“La variante ómicron no mata tanto, pero tampoco deja vivir”.
La frase lapidaria la dicen en un informativo de la televisión española, en un reportaje que lleva más de cinco minutos hablando de la nueva variante de COVID-19 y de la nueva oleada, la sexta, que está golpeando de nuevo con fuerza a España y a buena parte de Europa.
En la televisión, en las calles, y en las casas, solo se habla del nuevo brote de ómicron y del alto poder ‘contagiador’ de esta variante que ya se refleja con claridad en las estadísticas sanitarias: el miércoles 22 de diciembre, España superó el récord de contagios diarios por segundo día consecutivo con más de 60 mil positivos en COVID en tan solo 24 horas. Una cifra desorbitada en comparación con las registradas hace tan solo dos meses, cuando en octubre apenas se llegaban a los 5 mil casos diarios.
Teresa López, de 58 años, es de Murcia, una región española de medio millón de habitantes al sureste del país. Cuando escucha el informativo y las habituales mesas de debate matutinas de la televisión, donde no los contertulios no paran de repetir frases como “pandemia desbocada”, “brutal brote de COVID”, o “de vuelta al inicio de la pesadilla”, dice que no puede evitar recordar con angustia los días más fuertes de pandemia, como en marzo de 2020, cuando las unidades de cuidados intensivos estaban colapsadas y España llegó casi al millar de fallecidos en un día por coronavirus. Para entender la dimensión de la cifra: en México, un país con casi el triple de población que España, el pico (al menos oficial) fue en enero de este año con mil 584 fallecidos.
En esta sexta oleada, Murcia no es la comunidad autónoma con más casos nuevos diarios -la primera es Madrid, con 15 mil; la segunda, Cataluña, con casi 12 mil; y la tercera es Andalucía con 6 mi-, pero el brote se está dejando sentir con fuerza: en la última semana, los contagios se catapultaron hasta rozar los 500 casos diarios, hasta un 80% más que siete días atrás.
“Cuando ya casi no nos acordábamos de la pandemia… viene esta nueva variante y nos recuerda que no, que la pandemia sigue con nosotros y que seguirá todavía un buen rato”, lamenta la española, que a partir del viernes 24 deberá salir de nuevo obligatoriamente a la calle con cubrebocas, luego de que el Gobierno central de España anunció nuevas medidas para tratar de contener el brote generalizado.
Precisamente, el gobierno local de Murcia ha sido de los más duros con las medidas restrictivas en esta Navidad: decretó de nuevo el cierre de toda actividad no esencial entre la una y las seis de la madrugada, clausuró pistas de bailes, y limitó los aforos de restaurantes, a los que solo se pueden acceder mostrando “el pasaporte COVID”; el documento que los españoles vacunados llevan en un código QR que les solicitan a la entrada de los establecimientos para acreditar cuántas dosis han recibido y cuándo.
Otro gobierno que impuso medidas muy duras fue el de Cataluña, donde la justicia local avaló la propuesta del gobierno catalán, el Govern, de retomar el toque de queda para que en los municipios de más de 10 mil habitantes ningún ciudadano pueda transitar por las calles entre la una y las seis de la madrugada. Además, se aprobó limitar las reuniones sociales a un máximo de diez personas y reducir el aforo en restaurantes hasta un 50%.
No obstante, a pesar del avance del virus en buena parte del territorio, no hay consenso -como casi nunca- entre la clase política española: mientras gobiernos como el catalán demandaron al Ejecutivo central que preside Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), medidas más duras que vayan más allá del uso obligatorio del cubrebocas en exteriores, otros gobiernos autonómicos como el de Madrid, dirigido por la conservadora Isabel Díaz Ayuso, del opositor Partido Popular, criticaron al catalán por cerrar establecimientos y provocar “la ruina” económica de sus ciudadanos.
Por su parte, la población está implementando sus propias medidas ante el aumento de los contagios.
Tere López, por ejemplo, decidió cancelar la comida familiar de Navidad en un restaurante en el que habían reservado mesa para 25 personas. Tenían un sospechoso de COVID en la familia, una niña de cuatro años.
“Ahora lo mejor es no arriesgar”, dice la mujer.
“Nos están lloviendo las cancelaciones”, señala por su parte el restaurantero, que ve cómo ya se echó a perder unas de las temporadas más altas de clientes.
Mónica Cava, de 32 años, decidió no cancelar la cena navideña con sus compañeros de trabajo, pero la empresa les impuso como obligatorio que todos se realizaran un test de antígenos para poder asistir y presentar el ‘pasaporte COVID’.
