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Detienen a presunto violador de niña de 12 años que esperó 11 días por un aborto en Jalisco
Detienen a presunto violador de niña de 12 años que esperó 11 días por un aborto en Jalisco
La niña violada en Jalisco tuvo que esperar varios días antes de ser atendida. Foto: Cuartoscuro
4 minutos de lectura

Detienen a presunto violador de niña de 12 años que esperó 11 días por un aborto en Jalisco

El presunto agresor fue identificado como el padre de la menor. Ésta tuvo que esperar 11 días antes de ser trasladada a la Ciudad de México para que le practicaran un aborto. El DIF de Jalisco reconoció que sus derechos fueron violentados.
14 de mayo, 2024
Por: Redacción Animal Político

El presunto responsable de la agresión sexual en contra de una niña de 12 años de la comunidad Wixárika que permaneció 11 días a la espera de una interrupción del embarazo, ya fue detenido, informó la Fiscalía de Jalisco. 

Se trata de José Luis C., identificado como el padre de la menor. Su captura fue posible luego de un operativo a cargo de agentes de la Fiscalía Especial Regional, señaló un comunicado. 

De acuerdo con la fiscalía, las indagatorias sobre el caso comenzaron en febrero de este año, cuando los familiares de la niña, procedentes de la localidad de Santa Catarina Cuexcomatitlán, del municipio de Mezquitic, la llevaron a un centro de salud en Colotlán para que recibiera atención médica con motivo de la picadura de un alacrán.

“Durante su revisión, los médicos detectaron que la niña de 12 años de edad presentaba diagnóstico de violencia familiar sexual con embarazo confirmado, además de estrés postraumático”, detalló la fiscalía. 

Por lo anterior, inició una carpeta de investigación de oficio y obtuvo pruebas que señalaban que la niña había sido agredida por su propio padre. 

El presunto responsable fue puesto a disposición del juez de Control, quien se encargará de su situación jurídica.

Niña de 12 años, presuntamente violada por su padre, tuvo que esperar 11 días para acceder a un aborto.
La niña de 12 años, presuntamente violada por su padre, tuvo que esperar 11 días para acceder a un aborto. Foto: Archivo Cuartoscuro

Niña agredida por su padre esperó 11 días por un aborto 

Luego de que los médicos detectaron el embarazo, la pequeña pasó 11 días internada en las instalaciones de la Secretaría de Salud de Jalisco sin poder acceder a la interrupción del embarazo.

Su familia se trasladó a Guadalajara desde el interior del estado y pidió apoyo a las autoridades para que fuera atendida. 

En ese momento, la pequeña tenía entre 25 y 27 semanas de gestación, es decir, estaba al inicio del tercer trimestre del embarazo. Las autoridades de Jalisco negaron tener personal capacitado para realizar el procedimiento en una persona con esas características. 

Esto a pesar de que en Jalisco existe el Programa de Interrupción del Embarazo (Pile) desde el 2017, creado para realizar abortos a niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violación o solicitantes bajo la causal de riesgo a la salud —física o mental—. 

En dicho programa no hay un límite de semanas de gestación para solicitar la interrupción del embarazo, por lo que las solicitantes pueden acudir en cualquier momento y su atención debe ser inmediata, según señala el protocolo oficial publicado por la Secretaría de Salud.

Además, el Código Penal del Estado de Jalisco, en sus artículos 227, 228 y 229, tampoco establece semanas límite para las solicitantes víctimas de violación.

El pasado 23 de abril, la menor fue trasladada a la Ciudad de México en compañía de un representante de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PNNA) para que pudiera acceder al procedimiento.

La intervención se llevó a cabo sin ninguna complicación. Luego de esto, el gobierno de Jalisco se comprometió a otorgarle atención médica integral, acompañamiento y restitución de sus derechos.

La menor permanece bajo la custodia de su tío, pues se trata de la persona que dio parte a las autoridades del caso y fue la encargada de trasladarla desde la región Sierra Occidental de Jalisco, —a más de siete horas de la capital—, para solicitar la interrupción del embarazo.

Lee: Niña de Jalisco que accedió a un aborto tras 11 días de espera queda bajo tutela de su tío; familia pide justicia.

