Graciela López ha tenido que esperar más de dos años para que le hagan un cateterismo: la inserción de un tubo estrecho en el corazón, a través de una arteria, para examinar qué tan bien está funcionando el órgano. La señora, de 61 años, tuvo un preinfarto el 30 de diciembre de 2019 y hasta el próximo 11 de abril le harán el procedimiento en el Centro Médico Nacional La Raza. La atención a su salud se retrasó por la pandemia de COVID-19.
Como ella, miles de personas han enfrentado retrasos en consultas de especialidad, estudios médicos y cirugías que no eran de urgencia, debido al cierre de servicios en hospitales por la crisis sanitaria. A dos años de eso, la atención en las instituciones de salud empieza a normalizarse, aunque todavía encara un largo camino, de acuerdo con información oficial y con una revisión que Animal Político hizo en hospitales.
Cuestionado sobre cómo va la recuperación de servicios, hasta el cierre de esta edición el IMSS solo envió un boletín que indica, por ejemplo, un incremento respecto de 2020 de 12 millones 315 mil 476 consultas de medicina familiar en 2021 y de 3 millones 654 mil 705 consultas de especialidad. Sin embargo, esto no permite saber el porcentaje de recuperación, porque no se proporcionaron los números de años previos.
Datos del anexo estadístico del Tercer Informe de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con corte a 2021, dimensionan la caída en los servicios de salud debido a la pandemia y su posterior recuperación, que aún no es suficiente. El anexo informa que las consultas de especialidad cayeron 54.3% entre 2019 y 2020 y, aunque en 2021 subieron, todavía estaban 21.8% por debajo de los dos años previos.
En intervenciones quirúrgicas, según el mismo anexo, la caída en las instituciones públicas de salud entre 2019 y 2020 fue de 35.9% y en 2021 estas se quedaron 9.35% por debajo de las realizadas antes de la crisis sanitaria.
Otros datos que permiten conocer la caída y recuperación de servicios de salud son los de nuevos diagnósticos de enfermedades, porque se hacen en consultas y con estudios clínicos. De acuerdo con el Boletín Epidemiológico semanal de la Secretaría de Salud, la detección de padecimientos ha empezado a subir, lo que demuestra la recuperación en los servicios, aunque los diagnósticos todavía no están al nivel prepandemia.
Información de este boletín, con corte hasta la tercera semana de marzo de cada año, indica que de enfermedad isquémica del corazón en 2019 se detectaron 15 mil 13 casos; en 2020, 13 mil 253, y en 2021, solo 6 mil 607 (55.9% menos de los de 2019).
En la tercera semana de marzo de 2022 se registraron 8 mil 756 casos (41.6% menos de lo detectado en 2019), lo que muestra que la recuperación de los servicios para diagnosticar este padecimiento aún es lenta.
De diabetes mellitus, en 2019 se registraron 92 mil 927 casos; para 2021, la cifra cayó hasta 59 mil 236 (36.2% menos que dos años antes). En 2022, ya se reporta una recuperación en el diagnóstico, con 73 mil 653, pero todavía es 20.7% menos que lo detectado antes de la pandemia.
En tanto, para hipertensión arterial, en 2019 se detectaron 123 mil 105 casos, mientras que en 2021 el número bajó hasta 80 mil 994 (34.2% menos). En 2022, también se registra ya una recuperación de diagnósticos, con 98 mil 76, aunque está en 20.3% por debajo de antes de la crisis sanitaria.
Graciela López, la señora que ha esperado dos años por un cateterismo, se atiende en el Hospital General de Zona 71 del IMSS, en Chalco, Estado de México. El 30 de diciembre de 2019, fue a consulta mensual, aunque al revisarla detectaron que llevaba la presión muy alta y tenía un preinfarto. La hospitalizaron y la estabilizaron, pero como eran días festivos y no había médicos, prefirió pedir su alta voluntaria y regresar después a consulta.
Le dieron pase para ir con el cardiólogo el 25 de marzo de 2020. Sin embargo, ya no tuvo consulta. “Me dijeron que no había médicos, que al cardiólogo le había dado COVID y que además la clínica estaba enfocada solo en los pacientes con esa enfermedad. Ya no me volvieron a atender hasta octubre de 2021, así que tuve que ir con un médico particular para que me revisara y me recetara medicamentos”, contó.
