Alicia dice que en la última comunicación que tuvieron por teléfono su esposo se escuchaba “contento y nervioso a la vez”.
Era la noche del sábado 25 de septiembre. Benigno Alberto Álvarez Castro, chihuahuense de 36 años, llevaba desde junio intentando cruzar para Estados Unidos. Pero unas veces por el mal clima, y otras porque aún no tenían ‘luz verde’ para ‘brincarse’, el viaje se había pospuesto varios meses.
Benigno estaba ansioso. Había renunciado semanas atrás a su empleo en una fábrica avícola en Chihuahua capital y ya había pagado su parte al coyote para que éste, a su vez, pagara “el derecho de piso” al crimen organizado que ‘opera’ el cruce fronterizo de Ojinaga. Una vez del otro lado, Benigno planeaba llegar primero a Arlington, Texas, y de ahí seguir hasta Oklahoma, donde lo esperaba un primo de su esposa para emprender un negocio juntos.
“Él miró en Facebook que a mi primo le estaba yendo muy bien. Y un día platicaron y le dijo que se fuera para allá, que había mucho trabajo y que la armaban juntos”, cuenta Alicia, que pidió resguardar su verdadera identidad por seguridad.
A Alicia aquello no le pareció buena idea. “Es mucho riesgo”, trató de persuadir a su esposo. “Mejor quédate y aquí vemos cómo le hacemos”. Pero él ya estaba decidido. “Tenía muchos planes en la cabeza -asegura la mujer conteniendo el llanto-. Me decía que con el dinero que ganara allá iba a pagarle a nuestra hija mayor la carrera de enfermería, y que a la otra que está por cumplir los 15 años le haría una gran fiesta”.
El 25 de septiembre, por fin, todo estaba listo. El guía que los llevaría en su travesía por el desierto ya había entregado el dinero de la cruzada al traficante de personas, al coyote, y la noche de ese sábado Benigno llamó a su esposa desde una casa de seguridad, a unos 80 kilómetros de la frontera entre Ojinaga y suelo estadounidense.
“Ya estoy en Coyame -le anunció-. Tengo que apagar mi celular. No tiene caso que lo lleve prendido y gaste pila porque ahí en la brecha no hay señal”.
Benigno le pidió a su mujer que cuidara de las tres niñas y le dijo que no se preocupara, que en cuanto cruzara y tuviera señal le marcaba de vuelta.
“Nos dijo que nos quería mucho y luego apagó su teléfono. Y eso fue todo. Ya no hemos sabido nada más de él”, lamenta su esposa.
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Benigno Alberto es una de las 13 personas que desaparecieron en algún punto de la brecha que conduce de Coyame del Sotol a la comunidad Lomas de Arena, muy cerca del Río Bravo que divide México de Estados Unidos.
Según informó la Fiscalía chihuahuense el pasado 5 de octubre, un joven de 14 años que iba con el grupo logró escapar y testificó que los migrantes fueron interceptados en la zona del Valle de Juárez, en el municipio de Guadalupe que colinda con el de Ojinaga, por integrantes del crimen organizado que, armados y encapuchados, se los habrían llevado en tres vehículos.
El joven contó a las autoridades que a él solo le dijeron “vete” y que salió huyendo con dirección a la frontera, donde la Patrulla Fronteriza lo detuvo y lo regresó a Ciudad Juárez días después a través de El Paso.
En su mayoría, los migrantes desaparecidos eran del estado de Chihuahua, aunque también se reportó que había una persona de Querétaro y otra de la Ciudad de México. Hasta el momento, los identificados como desaparecidos son: Benigno Alberto; Javier Ricardo López Rodríguez, de 38 años; Lorenzo Abraham González Mendoza, de 39; Emmanuel Aguilar Bailón, de 24; Amador Aguilar Mendoza, de 55; José Luis Pallares, de 47; Luis Carlos Islas Villegas, de 30; y Alan Ricardo Salas Torres, de 22 años.
Marta es la tía de Alan Ricardo, el joven de 22 años. En entrevista, la mujer explica que Alan era originario de Durango, aunque llevaba un año viviendo en Juárez. “Le gustaba estar un tiempo en un lado y luego irse para otro. Yo le decía que vivía en ‘modo hippie’”, bromea Marta, que también pide proteger su identidad por seguridad.
Alan, “un joven inquieto y alegre”, trabajaba en una maquiladora. Pero su gran motivo para cruzar a Estados Unidos no era el económico, sino uno familiar: quería conocer a su papá.
El joven se había comunicado con su padre por videollamadas y todo estaba acordado. Pagarían a un coyote, llegaría al punto acordado, y de ahí se iría para Dallas, Texas.
Sin embargo, Marta cuenta que luego de partir de Coyame el sábado 25, la agonía comenzó para la familia de Alan.
-¿Dónde estás hijo? -escribió su padre desde Estados Unidos.
Sin respuesta.
-¿Por dónde vienes?
Sin respuesta.
El domingo 26, más mensajes.
-Hijo, ya me tienes preocupado. ¿Dónde estás?
Sin respuesta.
Y al día siguiente, lo mismo. También sin respuesta.
“Mi hermano se enteró de la desaparición de Alan por los medios. Me habló llorando, diciéndome que vio en las noticias de Estados Unidos que un grupo de migrantes había desaparecido, que se los había llevado el crimen organizado”.
En ese entonces, aun no habían trascendido en México los nombres de los desaparecidos. Pero el padre de Alan ya intuía que algo grave le había sucedido.