Los derechos de la niña fueron violentados al no poder acceder a la interrupción del embarazo de manera inmediata.
Los derechos de la niña fueron violentados al no poder acceder a la interrupción del embarazo de manera inmediata. Foto: Cuartoscuro

Derechos de la niña fueron violentados   

La  Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos (Ddeser) advirtió que la retención de la menor durante 11 días sin otorgarle atención implicó un acto de tortura.

“Aunque la autoridad en salud no quiera reconocerlo, esto constituye violaciones graves a los derechos humanos de la niña, que además ha sido víctima de violencia sexual”, enfatizó. 

Durante su estadía en el hospital, el personal médico le ofreció a la menor realizar un eco “para escuchar el corazón del bebé” y “sugirió la posibilidad de dar en adopción como una mejor alternativa que la interrupción”, documentó Ddeser.  

Tras el caso y el cambio de tutela de la niña, la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PPNNA) del DIF estatal reconoció que 12 de los derechos de la menor fueron violentados, desde una vida libre de violencia y hasta la protección de la salud y seguridad social, y la asistencia social en condiciones vulnerables, por mencionar algunos.

La Procuraduría determinó que personal realizará de manera periódica visitas al domicilio de la menor, una psicóloga verificará su estado emocional, tendrá acceso a servicios médicos y la Secretaría de Educación de Jalisco la integrará al grado escolar correspondiente.

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Fiscalía de Jalisco
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Imagen BBC
“Viajé de Colombia a México a cuidar limones y acabé trabajando para un cártel de la droga del que logré escapar”
11 minutos de lectura

Cientos de colombianos son reclutados por carteles mexicanos en sus luchas territoriales. Uno de ellos habla con BBC Mundo.

01 de agosto, 2025
Por: BBC News Mundo
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Orlando Paniagua*, 45 años, fusil al hombro, camina de madrugada entre limonares mientras narcos mexicanos le pisan los talones.

Es abril en Michoacán, la Tierra Caliente en el suroeste de México donde el sol quema hasta los 40°C durante el día, y para este exmilitar colombiano ya no hay marcha atrás.

Cuando alguien osa escaparse del crimen organizado mexicano, como lo hizo Paniagua en abril de 2024, solo puede esperar dos destinos: la bala o el milagro.

El pasado mes de junio, el secretario de Seguridad de México, Omar García Harfuch, anunció que carteles mexicanos reclutaban exmilitares colombianos, muchos bajo engaño, para engrosar sus filas de cara a sus cruentas guerras territoriales.

La alocución ocurrió pocos días después de que 12 colombianos fueran arrestados en Michoacán, vinculados a un ataque con mina que mató a ocho soldados mexicanos.

Gracias a la coordinación con autoridades colombianas, García Harfuch dijo que nueve de los 12 eran exmilitares. Los tres restantes eran civiles, pero entrenados en el uso de armas.

La presencia de exsoldados colombianos entre grupos armados mexicanos forma parte de la larga saga en que excombatientes del país sudamericano, una vez retirados, responden a ofertas de trabajo en el exterior y se involucran en conflictos ajenos como el de Ucrania, Sudán o la guerra territorial de los narcos mexicanos.

Muchos, como Paniagua, acuden engañados y motivados por una generosa oferta económica que supla sus bajas pensiones y limitadas salidas laborales en Colombia.

Este es su relato.

Omar García Harfuch, secretario de Seguridad de México.
Getty Images
La alocución de García Harfuch sobre colombianos reclutados por carteles mexicanos retornó esta dinámica de larga data a la opinión pública.

“En Colombia no habría ganado US$2.000 al mes”

Serví 24 años a las fuerzas militares en Colombia. Era sargento primero cuando me retiré en 2022.

Tengo 45 años. Nací en Bogotá. Por mi trabajo militar me moví de departamento en departamento y ciudad y ciudad.

¿Cómo terminé en México?

Pues mira, cuando uno se retira del ejército en Colombia es bastante complejo conseguir empleo. Hay muy pocas opciones.

Entonces hablaba mucho con un excompañero de las fuerzas militares que, lastimosamente, espero que hoy Dios lo tenga en su gloria porque no se ha vuelto a saber de él.

Un día le pregunté por oportunidades de trabajo en México, donde él estaba. Me dijo que necesitaban personal de seguridad.

