El más reciente libro del presidente Andrés Manuel López Obrador, A mitad del camino, que edita Planeta, no es sólo un retrato de la idea de país del mandatario y una autoevaluación de su gobierno, sino que también contiene información inédita en asuntos de seguridad nacional, política exterior y recaudación fiscal.
Por ejemplo, el presidente reveló el facsímil de una carta que le envió el exsecretario de la Defensa Nacional en el sexenio peñista, Salvador Cienfuegos, poco tiempo después de su detención en Estados Unidos por supuestos cargos de narcotráfico y lavado de dinero. En el manuscrito, el general le dijo a López Obrador que su detención había sido humillante y que no tenía dinero suficiente para pagar su defensa en el país norteamericano.
El libro también incluye un informe inédito de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sobre la misión de rescate de Evo Morales tras el golpe de Estado en Bolivia, para la que México envió una aeronave oficial. El documento revela que, cuando el avión despegó del aeropuerto de Cochabamba, con el mandatario y su comitiva a bordo, soldados bolivianos le lanzaron un cohete en un intento por derribarlo.
López Obrador también revela que su administración logró un acuerdo con las empresas que administran reclusorios para que, al término de los contratos vigentes (de 22 años), las prisiones pasen a ser propiedad del gobierno.
En A mitad del camino también se incluye un reporte del Servicio de Administración Tributaria (SAT) que revela una lista de los 58 grandes contribuyentes más beneficiados con condonaciones durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
El listado de beneficiarios incluye los nombres de empresas cuyos dueños ahora son asesores del presidente López Obrador, como Grupo Salinas −de Ricardo Salinas Pliego−, al que se le condonaron 7 mil 775 millones de pesos, principalmente en el peñismo; Deacero −de Sergio Gutiérrez−, que tuvo condonaciones por 1 mil 993 millones de pesos, todas con Peña Nieto; y Grupo Financiero Banorte −de Carlos Hank González−, al que se le condonaron 1 mil 436 millones de pesos en el peñismo.
Durante la misión de rescate del expresidente Evo Morales tras el golpe de Estado en Bolivia en noviembre de 2019, militares de ese país lanzaron desde tierra un cohete a la aeronave del gobierno mexicano donde viajaba el depuesto mandatario con la intención de derribarlo.
El ataque fue efectuado con un lanzacohetes RPG-7, de fabricación rusa, que está diseñado para destruir tanques y que también es capaz de derribar aeronaves (ha sido utilizado por organizaciones terroristas para echar abajo helicópteros de Estados Unidos y de la OTAN). En México, el Cártel de Jalisco derribó con uno de esos misiles un helicóptero de la Fuerza Aérea en 2015.
La tripulación mexicana, encabezada por militares, logró eludir el proyectil lanzado por soldados bolivianos cuando iniciaba su despegue la aeronave oficial, un jet Gulfstream G550, del aeropuerto de Chimoré, en Cochabamba.
La revelación forma parte de un informe inédito elaborado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), encargada de ejecutar el plan de rescate de Morales, y que fue incluido en el más reciente libro del presidente Andrés Manuel López Obrador, A mitad del camino, que edita Planeta.
“Evo decía que le habíamos salvado la vida; yo pensaba que esa expresión era solo un gesto de agradecimiento por nuestra solidaridad, pero cuando el secretario de la Defensa me entregó el informe sobre los pormenores del operativo, caí en la cuenta del gran riesgo que se había corrido”, escribe López Obrador.
El reporte de la Sedena fue hecho a partir de las declaraciones de los militares directamente involucrados en la “Misión Bolivia”: la tripulación a bordo del Gulfstream G550 que viajó desde la Ciudad de México al país sudamericano la madrugada del 11 de noviembre de 2019, luego del golpe de Estado encabezado por grupos conservadores de ese país en contubernio con el Ejército.
La tripulación se integró por el general piloto aviador Miguel Eduardo Hernández Velázquez, el teniente coronel piloto aviador Felipe Jarquín Hernández, y el capitán segundo Julio César Sánchez Ruperto. Sus funciones serían, respectivamente, las de piloto, copiloto y mecánico de a bordo. Los acompañó Froylán Gámez Gamboa, de la Dirección de Asuntos Especiales de la Subsecretaría para América Latina y el Caribe de la SRE, como representante diplomático de México.
La aeronave aterrizó casi siete horas después en el aeropuerto de Lima, a la espera de autorización para ingresar al espacio aéreo de Bolivia y poder aterrizar en el aeropuerto de Chimoré, en Cochabamba.
Tras horas de negociación entre el representante de la Cancillería y las nuevas autoridades bolivianas, se logró el permiso para volar a Bolivia, donde aterrizaron a las 19:00 horas (tiempo de México) del 11 de noviembre.
Según el relato de los tripulantes, al aterrizar en el aeropuerto de Chimoré, a ambos lados de la calle de rodaje, “se advertía una abundante presencia de personal militar y civiles armados que observaban la aeronave”.
Luego de estacionar en la plataforma de servicio y apagar los motores, el general Hernández -quien pilotaba la aeronave- pidió a la tripulación permanecer a bordo y descendió desarmado, a fin de no provocar “malas interpretaciones”.
