Víctor Muro Velázquez, trabajador de la industria de cine, fue asesinado en Xalapa, Veracruz. Sus restos fueron localizados en dos viviendas abandonadas en el centro de la localidad. Ante los hechos, el gobernador de la entidad, Cuitláhuac García, detalló que ya hay un detenido y que la Fiscalía estatal continúa con las investigaciones.
El lunes 7 de octubre, la Fiscalía dio a conocer en un comunicado que ya investigaba el caso “tras el hallazgo de elementos anatómicos humanos”. Este martes, informó que fue detenido un hombre por el caso, quien será presentado ante un juez de control.
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Tras los hechos, se dio a conocer que Víctor Muro colaboró para películas como “Roma”, del director Alfonso Cuarón, y “El crimen del padre Amaro”.
Cuitláhuac García anunció este martes que ya hay más claridad en el caso de Muro Velázquez luego de que la Fiscalía estatal iniciara con las investigaciones.
En conferencia de prensa, el mandatario detalló que el trabajador de la industria del cine murió “en una situación que la Fiscalía aún sigue investigando”, sin embargo, ya hay un detenido por el caso, quien, según dijo García, es un compañero de trabajo de Muro Velázquez.
“Hay un detenido al respecto, el presunto responsable, hasta ahora uno de ellos, conocido de él, persona que trabajaba con él y seguirá la Fiscalía sobre la presunción de la responsabilidad de esta persona”, señaló.
Durante la conferencia, el mandatario dijo que el asesinato del trabajador no es un caso que se vincule con delincuencia organizada, sino que podría ser “un tema muy personal entre el presunto responsable y la víctima”.
“La Fiscalía ya tiene el motivo, por eso logró más o menos ver quién podría ser el responsable y en los próximos días, mañana o pasado, dará mayor información sobre este hecho”, declaró.
En la sección de preguntas y respuestas de la conferencia se le dijo al mandatario que cineastas de Veracruz exigen más seguridad tras el hecho de violencia. Sin embargo, García reiteró que no se trata de un problema de inseguridad en la entidad, sino de un asunto personal.
“Con gusto, a todos ellos (cineastas) les otorgamos la seguridad que tenemos pero este no es un problema de seguridad. No fue atacado por un grupo delictivo, la línea de investigación es que su compañero de trabajo se atrevió a privarlo de la vida. Ya la fiscal tiene en sus manos avances importantes y está detenido el compañero de él”.
“Cómo le haces cuando al interior de donde vive, el compañero lo priva de la vida? Y se atreve todavía a hacer lo que hizo”, dijo García al añadir que se trata de información preliminar y que, aunque la fiscal, Verónica Hernández Giadáns, continuará con el caso, “para allá apunta esta investigación”.
Asimismo, el gobernador de Veracruz dijo que la víctima y el presunto responsable del delito no eran cineastas: “es falso que sean cineastas, son trabajadores de una empresa que da iluminación y que fueron contratados con ese objetivo por otra empresa”.
La casa productora Aluxes lamentó la muerte de Víctor Muro, a quien se refirió como “amigo, colaborador y maestro”, y expresó sus condolencias por los hechos.
En una publicación en sus redes sociales, la casa de producción señaló que “se destacó por su invaluable trabajo en la industria cinematográfica”.
Posteriormente, Aluxes compartió un comunicado en el que aclaró que la película y personal que se encontraba trabajando en Xalapa con Víctor Muro “no tiene vínculo ni relación” con ellos como transcendió en algunos medios.
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Asimismo, reiteró su reconocimiento al colaborador, sin embargo, mencionó que no indagarán más e los detalles de “este trágico hecho” hasta que las autoridades otorguen un informa más claro y detallado sobre caso.
La diáspora libanesa en América Latina echó raíces en la región desde hace casi 150 años. Desde entonces se convirtió en una de las comunidades más prósperas.
“Ser libanés no es una nacionalidad, es un oficio”, dice un poema del escritor libanés Roda Fawaz.
Su verso transmite un sentimiento que comparten millones de personas originarias de esa nación de Medio Oriente, o descendientes de migrantes que lo hicieron a lo largo de los últimos 150 años, y que se establecieron en muchos países del mundo.
América Latina fue un destino de una buena parte de ellos. Notablemente en Brasil, con entre 8 y 10 millones de brasileños-libaneses. Pero también en el resto de los países, desde México hasta Argentina, se calcula que hay unos cuatro millones más repartidos en la región.