Me puso en contacto con un tipo de alias “Veracruz”, encargado de hacer conexiones para reclutar a la gente en México. Movía la parte administrativa.

Lo contacté. Me habló de cuidar grandes empresas y cultivos de limón en Michoacán.

Me ofreció entre 30.000 y 40.000 pesos mexicanos mensuales (US$1.600 – US$2.130). Nunca ganaría eso en Colombia.

También se brindó a costearme el viaje, aunque yo no quería deberle a nadie y pagué mi pasaje por medios propios a través de un plan turístico.

Solucioné unos asuntos pendientes y, tras el contacto inicial a fines de 2023, viajé a México en la primavera de 2024.

Talento apreciado

Tras décadas de conflicto armado, Colombia tiene un ejército numeroso y muchos soldados retirados jóvenes, con 40 años, cuyas pensiones no alcanzan para sostener a sus familias.

Un veterano colombiano le dijo a BBC Mundo que sus pensiones suelen rondar entre 1.600.000 y 1.700.000 pesos colombianos, el equivalente a unos US$400 mensuales.

Estas contrataciones y reclutamientos suelen producirse a través de un mercado opaco donde las ofertas laborales se distribuyen frecuentemente a través de grupos de WhatsApp.

El talento militar colombiano, apreciado en el exterior, es engañado con frecuencia, cayendo en situaciones más peligrosas de las prometidas y a merced de empleadores secretos que no descubren hasta que ya es tarde.

Soldado colombiano durante un ejercicio militar en Ucrania en 2023.
Getty Images
La larga experiencia de soldados colombianos combatiendo guerrillas y carteles les hace apetecibles para ejércitos y empresas de seguridad en el extranjero.

“Desde que llegué, no pintaba bien”

Llegué a Ciudad de México y al día siguiente me reuní allí con el tal “Veracruz”. Fue la primera y última vez que lo vi.

Allí me dijo que en Michoacán me recogerían en taxi y trasladarían hasta la población de Pizándaro, en el mismo estado. Así sucedió.

En Pizándaro me recibió un tipo apodado “Gabriel”. Allá muchos usan apodos.

A mí me pusieron “Miguel”. Cuando me lo pusieron, me pregunté para qué tener un alias si uno se supone que va a hacer algo legal. Por ahí empezamos mal. No pintaba bien.

La casa donde me metieron en Pizándaro era solitaria, con una cama por habitación. Otras camas estaban vacías, aunque con pertenencias de otros chicos que vivían y trabajaban allí.

Algunos también eran colombianos.

Dormí, descansé y al amanecer me dijo Gabriel que esa noche tocaba trabajar.

Me recogió en la tarde, me subieron a un coche y nos trasladamos a una carretera rural en una zona montañosa, alta, sin población.

Entonces llegaron varias camionetas de gama alta con mucha gente armada, como si uno se fuera a la guerra de Ucrania.

Me preguntaron qué armas sabía manejar y yo, como militar, sabía usar muchas. Me asignaron una Barrett .50.

De ahí fuimos a varios sitios de los que nunca supe el nombre. No tenía idea de qué íbamos a hacer.

En un pueblo dimos varias vueltas. Subimos de nuevo a las camionetas y nos devolvimos a Pizándaro.

Eso allí era un moridero. No sé de qué vive la gente allí. Supongo que del narcotráfico porque no hay comercios, nada.

Encima con mucho calor. Llegaba a los 40°C. Duré unos dos o tres días en total.

Se supone que uno iba, trabajaba seis meses, con un mes de vacaciones y se iba para casa.

Pero desde que me colocaron un alias, me subieron a una camioneta y me armaron, supe que no era un trabajo legal. Era para un cartel.

“Ya solo pensaba en escaparme”

Fusil fotografiado por Orlando Paniagua
Cortesía
Que le dieran un arma tan sofisticada a Paniagua le hizo sospechar que su trabajo no era el prometido.

Decidí entonces que tenía que irme, pero cometí un error.

Contacté al taxista que me llevó a Pizándaro y le pedí de favor que me regresara a Michoacán para una diligencia.

El tipo me delató con “Veracruz”, quien me llamó preguntando por qué me iba.

Le respondí que tenía un inconveniente con mi hija en Colombia y que necesitaba viajar urgentemente, dejando mis pertenencias acá.

