
Para entender mejor
A las 5 de la mañana, antes de que el sol empiece a salir, Luis Cruz y Sarahí Ruiz dejan a sus hijos de 1 y 3 años al cuidado de una de sus tías. Después, recorren en silencio Las Lauras, la comunidad de 460 personas donde habitan, rumbo a la laguna Los Cerritos, en Chiapas. Esperan que la pesca del día los favorezca.
Ya en el lago, Cruz arroja su atarraya, la red que usa para pescar, una y otra vez mientras Ruiz conduce la lancha. Se quedan en el lago más de tres horas, bajo un sol que quema. Al final de la jornada, la pareja tiene 5 kilos de camarón, lo suficiente para alimentar a su familia, pero no para vender.
“Antes había demasiado [que pescar]”, recuerda Cruz. “Con una atarraya sacabas mucho pescado, pero ahora se saca poquito”.
Como ellos, los demás habitantes de Las Lauras, en el municipio chiapaneco de Acapetahua, en el sur de México, dependen principalmente de la pesca en Los Cerritos para su alimentación y venta. Sin embargo, debido al incremento de sedimentos, el nivel de la laguna se ha ido reduciendo. Esta situación ha puesto presión sobre las familias locales, que han tenido que buscar alternativas de ganar dinero, y temen por su patrimonio y el de sus hijos.

“La laguna Cerritos, actualmente, ha perdido parte del espejo de agua y en época seca se puede caminar en la zona central de esta laguna”, comentó en noviembre de 2023 Juan Carlos Castro, director de la Reserva de la Biosfera La Encrucijada de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). La Reserva de la Biosfera La Encrucijada es un área federal protegida y enfocada en la conservación, la investigación y la aplicación de modelos de desarrollo sostenible considerando a las comunidades locales. “Ello trae el decremento de la productividad pesquera”.
El término espejo de agua refiere a la superficie del agua en pozos, norias, zanjas, volcanes, grutas, dolinas, tiros de minas y otras cavidades.
Castro explicó que este es un problema de azolvamiento, es decir, de depósito de sedimentos en los lechos de los cuerpos de agua, que afecta a los sistemas lagunares Chantuto-Panzacola-San Nicolás y Carretas-Pereyra, que conforman la Reserva de la Biosfera La Encrucijada.

Aunque el azolvamiento ocurre por distintas causas, como la deforestación y la construcción de bordos, estructuras para contener el agua, en Los Cerritos este problema se ha agravado con las modificaciones al cauce del río Cintalapa, que alimenta a los cuerpos de agua de la zona, advierten especialistas.

Los cambios en el río Cintalapa comenzaron en la década de 1970 para favorecer las actividades agropeacuarias en la zona, detallan estudios realizados por investigadores de El Colegio de la Frontera Sur, un centro público de investigación especializado en las problemáticas regionales. Tras el paso de los huracanes Mitch, en 1998, y Stan, en 2005, las obras de desazolve y rectificación de ríos se intensificaron para proteger a la población de desastres naturales. Sin embargo, esas acciones no han sido suficientes para atender el problema.
“Prácticamente lo que hicieron fue hacer una resbaladilla de la parte media a la parte baja quitándole al río su sinusidad natural, lo que implica que ahí se va quedando mucho sedimento y que además el agua llegue con más fuerza a la parte de abajo y se quede reposando ahí junto con todo el sedimento que trae de la parte de arriba”, explica Matilde Rincón, doctora en ecología e integrante del consejo asesor de la Reserva de la Biosfera La Encrucijada.
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Humberto Molina Escobar, de 46 años, es un pescador residente de Las Lauras. Aunque Los Cerritos es la laguna más cercana, a tan solo unas decenas de metros de su casa, hay días en los que conduce su camioneta 25 kilómetros rumbo a la laguna Panzacola.
Ahí, los pescadores entran a las 3 de la tarde a la laguna y levantan sus redes hasta las 6 de la mañana del día siguiente, debido a que se realiza un proceso distinto de pesca. Esto les representa más tiempo invertido en la laguna, respecto a las tres o cuatro horas que pasan en Los Cerritos, más el traslado. También, se incrementan los costos asociados.