Desde que le reanudaron la atención en la Clínica 71, a Graciela la han traído entre consultas y estudios. “En enero fui con el cardiólogo y me dijo que me faltaba un electrocardiograma, que a él se le pasó pedirme. Me mandó a que me lo hicieran y fue hasta el 20 de enero. Después me mandaron más estudios, que me hicieron el 14 de marzo. Pero ya me dieron la cita para el cateterismo, en La Raza, será el 11 de abril”.
Graciela contó que en general no se siente mal, pero sí se agita un poco cuando sube escaleras. “El cardiólogo dice que tal vez me está creciendo el corazón, y he tenido que esperar desde 2019 para que me hagan el estudio y sepan qué está pasando”.
Al 28 de marzo en el país se ha vacunado contra #COVID19 a 85 millones 580 mil 293 personas, que representan el 90 por ciento de la población mayor de 18 años. pic.twitter.com/CtHISs6AKo
— Hugo López-Gatell Ramírez (@HLGatell) March 30, 2022
Un hospital que fue 100% COVID en los picos de la pandemia, y que saltó a las noticias cuando se registró un brote entre su personal, fue el Hospital General de Zona 72 del IMSS, en Tlalnepantla. En los primeros meses de la crisis, no se permitía a nadie estar afuera. Los puestos de comida estaban cerrados. La zona lucía desierta e incluso con rejas para impedir el paso. Todos los pisos de hospitalización se vaciaron de los enfermos regulares. Solo se atendían COVID-19 y urgencias.
El viernes 25 de marzo, la 72, como se le conoce, estaba llena de gente. Ya con operación normal, en la puerta de hospitalización se amontonaban familiares sin sana distancia, que esperaban informes de sus pacientes.
Andrés Jiménez Ramírez contó que su esposa, de 42 años, está en hospitalización porque le quitaron la matriz. “Nos dieron muchas largas para el procedimiento. Casi un año esperó ella. Le pusieron un dispositivo porque tenía sangrados continuos y dijeron que con eso se le iban a detener, pero no, y hasta ahora la programaron para cirugía. Nos citaron a las 10 de la mañana y la internaron hasta las 7 de la noche. Todo ese tiempo estuvo ella aquí afuera, sintiéndose mal y con el sangrado”.
Ana Inclán señaló que su mamá, Elsa Laura Ríos, de 66 años, también está hospitalizada. Tenía un dolor muy fuerte y el 3 de marzo la operaron de emergencia de la vesícula. Antes de eso, ya la habían regresado a su casa tres veces solo con medicamento. Después de la operación, siguió con dolor y el 18 de marzo la volvieron a hospitalizar.
“No nos han dado un diagnóstico todavía de qué tiene. Un médico dice que es obstrucción intestinal, otro que hepatitis, uno más que pancreatitis, y así están. Nos dicen que sí le están haciendo estudios, pero no hay diagnóstico”, dijo Ana.
Pese a que ya está en operación normal, la 72 sigue luchando contra COVID-19. Isabel Gómez contó que su papá, Nicolás Gómez Ramírez, ingresó por un infarto y un derrame cerebral. Tras estar 15 días hospitalizado, dio positivo al virus.
“Fue la primera persona que el domingo 20 de marzo ingresó a área COVID, después de dos semanas de que no habían tenido casos. Ahorita ya hay otro paciente internado. Mi papá se contagió aquí, pero no nos explican qué pudo pasar”, dijo Isabel.
Un centro del ISSSTE, donde ya se está recibiendo a pacientes de todos los padecimientos es el Hospital General Dr. Darío Fernández Fierro, en la alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México. Aquí, pacientes esperan para entrar a consulta, junto con los familiares que aguardan informes en la entrada, sentados en una bancas o parados en la banqueta, sin sana distancia.
María de la Paz Flores, de 78 años, tiene insuficiencia renal. Contó que en año y medio no le dieron consulta ahí. “La cita te la dan en la clínica familiar y nos decían que no había citas. Como aquí no había atención, tuve que ir con un médico particular, me cobraba mil pesos la consulta, más los análisis, y 2 mil pesos de los medicamentos al mes, solo pude ir con él dos veces”.