“Le dije: ‘a lo mejor no es cierto, o son otros’. Pero él estaba seguro de que sí, porque ya habían pasado varios días y no le había llamado”, explica Marta.
Poco después, el 5 de octubre, la Fiscalía chihuahuense confirmó esa intuición fatal: Alan estaba en el grupo de los 13 desaparecidos.
Han pasado más de dos meses desde que se dio a conocer públicamente el suceso. La Fiscalía de Chihuahua, en colaboración con otras autoridades policiacas y militares, informó que están realizando a diario múltiples labores de rastreo terrestre y aéreo por la zona donde se reportó la desaparición. Pero, hasta el momento, esas búsquedas no han arrojado resultados positivos. De hecho, lamentan Alicia y Marta, meses después aun no tienen ni una pista que conduzca hasta el paradero de los 13, o al menos a saber qué sucedió con ellos.
“Sabemos que las autoridades sí están trabajando, que sí los están buscando”, concede Alicia. “Pero ya es mucho tiempo el que se ha perdido en el rastreo de celulares y en las brechas en el desierto. Creemos que no están ahí, que es una pérdida de tiempo”, agrega la mujer.
“Lo que pedimos a la Fiscalía son dos cosas”, plantea por su parte Marta. “Una, que ahora los busquen haciendo cateos en casas de seguridad en toda esa zona de Coyame y Ojinaga, porque todo el mundo sabemos que ahí hay muchas casas de seguridad. Y otra, que nos lleven con ellos a los rastreos”.
Alicia, que dejó su trabajo para dedicarse de lleno a la búsqueda de su esposo Benigno, tomó la iniciativa para ejercer de enlace con las autoridades. Y en entrevista cuenta que éstas le han reiterado en varias ocasiones que no es posible que los acompañen en las tareas de búsqueda por la inseguridad que impera en la zona.
“Ojinaga es una zona totalmente dominada por el narco y una de las zonas más violentas de Chihuahua”, dice tajante una activista chihuahuense, que pide anonimato.
“La Línea se quedó con el tráfico de personas en ese punto fronterizo. Es decir, ya no quieren que haya coyotes que les pagan a ellos una parte por la cruzada. Lo que quieren es cruzar ellos directamente a los migrantes y quedarse ellos con todo el negocio. Por eso también están desapareciendo a los coyotes”, explica la activista, en referencia a que entre los 13 desparecidos también se encuentra el guía que los llevaba por el desierto, y al parecer también el coyote que habría hecho el acuerdo con el grupo del crimen organizado para que los dejaran pasar.
“Hay un control total del crimen organizado; son ellos quienes están desapareciendo a las personas”, subraya por su parte el activista Gabino Gómez, integrante del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (CEDEHM), que asegura que con él han llegado al menos otros 14 casos de personas desaparecidos en la zona, aunque en distintos momentos y de manera individual.
Gómez está acompañando a algunas de las familias de los 13 desaparecidos y también el caso de Omar Reyes López, de 20 años, un joven que salió de su pueblo natal en el estado de Hidalgo, que sobrevivió siete días caminando perdido por el desierto en la frontera con Estados Unidos, y cuya última pista de su paradero conduce precisamente a Ojinaga, donde también fue reportado como desaparecido.
“A Omar no se lo pudo tragar la tierra, a Omar lo tienen alguien y nosotros solo queremos que nos lo regresen”, dijo su tía Sheila Arias en este reportaje que publicó Animal Político el pasado 6 de diciembre.
Marta, la tía del joven Alan, dice que hasta ahora solo han recibido intentos de extorsión de personas que buscan aprovecharse de la delicada situación de los familiares de los 13, y pistas falsas.
La última la recibió hace apenas un par de noches, cuando un muchacho se comunicó con ella por mensaje de texto.
“Me dijo: ‘ya no busque más a su pariente’. Luego nos pidió disculpas diciendo que él solo había hecho su trabajo cavando las fosas donde los habían enterrado”.
Marta explica que sí creyeron que se trataba de una pista confiable porque hasta una ubicación con coordenadas precisas les mandó. Pero cuando las autoridades de la Fiscalía fueron a rastrear la zona no encontraron nada.
Algunas de las familias intentaron realizar búsquedas en Ojinaga, pero también ha sido en vano.
“Es muy difícil entrar ahí, porque entras y de inmediato empiezan a seguirte”, dice Marta. Mientras que Alicia expone que, por el miedo, la gente tampoco quiere hablar.
“A las personas que ven y que escuchan lo que pasa ahí, solo les pido que se tienten el corazón, y que hagan una llamada anónima”, pide Alicia. “A lo mejor ellos piensan que las paredes oyen, pero pueden encerrarse en un cuarto y que nos den aunque sea una pista de ellos”, concluye.
Animal Político buscó a la Fiscalía de Chihuahua para conocer los avances en el caso. En entrevista, el fiscal de distrito zona norte, Jesús Manuel Carrasco Chacón, expuso que están realizando búsquedas permanentes por vía aérea y terrestre en cuatro municipios: Villa Ahumada, Coyame del Sotol, Ojinaga, y Guadalupe.
Hasta el momento, el fiscal señaló que tienen a varias personas detenidas por la “retención que hacen de migrantes y la exigencia que económica que hacen a sus familiares en Estados Unidos” y que han “localizado con vida a 60 personas migrantes en los municipios de Guadalupe y Práxedis Guerrero”.
Sin embargo, dijo el fiscal, ninguna de esas personas localizadas son parte del grupo de 13 migrantes que desaparecieron el 25 de septiembre pasado, por lo que continúan las labores de búsqueda y las investigaciones.