Me dijo que solo había una manera de salir de allí… y que ya sabía cómo…

Le respondí que sabía que uno no salía de allí sino muerto y que echaría pa’lante y a trabajar.

Él ofreció ayudar y yo, para apaciguar la cosa, seguí el juego y le dije que necesitaba mandar una plata a Colombia. Me preguntó cuánto.

Le dije que un millón de pesos y le di el número de una amistad en Colombia para que lo recibiera. Efectivamente los envió y la cosa se calmó.

Aunque a partir de ahí me vigilaban y cuidaban.

Un día, la noche del 16 de abril, me dieron ropa militar, botas y un bolso. Mi maleta personal se quedó en la habitación.

Sobre las 10 de la noche llegamos a una nueva zona montañosa, donde me entregaron una AK-47 y un chaleco con municiones.

Cuando llegué, había un grupo de mexicanos armados. Casi todos eran adolescentes, de unos 15-16 años. Solo había un colombiano en ese grupo.

En ese momento ya solo pensaba en cómo me iba a escapar.

Alianza duradera

En los últimos años, las autoridades mexicanas han detenido a decenas de exmilitares colombianos vinculados al crimen organizado en Michoacán.

Un reporte del diario mexicano El Universal indica que, según investigaciones locales, la presencia de exsoldados y exguerrilleros colombianos data desde 2013 en ese estado mexicano.

Esa investigación describe, como le sucedió a Paniagua, que algunos colombianos llegan reclutados bajo engaño para luego unirse a las filas de grupos como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) o Los Viagras.

La labor de los colombianos en México incluye el adiestramiento de sicarios mexicanos, fabricación de explosivos, minas y diseño de vehículos con blindaje artesanal.

Tras el ataque con minas en que fueron capturados 12 colombianos en junio, el cónsul de la embajada colombiana en México, Alfredo Molano Jimeno, dijo en una entrevista a El Universal que cerca de 500 colombianos habían sido reclutados por el crimen organizado mexicano, la mayoría en Michoacán.

Hombres cargan el ataúd con los restos del alcalde César Arturo Valencia en su funeral en Aguililla, estado de Michoacán, en marzo de 2022.
Getty Images
Las guerras del narco dejan con frecuencia civiles y políticos muertos en México.

En ese estado con gran riqueza minera y agrícola y clave para las rutas del narcotráfico, el CJNG lleva años en guerra territorial con la alianza Carteles Unidos, que incluye grupos como Los Viagras, la Familia Michoacana o el Cartel de Sinaloa.

En junio, la Cancillería de Colombia señaló que la gran mayoría de colombianos que viajan a México lo hacen con fines académicos, laborales o turísticos.

Aunque también advirtió sobre el “fenómeno creciente” de reclutamiento de personas con experiencia militar “para integrar estructuras delictivas al servicio del narcotráfico, la trata de personas y el tráfico de migrantes entre ambos países”.

Los colombianos no necesitan visa para ingresar a México, aunque el año pasado se registró la llamativa cifra de 53.000 colombianos inadmitidos para entrar al país.

Las inadmisiones de colombianos en México han sido asunto de negociaciones frecuentes entre las autoridades de ambos países.

Que exmilitares colombianos sean vinculados al crimen organizado mexicano, según Fernando García, embajador de Colombia en México, puede afectar la reducción de inadmisiones.

“Un instinto me dijo que era el momento”

Los chicos mexicanos se la pasaban fumando marihuana. Se dormían y no les importaba nada la seguridad.

Hicimos guardia en la noche. La pasé en una casa abandonada rodeada de cultivos de limón.

Al día siguiente, un domingo, el supuesto jefe del grupo armado nos dijo que debíamos prepararnos para un trabajo en la noche en que había que caminar bastante.

Ese día analicé el norte, el sur, el oriente, el occidente. Medí qué quedaba más cerca para escapar y concluí que lo mejor era dirigirme hacia Acapulco, al sur.

Sobre las 7:00 pm nos pusimos a caminar entre cultivos, sin saber dónde íbamos. No nos decían nada.

Alrededor de las 10:00 pm, tras más de dos horas caminando, algo dentro de mí, un instinto, me dijo que me quedara quieto detrás de un limonar.