“El gasto de aquí implica comprar gasolina, se lleva como dos horas llegar al lugar donde vamos a trabajar y pues se gasta más”, dice Molina, quien gana entre 80 y 100 pesos (entre 4.5 y 6 dólares estadounidenses, aproximadamente) por kilo de camarón en Panzacola. En Los Cerritos, se pagan 70 pesos (alrededor de 4 dólares) por kilo, cuenta.
Sin embargo, en ocasiones ni siquiera cambiar de laguna es una solución. Tránsito Molina Cruz, presidente de la Sociedad Cooperativa de Bienes y/o Servicios de Producción Pesquera “Los Cerritos”, una organización fundada en 1942 que se encarga de comercializar la pesca en la zona, asegura que desde que empezó el 2024, no han pescado “ni un solo camarón” en la laguna de Panzacola.
La baja pesca ha obligado a algunos residentes de Las Lauras a migrar de la comunidad para apoyar a sus familias.
Cuatro de los cinco hijos de Leticia Vázquez López, de 54 años, se han ido a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida. Para ella, el principal motivo de preocupación actualmente es el futuro del único de sus hijos que sigue en la comunidad.
“Un día va a pescar y así, con seguridad o con el favor de Dios, va a agarrar a lo mucho 3.4 kilos [de pescados o mariscos]”, dice Vázquez López, quien calcula que, en ese supuesto, su hijo apenas recibiría 100 pesos (6 dólares, aproximadamente) por el trabajo de un día.

En México, el salario mínimo para 2024 está fijado en 248.93 pesos diarios (aproximadamente 15 dólares).
Vázquez López recuerda que hace 21 años, cuando llegó a Las Lauras, el panorama era distinto. Ella pescaba con su marido y podía escoger “para comer y para vender lo mejor”.
“A esta fecha no hay nada, yo le puedo decir que no hay nada, por eso la gente o los pescadores tienen que migrar, porque no hay para mantener una familia”, lamenta.
Edgar Vázquez, vocal financiero directivo de la Sociedad Cooperativa de Bienes y/o Servicios de Producción Pesquera “Los Cerritos”, enfatiza las consecuencias del azolvamiento en la economía local.
“El día de hoy fueron 30 canoas, 60 personas, sacaron 100 kilos, multiplica 100 kilos por 50 son 5,000 pesos entre 60, un promedio de 80 pesos para cada pescador”, comenta.
Luis Cruz y Sarahí Ruiz, la pareja de pescadores, preparan los camarones que sacaron de Los Cerritos al mojo de ajo, una receta en donde los mariscos se fríen con grandes cantidades de ajo. Aunque les preocupa la baja pesca, sienten la tranquilidad económica de tener un ingreso extra.
“Tenemos una parcela de palma y eso nos da dinerito”, dice Ruiz. “Mucha gente vendió su parcela por la situación y perdieron esa entrada. También estamos en un programa de siembra de árboles y hay que sembrar coco, guanábana [y] plátano”.
Varias familias de Las Lauras también se han diversificado y siembran camote o yuca para su autoconsumo, en caso de que haya una mala pesca.
En tanto, las autoridades buscan hacer un diagnóstico claro de un problema que, consideran, empeora cada vez más.
Felipe Irineo Pérez, director general del Organismo de Cuenca Frontera Sur de la Comisión Nacional del Agua, la agencia gubernamental que administra, regula, controla y protege las aguas nacionales en México, explicó en febrero que la deforestación en la parte alta de la cuenca del río Cintalapa ha erosionado el terreno. Eso ha ocasionado que en temporada de lluvias, se arrastren más sedimentos hacia cuerpos de agua.
Para dar respuesta definitiva a la problemática, el funcionario considera necesario crear un Plan Hídrico, una serie de estudios que permiten generar un diagnóstico integral de la situación y que ayudan a alinear soluciones definitivas para el desazolve de las lagunas de la zona.
Castro, de CONANP, dice que lo que se requiere es un manejo que puede consistir en dragados parciales dentro de la laguna para incrementar su superficie y profundidad, a fin de apoyar a la actividad pesquera. Dice que esta actividad se ha postergado por falta de recursos.