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Aunque, precisamente, el gran problema es que los test COVID están completamente agotados en buena parte de España, sobre todo desde las semanas previas a la Nochebuena, cuando la familia se reúne tradicionalmente en casas y en espacios cerrados por las bajas temperaturas que Europa registra en las fechas decembrinas.
Alberto Ramón Siles dice que el día 23 de diciembre hizo un recorrido de casi dos horas por las farmacias en la ciudad de Cartagena, en Murcia. En todas se encontró con la misma respuesta: “No nos queda y no sabemos cuándo llegarán”.
“La gente, para tratar de ir tranquilos a la Nochebuena con sus familiares, está saliendo desesperada a comprar pruebas de antígenos. El problema es que ahora mismo no los encuentras por ninguna parte”, asegura Siles. Y los pocos que se encuentran, en muchos casos previa “reservación”, están aumentando considerablemente sus precios: mientras hace tan solo unas semanas en algunas farmacias de Murcia era posible adquirirlos por 3 euros con 50 centavos (unos 85 pesos mexicanos), la mañana del 23 de diciembre estaban hasta en 7 u 8 euros (casi 200 pesos).
Benito Durán vive en Madrid, la capital española, donde asegura que la situación es todavía peor: “Los test están agotados hace varios días y las filas en las farmacias para conseguirlos son enormes y muy visibles”.
En cuanto a los precios, Durán dice que en Madrid los codiciados tests pasaron de costar entre 3 y 4 euros antes del brote, a costar 6 y 7 euros la semana pasada, y hasta 12 y 15 euros (unos 360 pesos) esta semana en la que los contagios se han desbordado.
“Las farmacias pueden pedir lo que quieran, porque como no se encuentran por ninguna parte, la gente paga lo que le pidan. Queremos comprar ‘seguridad’ antes de las cenas y comidas de estos días de Navidad”, expone.
En Extremadura, en la región oeste del país que colinda con Portugal, donde los contagios también se han disparado a casi mil 500 casos en 24 horas, Antonia Torrado comenta que los test de antígenos “se han convertido en un artículo de lujo”.
“En cuanto llegan a las farmacias, se agotan”, lamenta la mujer, que ha tenido que anotarse en una larga lista para poder comprar uno de cara a la Nochebuena.
Pero, a pesar del avance incontenible de la pandemia en Navidad, las calles de las ciudades españolas continúan con su ritmo habitual y las aglomeraciones siguen siendo la postal predominante. Incluso, se mantienen eventos masivos como los partidos de futbol, uno de los termómetros que miden la vida social en España.
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Por poner un ejemplo: en el País Vasco, que fue de las primeras comunidades en dar la voz de alerta a principios de diciembre ante el disparo de contagios, especialmente en niños, se decidió no suspender el partido entre el Athletic de Bilbao y el Real Madrid, a pesar de que entre ambos equipos sumaban 12 bajas de jugadores contagiados de COVID en los últimos días. El miércoles 23, el día del encuentro, más de 40 mil personas abarrotaron las gradas de San Mamés, el estadio vizcaíno.
“El problema es que la pandemia sigue, y que seguirán llegando más y más oleadas, pero la gente ya está muy cansada del virus”, dice Manolo, un constructor de 62 años también natural de Extremadura, que se resigna “a tener que seguir viviendo con este ‘bicho’”.
Por el momento, las personas entrevistadas aseguran que no hay temor a que el país viva un nuevo confinamiento estricto, como el que decretó el gobierno central al inicio de la pandemia en 2020. Sobre todo, porque la vacunación va muy avanzada, con niveles de casi el 80% de la población ya cubierta, y porque acaba de arrancar la tercera dosis para los mayores de 60 años.
De hecho, aunque los positivos en diciembre se han disparado, las cifras de defunciones por el virus (94 el pasado 21) están aun muy lejos de los picos de casi mil muertes de abril de 2020. Y esto se debe, en buena medida, por la protección de las vacunas.
“Están siendo efectivas. Ahora tenemos el doble de positivos, pero muchos menos ingresados y hospitalizados”, subraya la extremeña Antonia Torrado.
“Sin embargo, eso también ha hecho que nos confiemos mucho”, contrapone de inmediato.
“Hemos bajado mucho la guardia. Nos dieron la libertad de no usar la mascarilla en exteriores, pero lo que ya estaba pasando es que tampoco se utilizaba en interiores, sobre todo en los bares. Aquí ya parecía que hacíamos vida completamente normal, como si el COVID ya no existiera. Y ahora, aunque las vacunas están sirviendo, lo que sucede es que la variante ómicron nos tiene totalmente desbordados”, lamenta.