El resto siguió. Yo decidí volver.

Me quedé petrificado como 10 minutos. La noche era oscura y no se dieron cuenta de que faltaba alguien.

Me devolví hacia el campamento a recoger pertenencias. No sé bién cómo llegué. Recogí mis cosas, el fusil, y emprendí la dirección del agua para no deshidratarme. Con esos calores, sin comida, no podía pasar sed.

Caminé varias horas y a las 3:00 am me venció el cansancio. Me escondí dentro de la maleza y pasé la noche.

Mapa de la ruta por donde se estuvo moviendo Orlando Paniagua en México.
BBC

Odisea alimentándose de limones

Las mañanas las pasaba oculto entre árboles, escondido. Me buscaban con drones.

Sobre las 6:00 pm, cuando bajaba el sol, continuaba mi camino hacia el sur; siempre siguiendo el cauce del agua de una quebrada que luego me sacó a un río más grande.

Caminé entre 8 y 10 días a base de agua y limón.

Al par de días me deshice del armamento y lo escondí entre la vegetación porque era un peso innecesario.

Solo me comuniqué dos veces con Colombia para que el teléfono aguantara.

A través de personas en Colombia contactaron a una ONG mexicana y, por intermedio de esta y la fuerza pública pudieron recuperarme.

Nunca busqué directamente ayuda de policía y federales porque, desafortunadamente, hay mucho torcido. Temí que me entregaran y mataran.

Mira, por ejemplo, el chico que me puso en contacto con el tal “Veracruz”, un excompañero del ejército… pues no se ha sabido de él.

La esposa nunca supo más nada. Lo más seguro es que lo mataron.

Allá los matan, descuartizan, tiran en fosas. Pienso que a los carteles no les conviene que una persona que trabaja para ellos se marche luego a casa como si nada.

Uno, con las atrocidades que ve allá, recoge mucha información. A los carteles no les conviene que uno salga vivo a contar su historia.

Pienso que soy de los pocos que ha podido escapar de esa gente.

“Eso de ir a México es mal negocio”

Miembro del grupo de autodefensa Pueblos Unidos en el estado de Michoacán.
Getty Images
Por su riqueza natural y estratégica, Michoacán es terreno clave en la lucha territorial de los narcos mexicanos.

Una persona normal, sin una experiencia de 24 años de militar moviéndose por montes y selvas como yo, no sale vivo de allá.

A los cinco días de escaparme prendí el celular. Llamé a mis contactos en Colombia, que me gestionaron el rescate con la ONG en México y miembros de la fuerza pública de confianza.

Les dije que en cinco días volvía a llamar a revisar cómo era el proceso. Si no llamaba, les avisé, era porque no volverían a saber de mí.

En esos días no dejé que me viera ningún civil o campesino.

Cuando volví a llamar, me indicaron un punto de recogida, alejado del agua, más hacia una cordillera.

Efectivamente, al día siguiente, llegaron efectivos del ejército y funcionarios de la ONG.

Me esperaban con agua y sueros. Estaba bastante deshidratado.

Me llevaron a la ciudad de Morelia y de ahí iniciaron un rápido proceso de repatriación a Colombia, donde llegué tras esta larga travesía.

A uno lo llevan allá engañado. Te prometen cosas… y luego ves la verdad.

En México hay gente de las Farc, el ELN, paramilitares, policías y soldados trabajando para esa gente.

Me sorprende, la verdad. Supongo que muchos están engañados, amenazados y porque les toca; porque no han tenido el valor de escaparse.

Hay muchos colombianos allí porque somos muy guerreros, trabajadores, valientes, pero la verdad es muy mal negocio dejarse convencer por unos pesos de más. Uno de ahí no sale vivo. Pienso que pocos lo consiguen.

Me reservo el nombre del cartel del que me fugué. No quiero sacarlo a la luz.

En Colombia, desafortunadamente, estuvieron pendientes un par de días, pero ni me ayudaron ni protegieron.

Me tocó salir por seguridad y pedir asilo en la Unión Europea. Estoy trabajando, gracias a Dios.

Por lo menos llevo un año tranquilo.

*Orlando Paniagua es un seudónimo para proteger la identidad del testimonio.

Línea gris.
BBC

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