“Yo esperaría que no en mucho tiempo se pudiera hacer un estudio integral de todo el sistema lagunar Chantuto Panzacola, incluyendo la parte alta de las cuencas y a partir de ahí tomar decisiones”, comentó. “No descartamos hacer dragados pero bien dirigidos y modificar el tratamiento del material que se va a retirar, se puede utilizar para restaurar manglares”.
Mientras el gobierno toma medidas para evitar que la situación de Los Cerritos y otras lagunas empeore, Cruz y Ruiz regresan con sus hijos y se preparan para otro día de trabajo. Ellos decidieron no irse a ningún otro lugar; prefieren buscar alternativas para prosperar en Las Lauras, incluso en los días donde hay mala pesca.

Marissa Revilla es una reportera de Global Press Journal que vive en San Cristóbal de Las Casas, México.
Global Press Journal es una premiada publicación de noticias internacional sin fines de lucro con más de 40 agencias de noticias independientes que da empleo a reporteras locales en África, Asia y América Latina.

El número de adolescentes involucrados en el tráfico de drogas se ha cuadruplicado en ocho años, según datos del gobierno.
Advertencia: Este artículo contiene detalles explícitos de violencia.
Un grupo de niños vio el cuerpo de Adel camino a la escuela, justo cuando sus padres se dirigían a la comisaría para denunciar su desaparición.
Se reducía a una silueta grotesca y carbonizada, reclinada, con una rodilla en alto, como si estuviera tumbado, en una de las playas cercanas de Marsella.
Tenía 15 años cuando murió de una forma que aquí es habitual: un disparo en la cabeza, su delgado cuerpo rociado con gasolina y prendido fuego.
Alguien incluso filmó la escena en la playa, en la última de una escalofriante serie de asesinatos a tiros vinculados a la rápida evolución del narcotráfico en esta ciudad portuaria, cada vez más alimentado por las redes sociales y ahora marcado por actos de violencia aparentemente aleatorios y el creciente papel de los menores, a menudo obligados a participar en la venta de drogas.
“Ahora es un caos “, afirmó un pandillero escuálido, levantándose la camisa en un parque cercano para mostrarnos un torso marcado por las cicatrices de al menos cuatro balazos como resultado de un intento de asesinato por parte de una banda rival.
El Ministerio de Justicia francés estima que el número de adolescentes involucrados en tráfico de drogas se ha más que cuadruplicado en los últimos ocho años.
“He estado en una pandilla desde los 15 años. Pero todo ha cambiado ahora. Los códigos, las reglas… ya no hay reglas. Nadie respeta nada hoy en día. Los jefes empiezan… a usar a los jóvenes. Les pagan miserias. Y terminan matando a otros sin ningún motivo aparente. Reina la anarquía en toda la ciudad”, aseguró el hombre, ahora de veintipocos años, quien nos pidió que usáramos su apodo, El Inmortal.
Policías, abogados, políticos y organizadores comunitarios en Marsella hablan de una psicosis -un estado de trauma o pánico colectivo- que se apodera de partes de la ciudad, mientras debaten si contraatacar con una acción policial cada vez más contundente o con nuevos intentos para abordar la arraigada pobreza.
“Hay un ambiente de miedo. Es evidente que los narcotraficantes dominan y ganan terreno cada día”, declaró una abogada local, que pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias contra ella o su familia.
“El Estado de derecho está ahora subordinado a las bandas. Hasta que no tengamos un Estado fuerte de nuevo, debemos tomar precauciones”, puntualizó, sobre su reciente decisión de dejar de representar a las víctimas de la violencia de las bandas.
“Ya no hay reglas”
Durante el verano, varias ciudades francesas impusieron toques de queda nocturnos a los adolescentes tras una oleada de violencia relacionada con el narcotráfico.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, mantuvo conversaciones el jueves para intentar responder a la crisis.
“Hay tanta competencia en el narcotráfico que la gente está dispuesta a todo”, aseveró el organizador comunitario Mohamed Benmeddour.