Al avión mexicano abordó Evo Morales 45 minutos después, acompañados del vicepresidente Álvaro García Linera y la entonces ministra de Salud, Gabriela Montaño.
“En ese momento, los mexicanos sintieron alivio, ya estaba hecha la mitad del trabajo; lo que ignoraban era que esa había sido la mitad fácil, ahora faltaba completar la parte más difícil y complicada de la misión: llevar a México al señor Evo Morales y sus acompañantes garantizando su seguridad”, indica el informe castrense citado por López Obrador en su libro.
De parte de Perú, la tripulación recibió autorización para volar al aeropuerto de Lima, pero, cuando la aeronave estaba a pocos instantes de iniciar el despegue, desde la torre de control del aeropuerto de Chimoré se les comunicó que no tenían permiso, por lo que se les ordenó volver a la plataforma de servicio, donde advirtieron “una mayor actividad de personal armado y vehículos artillados a ambos lados de la pista”.
El piloto mexicano, el general Hernández, descendió de la aeronave e intentó hacer una llamada, cuando fue rodeado por tres hombres armados que portaban el uniforme del Ejército boliviano. A partir de entonces se la situación se volvió tensa.
“Ordenándole uno de ellos (al general piloto) levantar los brazos, diciéndole que bajarían a Evo Morales de su avión. En ese momento, otro de los individuos se le aproximó por detrás y lo golpeó en la espalda baja con la culata de un arma larga tipo Garand, por lo que el piloto giró hacia la izquierda para enfrentarlo, momento en el cual otro de los individuos, también uniformado, le golpeó en el abdomen con el rompeflamas de un fusil automático ligero, cargando su arma y apuntándole al pecho sin ninguna razón aparente que motivara la acción”, dice el informe.
El general mexicano razonó con el soldado que le apuntaba diciéndole que “los valientes no asesinan”, luego de lo cual éste bajó su arma.
Llegaron más sujetos armados, algunos uniformados y otros vistiendo de civil, que rodearon la aeronave. Muy cerca, a 150 metros, se apostó un hombre con un lanzacohetes RPG, apuntándole al avión.
El general Hernández instruyó a su tripulación que cerraran las persianas de las ventanillas de la cabina de pasajeros y mantuvieran la puerta sellada.
El líder del grupo boliviano volvió a insistir “en sus intenciones de ingresar a la aeronave para extraer a las tres personas de nacionalidad boliviana que se encontraban a bordo”. El general piloto se interpuso en la escalera de acceso y le replicó que no podía darle acceso porque, según el derecho internacional, la aeronave, al ser ostensiblemente propiedad de la Fuerza Aérea Mexicana, debe ser considerada de su jurisdicción.
Tras varias negociaciones, el general Hernández logró que lo pusieran en contacto vía telefónica con un mando que se identificó como el general Terceros Lara, comandante de la Fuerza Aérea Bolivariana, a quien el piloto mexicano le explicó que la razón de su estancia en su país era efectuar una misión humanitaria en cumplimiento de una orden.
El general boliviano accedió a su petición con actitud molesta; le dijo que tenía 30 minutos para abandonar el espacio aéreo de su país, luego de lo cual, advirtió, “él no respondería por la seguridad de los ocupantes ni por la integridad de la aeronave”.
A instancias del general Terceros Lara, se le ordenó a los soldados bolivianos permitir el despegue, y, particularmente, se le pidió al militar que sostenía el lanzacohetes RPG que dejara de apuntarle a la aeronave mexicana. El hombre obedeció, momentáneamente.
Cuando el jet apenas despegaba, con Evo Morales y su comitiva a bordo, le lanzó un misil, que el piloto logró esquivar. El informe de la Sedena detalla la escena:
“Habiendo iniciado el rodaje a las 20:55 horas (tiempo local de México), despegaron a las 21:01; durante el ascenso inicial, el piloto alcanzó a observar, desde el lado izquierdo de la cabina de mando, y cuando casi alcanzaban 1,500 pies sobre el terreno, una estela luminosa similar a la característica de un cohete en la posición de las siete (atrás y a la izquierda de la trayectoria del avión) por debajo del horizonte, estimando el piloto que, en caso de tratarse de un proyectil, el punto desde donde fue lanzado podría estar ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Cochabamba, por lo que efectuó un viraje ceñido hacia el lado contrario de la trayectoria del proyectil (lado derecho), incrementando el régimen de ascenso para evitar el impacto, observando que la traza, muy por debajo de la aeronave, efectuaba una parábola hacia el terreno sin haber alcanzado la altura que en ese momento ya tenían, aproximadamente, de 3,000 pies sobre el terreno, concluyendo su apreciación que el posible cohete podría haber provenido del lanzador RPG que observó en el aeropuerto; respecto a esta situación, decidió abstenerse de comunicar a la tripulación para evitar incrementar la tensión existente y poder mantenerse concentrado en el ya de por sí complicado vuelo”.
Luego de haber dejado a salvo a Morales y su comitiva en México, tras 24 horas sin dormir, la tripulación de militares fue condecorada por el presidente López Obrador.