Entre ellos hay nombres que han logrado un lugar destacado en el mundo de los negocios, la política o la cultura. Los empresarios son tal vez los más conocidos, con apellidos como Slim (México), Jafet y Ghosh (Brasil), Char (Colombia), Menem (Argentina) o Saieh (Chile).
Y con fama internacional, Shakira o Salma Hayek o el actor Ricardo Darín dan muestra de lo lejos que han llegado las artistas de origen libanés.
La diáspora en América Latina casi triplica los 5 millones de habitantes de Líbano, país que actualmente atraviesa una crisis por la guerra entre el grupo armado Hezbolá asentado en territorio libanés y las fuerzas de Israel.
Pero el éxito de esta comunidad en América Latina no fue automático. Fue a base de lo que el historiador mexicano de origen libanés Carlos Martínez Assad llama “una migración solidaria” que los llevó a establecerse en diversos países de la región.
“Algunos estuvieron primero en Venezuela o Colombia y luego se vinieron a México. Y al revés, gente que estuvo en México terminó en otro país de América Latina. O a Estados Unidos y viceversa, primero llegaron allá y se vienen a México. Es un fenómeno de establecimiento de redes”, explica el investigador, autor de una basta colección de libros y publicaciones sobre la migración libanesa.
Pero lo que caracterizó a esta comunidad, y que los llevó a fijarse en el imaginario social, fue el comercio. Encontraron las formas y los medios para llevar productos a muchos puntos de los países que adoptaron y así establecer sus bases en la industrialización y modernización de América Latina.
El país que hoy es Líbano fue durante tres siglos (1516-1918) parte del Imperio Otomano, que dominó extensas porciones de Medio Oriente, el norte de África y la península de los Balcanes en el este de Europa.
Fue en el siglo XIX cuando la región del Monte Líbano comenzó a experimentar una época convulsa, en buena medida por la disputa por el poder político, económico y religioso entre los cristianos maronitas y los musulmanes drusos.
Los maronitas vieron cómo a partir de la década de 1840 empezó a haber escasez de alimentos y oportunidades, dice Martínez Assad. Y con el estallido de una guerra con los drusos, vinieron las primeras oleadas de emigración a partir de 1860.
“Hubo 60 años de gran inestabilidad en la región”, explica el historiador. Muchos de los maronitas se dirigieron a Europa, Asia, Oceanía y África. Pero otros también apuntaron al pujante continente americano.
La Primera Guerra Mundial, en la que el Imperio Otomano hizo alianza con las Potencias Centrales, generó una nueva oleada de emigrantes. “Los turcos reclutan a jóvenes, sin importar su religión, los agarran de la calle. Por eso mucha gente, para proteger a los hijos, los sigue enviando a otros países, como los de América”,
Eso explica en buena medida por qué la migración libanesa a América se caracterizó por la llegada de gente joven.
Se sabe que en un inicio muchos libaneses fueron llevados desde Europa a los países de la región latinoamericana con intermedio de agentes. Muchos tenían intención de llegar a EE.UU., pero fueron engañados y llevados a países como Brasil, Venezuela, Cuba o México.
Otros vieron en los países de América Latina un lugar con oportunidades.
El hecho de que los libaneses que emigraban de su país fueran cristianos, de la rama de los maronitas que practican un ritual cercano al católico, facilitó en buena medida su adaptación y aceptación cultural en los países de la región, explica Martínez Assad.
“Va a permitir el contacto mucho más amplio, incluso favorece los matrimonios, algo que no sucedió con otras comunidades, como los judíos o los asiáticos”, señala.
El territorio libanés otomano también tuvo una fuerte relación con Francia. Durante la conflictiva década de 1860, las fuerzas francesas defendieron a los maronitas y tras la Primera Guerra Mundial el territorio libanés fue un protectorado francés. Eso explica que culturalmente hubo mucho intercambio entre ambas partes.
Por ello, considera Martínez Assad, la francofilia de los libaneses les ayudó a la adaptación a otras lenguas romances, como el español y el portugués de los países de América Latina.
Ya desembarcados en América, se produjo un “fenómeno de establecimiento de redes” de libaneses que les permitió extenderse más allá de los principales puertos y ciudades.
“En Líbano hay algo que se le da mucha importancia al pasado fenicio, que aunque fue hace miles de años, queda en el inconsciente la idea de ser mercaderes. De tirarse al mar para la aventura y vivir de lo que se produce”, dice el historiador.
Los libaneses se dedicaban, en general, al comercio y la agricultura en Líbano.
Pero es esa primera actividad la que empiezan a desarrollar en América Latina. Quienes no eran comerciantes en el pasado, entienden que en países como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México o Venezuela hay necesidad de establecer cadenas de distribución.