Y agregó: “Tenemos chicos de 13 o 14 años que vienen como vigías o traficantes. Los jóvenes ven cadáveres, oyen hablar de ellos, todos los días. Y ya no tienen miedo de matar ni de que los maten”.
El detonante de la actual psicosis en Marsella fue el asesinato, el mes pasado, de Mehdi Kessaci, un policía en prácticas de 20 años sin vínculos con el narcotráfico.
Se cree que su muerte pretendía ser una advertencia para su hermano, un destacado activista antipandillas de 22 años y aspirante a político llamado Amine Kessaci.
Bajo estrecha protección policial, Kessaci habló con la BBC sobre la muerte de Mehdi y la culpa que siente.
“¿Debería haber obligado a mi familia a irse de Marsella? La lucha de mi vida será esta lucha contra la culpa”, lamentó.
Amine Kessaci saltó a la fama en Francia en 2020 tras el asesinato de su hermano mayor, un pandillero llamado Brahim.
“Llevamos años con esta psicosis. Sabíamos que nuestras vidas pendían de un solo hilo. Pero todo cambió desde el covid-19. Los agresores son cada vez más jóvenes. Las víctimas son cada vez más jóvenes”, afirmó.
“Mi hermano pequeño fue una víctima inocente. Hubo una época en que los verdaderos matones tenían un código moral. No se mata de día. No delante de todos. No se queman cadáveres. Primero se amenaza con un tiro en la pierna. Hoy en día, todas estas reglas han desaparecido”.
Ante los actuales niveles de violencia sin precedentes, la policía francesa está respondiendo con lo que denominan “bombardeos” de seguridad en zonas de alta criminalidad de Marsella.
Aunque una banda, la DZ Mafia, parece dominar el negocio, opera una especie de sistema de franquicias con una red fragmentada de pequeños distribuidores, a menudo compuestos por adolescentes e inmigrantes indocumentados, que se enfrentan violentamente por territorio.
Según una estimación, hasta 20.000 personas podrían estar involucradas en el negocio de la droga en la ciudad.
El año pasado, las autoridades confiscaron a las bandas 42 millones de euros (unos US$49 millones) en bienes de origen delictivo.
Videos compartidos en redes sociales muestran habitualmente a miembros de las pandillas armados con rifles automáticos disparándose entre sí en las diversas cités de Marsella: barrios pobres caracterizados por edificios de gran altura y una gran concentración de viviendas sociales.
En una fría tarde de la semana pasada acompañamos a un grupo de policías antidisturbios armados en una de sus misiones habituales de “bombardeo”.
Los agentes se dirigieron a toda velocidad a un bloque de pisos en ruinas en sus furgonetas, mientras un joven pandillero que vigilaba la entrada huía a pie. Divididos en dos grupos, los policías corrieron por ambos lados del edificio intentando atrapar a los traficantes en las escaleras.
“El objetivo es desmantelar los puntos de venta de droga. Hemos clausurado más de 40… y hemos encerrado a mucha gente”, explicó Sébastien Lautard, jefe de la policía regional.
“Denle la vuelta”, ordenó un agente bruscamente, mientras su equipo acorralaba a un joven de 18 años contra una puerta.
En un sucio sótano cercano, la policía encontró docenas de viales y pequeñas bolsas de plástico utilizadas para distribuir cocaína.
Más tarde, un policía explicó que el joven detenido pedía ser arrestado, alegando que había llegado a Marsella desde otra ciudad y que ahora estaba retenido contra su voluntad y obligado a trabajar para una banda de narcotraficantes.
Los agentes se lo llevaron en una furgoneta.
“Esto no es El Dorado. Tenemos muchos jóvenes reclutados en redes sociales. Vienen a Marsella pensando que ganarán dinero fácil. Les prometen 200 euros (US$233) al día. Pero a menudo terminan en miseria, violencia y, a veces, la muerte”, declaró el fiscal jefe de la ciudad, Nicolas Bessone.
