Mitad enojo, mitad esperanza. Afuera las aglomeraciones, el caos, el desorden, la desinformación y la ausencia de la sana distancia; adentro, una vez cruzada la línea de ingreso al módulo de vacunación, la calma, la espera paciente y la emoción.
El anuncio fue de un día para otro, se supo por amigos, por redes, por Whatsapp, que el miércoles 24 de febrero empezaba la vacunación en San Andrés Cholula, municipio conurbado a la capital poblana. Pero, de nuevo más preguntas, ¿era sólo para los habitantes de San Andrés? ¿Pedirían documentos digitales, o también copias? ¿Se necesitaba tener el registro previo? Al final de la extensa jornada de los primeros dos días de vacunación en Puebla las preguntas siguen en el aire.
El mismo secretario de Salud estatal, José Antonio Martínez, reconoció en la rueda de prensa el 25 de febrero que identificaron varias “áreas de oportunidad” para mejorar el proceso de vacunación, pero las “áreas de oportunidad” siguen sin ser atendidas.
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Igual que fue en el Estado de México fue en Cholula, las personas adultas mayores y sus acompañantes comenzaron a llegar muy de madrugada. Algunos desde las 4 de la mañana del miércoles pasado. Con y sin registro empezaron a hacer fila para recibir la vacuna de la la farmacéutica Pfizer para contener al virus que desde hace casi un año nos tiene con ”el Jesús en la boca”.
Luego de las primeras aplicaciones de las 10 mil 810 dosis de vacunas Pfizer que el gobierno federal envió a Puebla, la gente comenzó a percatarse de que el lugar de residencia no era una limitación para recibirla, que la vacuna no era sólo para las personas de Cholula.
Y la voz comenzó a correrse. Y pronto ya había personas de otros municipios e incluso de estados vecinos: Veracruz, Oaxaca. No hubo distancia que no se recorriera pos de la vacuna, del escudo químico contra la ansiedad y el miedo.
Los números los puso el secretario de Salud estatal. En la mañanera ayer dijo que durante el primer día de vacunación, en el cual se aplicaron 5 mil 800 dosis, detectaron que entre 40 y 50 por ciento de las personas no eran de Cholula. “Esto, lamentablemente, fue lo que ocasionó las aglomeraciones afuera, y como usted [el gobernador Barbosa] y el presidente [Andrés Manuel López Obrador] siempre lo mencionan, todos tenemos derecho a la vacunación y por eso se permitió que todos los adultos mayores se vacunaran”.
El único criterio que sí se respetó, como se estableció en la Política Nacional de Vacunación fue la edad, sólo personas mayores de 60 años recibieron la primera dosis.
Pero a la fecha la estrategia no es clara. Del orden ni hablamos.
El gobierno del estado había dicho que todo lo referente a la vacunación lo manejaría la Secretaría de Bienestar federal, que a su vez explicó mediante su enlace de prensa que la coordinación no sería a través del Delegado, sino de una persona asignada específicamente para ser el enlace de la estrategia “Correcaminos”.
Sin embargo, quien empezó a anunciar que ya venía la vacunación fue el ayuntamiento de San Andrés Cholula, pero quien coordinaría sería el DIF municipal, apoyado en materia de seguridad por la Guardia Nacional y con la participación de la Secretaría de Salud del estado.
Y entonces el caos: cuatro dependencias, tres niveles de gobierno y ninguna claridad ni coordinación. Pedir información era como entrar en una mesa de pingpong a varias bandas: pase a la siguiente ventanilla, pase a la siguiente ventanilla, pase a la siguiente ventanilla… y así en un círculo interminable.
Y para el fin de semana se espera la llegada de 30 mil vacunas más, según dio a conocer el gobernador Barbosa, que serán aplicadas en los municipios de Tehuacán y Tlacotepec.
Hasta ahora, una de las cosas que más ha resaltado durante la vacunación ha sido la falta de “sana distancia”. En algunos de los lugares de San Andrés Cholula acondicionados para la jornada de vacunación, como San Francisco Acatepec y San Rafael Comac, se dieron menos fichas para vacunas, entre 200 y 500, por lo que había menos gente, más distancia entre personas y más calma.
Pero en puntos como el Centro Escolar Alfredo Toxqui, San Antonio Cacalotepec y sobre todo el Centro de Salud con Servicios Ampliados (Cessa) de Tlaxcalancingo, las filas de vacunación se confunden con lo que en un mundo pre COVID-19 pudiera ser la espera para un concierto, o un partido de futbol.
Sobre el Periférico Ecológico, vialidad de alta velocidad que rodea toda la capital poblana con límites de circulación –que no siempre se cumplen– de 90 kilómetros por hora, se instaló entre miércoles y jueves una inusual barrera: un par de patrullas de tránsito municipal haciendo señas para que las y los conductores quiten el pie del acelerador y evitar un accidente con las decenas de vehículos que se amontonaban para tomar la desviación de la lateral que llega al Cessa de Tlaxcalancingo, en San Andrés Cholula.
