“El Drag es un arte, es una forma de expresión. Quiero enaltecer un personaje, quiero tener un alter ego en el cual pueda sacar lo que Manuel no puede y que Konny lo haga, que saque toda esa energía que Manuel tiene, que Konny sea libre para que él también pueda ser libre”.
Para Manuel Cortés, el término Drag se refiere a exagerar masculinidad y feminidad. Lo ha tomado como un arte y estilo de vida desde hace tres años. En la noche, “Manu” se transforma en Konny, un demonio que hace travesuras en la Ciudad de México.
La palabra Drag responde al acrónimo Dressed as a girl, vestir como una chica. Sus orígenes se asoman del cabaret. Francisco del Carmen García Escalante, mejor conocido como Francis, fue el iniciador de este movimiento en el país, al representar el transformismo mexicano en la década de los 90. Fue actor y vedette. Su espectáculo El Show de Francis fue referente para otras drags.
La escena en México se ha diversificado. Recientemente, cobró fuerza y se popularizó gracias a La carrera Drag de la CDMX, la versión mexicana del programa norteamericano RuPaul Drag Race, transmitido en plataformas de streaming.
La parafernalia resplandece en la noche. Es cuando las reinas brillan. Dejan de lado miedos e inseguridades. Guardan su personalidad del día. Sale a relucir su alter ego. Se transforman en el personaje deseado.
“Manu” relata que ante su familia y sociedad ha salido del clóset dos veces. Una vez como gay y la otra como drag queen. Su padre y madre lo apoyan. Sienten gran orgullo.
“Tuve mucho contacto con la comunidad y empecé a tener contacto con el travestismo y con el transformismo. Empecé a ver videos de las chicas que actuaban, de los chicos que hacían los papeles de Yuri, de personajes, cantantes, y decía ‘wow, qué padre’”, cuenta.
En la Ciudad de México, en la Zona Rosa está la máxima expresión, pero también trabajan en shows al interior de la República.
Tacones y pelucas son parte de la transformación. Al tocar el escenario, su personaje toma el control. Se adueñan de la fiesta. Se convierten en el centro de atención y disfrute. Su energía se contagia. Luces de neón enaltecen a las reinas.
“El escenario te da mucho poder, te da mucho empoderamiento y también la gente te da mucha fuerza, y pues con eso te liberas. Es algo que se siente maravilloso, una vibra increíble, es una energía muy fuerte la que se siente”, concluye “Manu”.
Alberta Cánada también es drag queen en la Ciudad de México. Nació como personaje en 2009, cuando José Alberto, entonces estudiante de teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, sufrió un ataque homofóbico.
Tomó la decisión de dejar la carrera y sintió la necesidad de gritar, lo que lo llevó a experimentar con formas de expresión y a lo que llama dragtivismo, una mezcla del movimiento drag con activismo político.
“Yo forjé mi drag en el barrio, en Tepito, en Iztacalco, en Iztapalapa, en Tláhuac, en Milpa Alta. Ahí es donde yo sé hacerlo. Y para mí, es de vital importancia esa apropiación de los espacios públicos y del discurso público”, cuenta Alberta Cánada.
“No puede existir un país sin nosotras, no puede existir una realidad sin esta diversidad social”.