En su oficina, cerca del antiguo puerto de la ciudad, Bessone describió una industria que alcanza un estimado de 7.000 millones de euros a nivel nacional (unos US$8.200 millones) y se caracteriza por dos novedades: un creciente énfasis en el reclutamiento, la venta y la entrega a domicilio en línea; y un número cada vez mayor de adolescentes obligados a participar en el negocio.
“Ahora vemos cómo los traficantes esclavizan a estos pequeños soldados. Crean deudas ficticias para que trabajen gratis. Los torturan si roban 20 euros para comprar un sándwich. Es ultraviolencia. La edad promedio de los agresores y las víctimas es cada vez menor”, afirmó Bessone.
Instó a la población local a no sucumbir a la psicosis, sino a “reaccionar, a rebelarse”.
La abogada, que nos pidió que ocultáramos su identidad, describió un caso que ella había llevado.
“Un joven, que se negaba rotundamente a formar parte de una red, fue recogido después de la escuela, obligado a participar en el tráfico de drogas, violado, amenazado y su familia también fue amenazada. Se utilizan todos los medios para crear una fuerza laboral”, declaró.
En TikTok decenas de vídeos con música anuncian la venta de drogas en las cités de Marsella “de 10:00 a medianoche”, cada producto con su propio emoji: cocaína, hachís y marihuana.
Otros anuncios buscan reclutar nuevos miembros de bandas con mensajes como “se busca trabajador”, “250€ para vigilantes”, “500€ para transportar drogas”.
Para algunos políticos locales, la solución a los problemas de Marsella es el estado de emergencia y normas de inmigración mucho más estrictas.
“Hay que restaurar la autoridad. Necesitamos acabar con la cultura de la permisividad en nuestro país. Necesitamos dar más libertad y más poder a la policía y al poder judicial”, sentencia Franck Alissio, diputado local del partido populista de extrema derecha Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) y posible candidato a la alcaldía.
Aunque la antigua ciudad mediterránea de Marsella ha sido conocida durante siglos por su numerosa comunidad inmigrante, Alissio argumenta que “hoy en día, el problema es que ya no somos capaces de integrarnos económicamente ni asimilarnos. Hay demasiada inmigración. El problema es la cantidad (de inmigrantes). Y, de hecho, los narcotraficantes, los traficantes, los vigilantes, los líderes de estas mafias, son casi todos inmigrantes o extranjeros con doble nacionalidad”.
Es una afirmación controvertida y difícil de verificar en un país que se esfuerza por evitar incluir ese tipo de detalles en las cifras oficiales.
Alissio sostiene que los sucesivos gobiernos invirtieron miles de millones de euros en los barrios más pobres de Marsella sin ningún resultado. Culpa a los padres y a las escuelas por permitir que los niños se involucren en el narcotráfico, pero añade que su objetivo era “resolver el problema, no hacer sociología”.
Los partidos de extrema derecha han gozado durante mucho tiempo de un fuerte apoyo en el sur de Francia, pero no tanto en la diversa ciudad de Marsella. Críticos de RN, como la abogada cuya identidad hemos ocultado, acusaron al partido de “explotar la miseria y el miedo” y de culpar erróneamente a los inmigrantes de una “gangrena” generalizada en todas las comunidades de Francia.
Philippe Pujol, escritor local y experto en el narcotráfico en Marsella, también recibió protección policial tras el asesinato de Mehdi Kessaci el mes pasado.
“No estoy seguro de que haya una buena razón para este terror. Pero… el terror se está extendiendo. Prefiero tener miedo y ser precavido que correr riesgos innecesarios”, declaró.
Pero refutó las peticiones de una acción policial más contundente, argumentando que solo aliviaba los síntomas de una sociedad en crisis, en lugar de abordar las causas del problema.
Al describir la pobreza arraigada como un “monstruo”, Pujol pintó una imagen de una sociedad radicalizada por décadas de abandono.
“El monstruo es una mezcla de clientelismo, corrupción y decisiones políticas y económicas tomadas en contra del interés público”, opinó Pujol.
“Estos chicos pueden ser unos imbéciles cuando están en grupo, pero cuando estás a solas con ellos, siguen siendo niños, con sueños, que no quieren esta violencia”, aseguró.
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