Fue hasta el 20 de agosto de 2021 cuando volvieron a darle consulta en el Darío Fernández. “Ahorita ya me dan las citas, análisis, todo y una dieta especial. Me siento mejor, pero sí llegué descompensada. Estoy ya en etapa 4, la última antes de necesitar diálisis”.
Josefina de la Paz tiene a su esposo hospitalizado en esta institución por una cirugía de rodilla. “Estaba programada para noviembre de 2020, pero se la suspendieron, también las consultas, solo veníamos por medicamentos para el dolor y hasta ahorita, hasta el 23 de marzo, le hicieron el procedimiento”.
María Bertha Reyes Pérez tiene hospitalizado a su papá, Porfirio Reyes Martínez, de 75 años. Llegó con lo que creyeron que era un infarto cerebral. “Fue el puente pasado, del 21 de marzo, cuando ingresó, solo había dos doctores. Hasta que llegaron más especialistas hicieron una junta y están evaluando qué tiene. Nos dijeron primero que era muerte cerebral, pero está reaccionando más”.
Hace cuatro años, el señor Porfirio tuvo una embolia. Además, padece diabetes e hipertensión. Su hija dijo que lo estaban atendiendo por sus padecimientos en la clínica familiar, pero por la pandemia ya no quiso acudir por sus fármacos. Dejó la medicación y trató de controlarse solo con dieta.
El ISSSTE no proporcionó información sobre cómo va la recuperación de servicios en sus hospitales, ni de cuántas personas siguen pendientes de atención.
En el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), uno de los hospitales de alta especialidad del país y que ha sido emblema de la lucha contra COVID-19, sus pacientes regulares también sufrieron falta de atención.
Leticia Méndez Martínez padece lupus eritematoso, una enfermedad en la que el sistema inmune ataca a los propios órganos. Por problemas en el pulmón estuvo hospitalizada de enero a abril de 2020. En el INER le dieron el diagnóstico de su enfermedad, pero desde que le otorgaron el alta y el hospital se volvió 100% COVID, solo la recibieron para dos consultas más. Después, ya no la quisieron atender ni la refirieron a ninguna otra institución pública.
Leticia, de 29 años, contó que la reumatóloga que le dio la última consulta y fue quien le avisó, por teléfono, que ya no podían atenderla en el INER y le sugirió buscar atención privada.
La mujer, que se empleaba como trabajadora del hogar pero tuvo que dejar de laborar por la contingencia y su enfermedad, relató que esa misma reumatóloga la empezó a recibir, pero en su consultorio particular. “Al principio no me cobraba, pero después ya me empezó a cobrar 500 pesos, un monto que para mí y mi esposo, que trabaja vendiendo café y pan en un carrito, es muy alto”.
Leticia tuvo que suspender su tratamiento varias veces, lo que al parecer afectó su riñón. Fue hasta mediados de octubre de 2021 cuando volvieron a agendarle consultas en el INER y a darle algunos de los medicamentos que necesita, pero no todos y no siempre, porque en los institutos nacionales de salud y hospitales de alta especialidad de la Secretaría de Salud, las recetas de los pacientes no se surten: ellos deben comprar por su cuenta.
Además de ese problema de que no siempre le dan los medicamentos, Leticia enfrenta ahora necesitar un fármaco para el riñón por vía intravenosa, un procedimiento para el que la han enviado al Instituto de Cancerología.
“Ha sido muy complicado lograr que me den esa atención. El nefrólogo del INER tiene que agendar la cita en Cancerología y he tenido que estarle llamando todos los días, muchas veces sin lograr que me responda la llamada, para ver si ya está agendada. Así será cada 15 días. Yo me gastó todo el saldo de mi celular para lograr que el médico me responda y me dé información sobre si me pondrán el medicamento y cuándo”.
La Secretaría de Salud tampoco respondió a las peticiones de entrevista e información para saber en qué porcentaje se ha logrado abatir el rezago de los servicios en los institutos nacionales y hospitales de alta especialidad.