Este centro de salud es el principal punto de vacunación, pues ahí se distribuyen más dosis que en otros sitios. Muchas personas van de un lugar a otro, pues les dicen que en el lugar en donde están ya no hay fichas, que en otros sí: así que hay mucho movimiento, caos vial, tensión en las calles que rodean los lugares donde hay vacunas.
Por toda la cabecera municipal de San Andrés, desde temprano, tanto el miércoles como el jueves, pasa cada tanto un coche con perifoneo que repite las medidas para prevenirse del COVID-19: “Salir sólo a actividades esenciales, guarda sana distancia, lava tus manos con agua y jabón, usa cubrebocas”. Y mientras el perifoneo recorre las avenidas, a unos metros la gente se sigue aglomerando desesperada por vacunarse, por ver más cerca el fin de la incertidumbre que se vive desde hace casi un año.
Es miércoles, cerca de las seis de la tarde, y después de estar desde las nueve de la mañana entre filas, registros, papeleo, espera, sol e incertidumbre, el señor E. por fin puede entrar a vacunarse en el Cessa. La fila recorre toda la calle lateral y llega hasta el periférico, donde se sigue alargando con la llegada de más y más gente.
La explanada principal del centro de salud, que está a un lado del juzgado de Cholula, está acordonada con cinta amarilla y roja, y tiene una enorme lona y sillas de metal, separadas al menos medio metro una de otra, para aligerar la espera.
Las personas se forman para poder registrarse con su CURP y su INE en mano, algunas llevan los documentos en impreso y original, otras sólo digital y lo enseñan en el celular. A algunas les exigen una copia, a otras no. Unas se molestan, alzan la voz, discuten y cuestionan por qué tal persona ya entró, por qué a unos les piden cosas distintas. Quien lleva el registro es una trabajadora del DIF municipal, a cuyos lados hay cuatro elementos de la Guardia Nacional (GN).
A lo largo del perímetro acordonado hay al menos 20 integrantes de la GN que están distribuidos por la parte delantera y trasera del Cessa, en todas las salidas y entradas, y en los puntos iniciales de la fila. También están los voluntarios del programa “Servidor de la nación”, quienes toman los datos de los adultos mayores dentro de la zona acordonada, donde esperan quienes ya fueron registrados en el primer filtro.
Hay también gente del DIF municipal, de la Secretaría de Bienestar, Policía Auxiliar y personal de la Secretaría de Salud desperdigados por toda el área. Y si bien antes de la entrada a la antesala de la vacunación nadie sabe nada, al cruzar la parte acordonada todo cambia.
La gente no espera más de 30 o 40 minutos, pasan en grupos pequeños, la vacuna se aplica en menos de 30 segundos y después los llevan a la explanada de la parte trasera, que también acondicionaron con una lona y sillas. Ahí están en observación media hora para ver si la vacuna no les hace reacción, y terminando el tiempo va saliendo de uno, de a una..
Los familiares que acompañan a las personas mayores esperan del otro lado de la cinta amarilla, con nervios e ilusión. Ahora todo es al revés: como cuando antes los papás y mamás esperaban con ansias a que los hijos salieran en el bailable de la primaria, ahora son las hijas e hijos quienes toman fotos, videos y aplauden cuando las y los adultos mayores salen vacunados.
El señor E. por fin sale, y a un lado del estacionamiento que colinda con el del juzgado, lo esperan su hermano y su hija. Sonríe mucho, está contento y les dice a sus familiares que siente que lo que está pasando no es real. “Llevamos casi un año con la pandemia, encerrados, con miedo todo el tiempo, y no me la creo que ya esté vacunado (….) hay que seguirnos cuidando, sí, pero ya voy a poder salir sin terror”.
Un día después todo se repite: la misma esperanza, el mismo desorden.
En San Rafael Comac el personal de salud deja pasar a una pareja de viejitos. Cuando entran todas las personas que esperaban, adentro y afuera aplauden, y les gritan felicidades. La alegría de la protección de la vacuna se esparce. En Acatepec aplauden a las enfermeras y médicas que aplican la dosis de la vacuna con una aguja fina, como de insulina.
Pero por más que las dependencias involucradas en la logística de la vacunación y toda la ciudadanía se den cuenta de las fallas en la organización, como reconocieron tanto el propio gobernador Miguel Barbosa como el secretario de Salud durante la rueda de prensa del jueves 25, las cosas no cambian: continúan las filas desde la madrugada, no hay distancia; y la desinformación, el estrés y el caos prevalecen.
¿Cuál es el procedimiento? ¿A qué hora llego? ¿Dónde me formo? Todavía nadie sabe nada. Sí, la vacunación es la luz al final del túnel, pero estamos en/atravesamos un túnel lleno de barricadas.