Son las fotos de Alexis y Jorge impresas en una hoja tamaño carta. Aparecen sonrientes, con una línea negra sobre los ojos y una leyenda debajo: violador y abusador. Quien sostiene las dos páginas es “Mariana”, nombre ficticio para proteger su identidad. “Mis primos abusaron de mí cuando tenía 11 y 13 años”.
Hace seis meses comenzó a hablar sobre ello y este 8 de marzo de 2021 salió a marchar nombrando a sus agresores por primera vez. Cuando se le pregunta por qué decidió hacerlo responde que las feministas le han dado el valor para contar su historia. Al hacer este recorrido sosteniendo las fotografías “sentí miedo, pero con mucho valor también”.
Unos pasos adelante está una manta con letras rojas “Se busca feminicida”. Tiene impresa la fotografía de Jorge Ernesto N., y a lado, el rostro de María Elizabeth Orea Méndez de 33 años, maestra de educación física. “Él asesinó a mi sobrina el 14 de febrero de 2020 en San Luis Texmelucan, Puebla. Seis días después se emitió la orden de aprehensión, pero las autoridades le dieron todas las oportunidades para poder escapar”, explica Aglaé Garrido.
“Queremos que todo México conozca a esta persona, que lo busquen, que su familia también renuncie al pacto patriarcal, igual que el presidente porque nos minimizan, porque creen que nosotras somos las culpables de estas violencias y no es cierto. Mi sobrina era una persona muy brillante que tenía muchas cosas por hacer todavía y el machismo de su esposa por ver que ella sobresalía fue lo que le llevó a la muerte”.
La familia de Elizabeth lo ha intentado todo, incluso buscar al presidente Andrés Manuel López Obrador en una de sus giras el 21 de noviembre donde le entregaron un escrito, pero no han recibido respuesta alguna. “Por eso estamos aquí y estaremos las veces que sean necesarias por mi sobrina”, dice con la voz entrecortada al terminar la marcha en el Zócalo.
En una cartulina rosa está la fotografía de un hombre con bata de doctor y el título “violador y secuestrador”. Hace cuatro años, María, doctora, estaba haciendo su servicio social en una clínica en un poblado de Guanajuato. “Este tipo la invitó a cenar, la secuestró por una semana y la violó. Ella se escapó y cuando llegó aquí a la Ciudad, fuimos a denunciarlo a la Procuraduría. La licenciada que la atendió sí le ayudó en ese momento, pero el caso no procedió, porque dicen que el tipo es de buena cuna, con influencias, según ellos”.
“Ella ha tomado terapias y ahora está trabajando. Esta bien, pero todavía no está lista para salir y protestar aquí, por eso venimos en su representación. Tiene familia y aquí estamos”, dicen las dos mujeres que prefirieron no dar su nombre.
Estos son sólo algunos entre decenas de mujeres que marcharon con las fotografías de sus agresores. Lo hicieron para que todos se enteren, no sólo que ya no tienen miedo, sino también para alertar a las demás.
Por eso, al llegar al Zócalo, el destino final de la marcha, la base del asta bandera se convirtió en un muro de la denuncia. Decenas de fotografías con nombres y apellidos, describiendo el tipo de agresión tapizaron la estructura.
Esos rostros no eran de monstruos sacados de ficción, sino de hombres como cualquiera. Algunos con lentes, bigote, adolescentes, ancianos, calvos, con barba. Usando corbatas, gafas de sol, gorras, en selfies frente al espejo, con sus mascotas, hablando frente a un micrófono o sonriendo.
“Roberto me violó por 7 años”. “Miguel Ángel abusó sexualmente de dos niñas, una de ellas de ocho años”. “Iván intentó asesinar a la chica con la que vivía, fue denunciado y no se hizo nada al respecto”. “Carlos abusó sexualmente de una niña de siete años cuando él tenía 18”. “Armando golpeador”. “Alejandro acosador”. “Axel hace fiestas en su casa y te emborracha para abusar sexualmente de ti. No soy la primera de sus víctimas. Hay muchas chicas que hemos sido violadas y violentadas por él”.
Y más testimonios escritos a mano: “Mi papá me violó desde los 7 a los 15 años. Cuando finalmente hablé, mi mamá me pidió que lo ocultara por el bien de mis hermanos pequeños. Viví en silencio por tres años y decidí que suicidarme era mi único camino”. ‘Lo cuento yo porque mi amiga ya no pudo’.
“Tengo 27 años, toda mi vida he sufrido diferentes tipos de abusos. Acoso callejero, abuso sexual, violación, agresión verbal. Cada pareja de mi mamá abusaba de mí de diferente manera. Cuando camino por la calle no hay día que no me griten obscenidades. Viví refugiada en las drogas y el alcohol”. ‘Lo cuento yo porque mi amiga aún no se atreve”.
Y mientras el muro se llenaba con más fotografías, incluyendo una del presidente López Obrador abrazando al candidato a gobernador de Guerrero y denunciado por abuso sexual, Félix Salgado Macedonio, y la leyenda “rompe el pacto patriarcal”, otro grupo de mujeres intentaba derribar las vallas frente a Palacio Nacional con la consigna “no se va a caer, lo vamos a tirar”.