio, sencillamente le robó el corazón”.
“Al instante fue a acariciarlo. A él no le gustaba que le tocaran la cabeza pero le fascinaba que lo acariciaran en el pecho y la espalda; batía las alas y te miraba”.
Cuando los pupilos regresaron a la escuela, también se enamoraron de Juan Salvador.
“Al principio pensé que tenía que limitar el número de niños que venían a verlo pero pronto quedó claro que él no tenía ninguna objeción si 30 o 40 lo visitaban.
“Mis colegas, por supuesto, también se enteraron, y a mi jefe le dije que mi intención era llevarlo al zoológico”.
El personal y los alumnos, encantados, ayudaban a alimentar y cuidar a Juan Salvador, y Tom se dio cuenta de que algo realmente extraordinario estaba sucediendo.
El lugar en el que vivían había una terraza, donde el pingüino pasaba gran parte de su tiempo, y desde la ventana de su habitación, Tom podía oír lo que ocurría afuera.
“Descubrí que la gente solía hablar con Juan Salvador y descargaban lo que tenían en la mente. Escuché muchas conversaciones de chicos y adultos con él sobre lo que les afligía, tanto en inglés como en español”.
Y el pingüino hizo algo más que ser un confidente.
A algunos de los alumnos de Tom, como un boliviano tímido llamado Diego García, les costaba encajar en ese ambiente.
“Los internados son geniales para algunos niños, pero no para todos”.
“Diego y algunos de sus amigos visitaban a Juan Salvador prácticamente a diario, pues con él sus carencias académicas o deportivas no importaban”.
El St. George’s College tenía una piscina que, como carecía de un sistema de filtración, tenía que drenarse y volver a llenarse cada tres semanas.
Tom pensó que el día antes de que se limpiara, Juan Salvador podía nadar en ella.
“Después de que el último de los nadadores salió de la piscina esa noche, le dije a Diego y a sus amigos que lo trajeran.
“Tras mirar el agua un rato, se lanzó empezó a nadar y nadar, de arriba a abajo… fue maravilloso verlo.
“Y entonces Diego preguntó: ‘¿Puedo nadar con él?’. Le dije que sí. Salió corriendo a cambiarse -nunca lo había visto correr antes-, regresó en traje de baño y se zambulló”.
“Se hundió como una piedra, y me alarmé: ‘¡Voy a tener que rescatarlo!’.
“Me estaba quitando los zapatos cuando emergió y empezó a nadar con suma elegancia”.
“Diego y el pingüino sincronizaban sus movimientos como si estuvieran coreografiados. A veces, Juan Salvador se adelantaba y Diego nadaba como si lo persiguiera. Otras, Diego parecía liderar y el pingüino zigzagueaba a su alrededor, formando ochos como si estuviera tejiendo un capullo”.
“Me quedé deslumbrado”.
“A partir de ese día, ese chico caminaba más derecho y miraba a sus compañeros a los ojos”.
“Se había ganado el respeto de sus compañeros y, poco después, fue elegido para la gala de natación del colegio, algo inaudito. Ganó todas sus carreras y batió casi todos los récords universitarios de natación. Todos querían ser sus amigos y, con el tiempo, aprobó todos sus exámenes con excelentes calificaciones”.
Todos, incluido Juan Salvador, estaban felices, pero a Tom le preocupaba que la situación no fuera la mejor para el pingüino.
Estaba bien y tenía mucha compañía, “que no lo intimidaba”.
“De hecho, cuando alguna persona salía a su terraza, él iba corriendo para sentarse con ella”.
Era la mascota del equipo de rugby de la escuela, y corría arriba y abajo de la línea de banda como si quisiera no perderse nada de los partidos.
Y nunca faltaba quien quisiera salir a pasear con él por los campos del colegio.
“Pero pensé que debía llevarlo al zoológico, donde sería debidamente atendido y estaría con otros de su especie”.
Sin embargo, cuando fue, se encontró con un recinto de pingüinos un poco triste.
Las aves “daban vueltas sin ánimo, ni siquiera estaban muy interesadas en comer, algo muy distinto al comportamiento de Juan Salvador, que cuando alguien llegaba a casa, se apresuraba a darle la bienvenida como si fuera un viejo amigo”.
Los guardianes del zoológico le aseguraron que el régimen que tenían era perfectamente apropiado, pero Tom pensó que “Juan Salvador era más feliz” con él.
Así que se quedó a vivir entre mimos y cariño en el internado hasta que un día, alrededor de un año después, murió.
Los pingüinos viven unos 20 años. No se sabe cuántos tenía Juan Salvador, pero no era joven.
“Se me rompió el corazón. Incluso ahora, 50 años después, me sigue doliendo”.
Lo que Tom no podía imaginar era el efecto que Juan Salvador tendría en el resto de su vida.
Fue la historia que le contó a una chica en su primera cita, y ella se convirtió en su esposa.
También se la contó a sus hijos y a sus nietos antes de dormir.
Luego lo animaron a que escribiera sus relatos sobre Juan Salvador, y los niños a los que se los daba le pedían más y más.
Amigos y parientes le dijeron que la publicara, lo cual hizo en la plataforma de libros electrónicos Kindle.
Y un día, “me quedé atónito al recibir un correo electrónico de la editorial Penguin, diciendo que quería publicar la historia”.
The Penguin Lessons (en español “Lo que aprendí de mi pingüino”), fue publicado en 2016.
Un email más, le informó que el actor Bill Nighy quería leer el audiolibro.
“¡Cuando un actor tan famoso como él quiere hacer algo, no le vas a decir que no!”.
Más tarde, en medio de la pandemia de covid, le llegó otro mensaje de Penguin.
“Decía que habían recibido un correo electrónico extraordinario. Era de Corea del Sur. Querían incorporar el libro en el Currículo Nacional de Inglés, para jóvenes de 14 a 16 años.
“No puedo imaginar un galardón más grande”.
“Pensé que ese era el pináculo de la historia de Juan Salvador. Y luego recibí otro mensaje de Penguin Books diciendo que, durante el confinamiento, el actor Steve Coogan leyó el libro y le pidió al guionista Jeff Pope si la historia podía adaptarse al cine”.
“Había que hacer cambios, pues él tenía más de 50 y yo, cuando viví con Juan Salvador, unos 23”.
La película “The Penguin Lessons” (en español, “Las lecciones del pingüino”) y la historia de Juan Salvador llegó así a las pantallas de todo el mundo.
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