Y así es que muchos “se dan a la tarea de irse a muchos poblados”.
En Brasil se dio uno de los primeros fenómenos de los llamados “mascates” que caracterizarían a los libaneses en el continente: eran vendedores ambulantes que cargaban a cuestas una enorme caja con productos novedosos, muchos traídos del exterior, que iban vendiendo por las calles y las plazas.
Una figura que se replicó en otros países rápidamente y que llevó a los libaneses a adquirir ese perfil social de comerciantes de todo tipo de productos y novedades.
Si bien ser cristianos y adaptarse al idioma les permitió ir echando raíces en los países de la región. también enfrentaron algunas resistencias. En Sudamérica, en particular, los empezaron a llamar “turcos”, en ocasiones con un dejo despectivo, por su acento al hablar español y el hecho mismo de que vinieran del imperio dominado por Turquía.
Pero de hecho, la migración libanesa también se fundió con la de los sirios (vecinos de Líbano) que llegaron a América para probar suerte, lo que los llevó a ser puestos socialmente en el mismo grupo migrante aunque en estricto sentido fueran de origen diferente.
Aunque Martínez Assad destaca que no todas las familias de origen libanés que hoy viven en América Latina son adineradas, fueron un grupo social que tuvo cierta prosperidad a lo largo del siglo XX.
Muchos comerciantes pasaron de ser vendedores ambulantes a establecer locales comerciales. Las redes para mover mercancías ya no solo se limitaron a un nivel local o regional, sino que comenzaron a establecer agencias de importación.
Las segundas y terceras generaciones de libaneses en América Latina también tuvieron mayor acceso a la educación universitaria, lo que fue clave para las familias.
Los Slim en México, los Char en Colombia, o la Jafet en Brasil, pero también otras cuantas familias en otros países de la región, pusieron las bases de lo que hoy son grandes empresas e industrias desde la década de 1920.
Y con los negocios también abrieron la puerta de la política, desde su acceso a puestos locales hasta los nacionales. En Brasil, el país con la mayor población de origen libanés, Michel Temer es un político de origen libanés que llegó a ser presidente (2016-2018). Pero también cientos de políticos de esa comunidad han pasado por el Congreso.
Ecuador también tuvo al presidente Abdalá Bucaram (1996-1997), México a Plutarco Elías Calles (1924-1928) y Argentina a Carlos Menem (1989-1999). Dos altos funcionarios venezolanos son Tarek William Saab y Tareck El Aissami, que tienen origen sirio-libanés.
Shakira y Salma Hayek son dos de las artistas latinoamericanas que más lejos han llegado en la música y el cine, respectivamente.
También crearon fundaciones, hospitales y su comida se empezó a conocer mediante restaurantes en las principales ciudades de América Latina.
El poder político y económico, sin embargo, también ha atraído escándalos de corrupción. En México, dos miembros de la comunidad, de las familias Nacif y Kuri, estuvieron involucrados en casos de pederastia. Situaciones individuales que terminan por salpicar a toda la comunidad.
Para Martínez Assad, la prosperidad de la comunidad vino a consecuencia de la dedicación al trabajo de las primeras generaciones.
“Algo que se exalta mucho es el trabajo y yo creo que es cierto. Yo procedo de una familia que mis tíos se levantaban a las 5 am para arreglar su negocio. Pasaban todo el día la tienda. Y en la noche seguían arreglando los negocios del día siguiente”, señala.
En la actualidad, los constantes conflictos sociales y militares en Líbano en las últimas dos décadas -en especial la lucha del grupo armado chiita Hezbolá con Israel- ha sido vista con preocupación por la comunidad libanesa.
Sin embargo, Martínez Assad percibe cierta distancia, cuando menos en la comunidad mexicana cristiana maronita.
“No hay migración de vuelta ni mucho conocimiento de lo que ocurre en Líbano. La política es muy compleja de entenderla. El gobierno está conformado por grupos religiosos, de 18 religiones que hay en Líbano”, señala
Situaciones como el conflicto actual con Israel, que ha emprendido incursiones contra Hezbolá en el sur de Líbano, sin embargo, no dejan de ser “muy lamentables” para los libaneses que tienen que ver desde lejos el conflicto en el país que para sus ancestros fue su hogar y que les da identidad a miles de kilómetros de distancia.
Como escribía Fawaz: “Ser libanés es dejar Líbano pero Líbano no te abandona jamás. Ser libanés es tener un país que nunca he vivido pero es el mío”.
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