Cuando Alejandro Arellano Rangel entró a su hospital del seguro social a hacerse un proceso rutinario de hemodiálisis, como los que lleva haciendo cada tres días en los últimos tres años, nunca imaginó que terminaría donde está hoy: internado en un área COVID luchando para no convertirse en una víctima más de la pandemia.
Todo empezó el pasado sábado 9 de enero. Alejandro, de 39 años, asistió ese día al hospital del seguro en Zumpango, Estado de México, a realizarse una hemodiálisis; el tratamiento médico que lo ha mantenido estable todo este tiempo y con un estado de salud óptimo, a pesar de que cuando en 2017 le detectaron una falla renal crónica el diagnóstico no era nada halagüeño.
Sin embargo, Alejandro siguió con su vida normal y con su trabajo en una escuela, con la única salvedad de que debe asistir cada tres días a hacerse la hemodiálisis para limpiar su sangre de toxinas.
Y así lo hizo ese sábado 9 de enero. Fue a hacerse su hemodiálisis como cualquier otro día, aunque en esa ocasión surgió un problema. Tras recibir el alta médica y regresar a su casa comenzó a sentirse mal: durante la hemodiálisis había contraído una bacteria.
Lo mandaron entonces a otro hospital del seguro, al número 200 de Tecamac, también en el Estado de México. Ahí le realizaron estudios y análisis de sangre para determinar cuál era el tipo de bacteria que había contraído, y así determinar la medicación para eliminarla.
El Hospital General Regional 200 de Tecamac, en un escrito enviado a este medio, subrayó que “en todo momento, el protocolo médico que se le ha aplicado al paciente Alejandro ‘N’ ha sido correcto, oportuno y con la atención e insumos necesarios”. Sin embargo, la familia de Alejandro denunció que fue víctima de una serie de negligencias que terminaron con el joven contagiado de COVID y en un estado mucho peor que cuando ingresó a la clínica.
“Los médicos perdieron el estudio (del tipo de bacteria que había contraído previamente en el hospital de Zumpango), y entonces lo tuvieron que dejar más días en el hospital en un área donde había enfermos de todo tipo, incluyendo a pacientes sospechosos de COVID”, explica Lucy Arellano, prima de Alejandro.
Alejandro estuvo internado hasta el viernes 15 de enero. Le dieron el alta, regresó a su casa, y a las horas comenzó a sentir de nuevo que algo seguía sin estar bien. Al día siguiente, el sábado, comenzó la fiebre intensa. El domingo, la tos ya era constante. El lunes, apareció el cansancio extremo. Y para la madrugada del martes, ya no podía respirar. Literal.
Alejandro llamó por teléfono a su madre, que rápido le llevó a un doctor de urgencias a las dos de la mañana de ese martes. Le pusieron el oxímetro y el nivel de saturación era de 74. Las alarmas se prendieron.
El doctor estabilizó al joven y en cuanto amaneció lo llevaron de vuelta al hospital de Tecamac. Sus familiares cuentan que allí le realizaron su sesión de hemodiálisis, pero no le aplicaron oxígeno, ni le hicieron la prueba COVID, a pesar de que presentaba los síntomas del virus.
De vuelta otra vez a casa, el estado de salud de Alejandro se agravó. “Se puso completamente azul”, dice aún con angustia en la voz Lucy Arellano. “Le tomaron la oxigenación y estaba saturando en 41”.
A partir de este punto, la familia de Alejandro narra otra odisea.
El Hospital General 200 de Tecamac expuso en su escrito dirigido a este medio que el viernes 22 de enero Alejandro ingresó a su unidad “con síntomas característicos de COVID-19”, por lo que “se le realizó una prueba” que, dos días después, el 24 de enero, “resultó positiva”.
Pero la familia del paciente asegura que en ningún momento les informaron de esa prueba. “Solo nos dijeron que tenía neumonía”, asegura Gabriela Monzón, pareja de Alejandro, que recalca que, antes de ingresar a la clínica 200 de Tecamac, no tenía ningún síntoma de COVID-19.
Pero, al margen del virus, Alejandro regresó también al hospital porque era imperativo que se aplicara una nueva hemodiálisis, que debe recibir puntualmente cada tercer día para que su salud no se deteriore rápidamente.
Sin embargo, se topó de frente con la realidad de las estadísticas. Esas que aseguran que, al mes de enero de 2021, en todo el Estado de México es casi imposible encontrar una cama libre de hospital, puesto que la saturación hospitalaria en la entidad está por arriba del 80%.
“Por falta de camas para sospechosos COVID, en el IMSS ya no continuaron haciéndole las hemodiálisis”, asegura Lucy”. Resultado: al cuadro de COVID, se sumaron los efectos propios de la intoxicación de la sangre: Alejandro no come, se debilita, y surgen nuevos problemas: la anemia y la diarrea.
“Suma todo eso y lo que tienes es un cóctel mortal para cualquier persona”, apunta Lucy. “Por eso aún no nos explicamos cómo Alejandro sigue vivo. Creemos que es porque él ama estar vivo, por eso está luchando con todo”.
El sábado, los pulmones de Alejandro comenzaron a fallar de nuevo y la oxigenación bajó a niveles todavía más alarmantes. Tanto, que empezó a tener lagunas de memoria. El domingo, los doctores le prometieron a la madre de Alejandro que ese mismo día le harían la hemodiálisis, pero no se hizo.
“En el fin de semana todo el mundo se echaba la bolita de un lado para otro y nadie nos hacía caso mientras mi pareja agonizaba. No había responsables de área, ni nadie sabía nada”, cuenta Gabriela Monzón.
El lunes 25, la madre de Alejandro platicó con doctores de la clínica de Tecamac. Pero éstos, denuncian los familiares del joven, se mostraron “prepotentes y apáticos”. “Nos dijeron que Alejandro estaba bien, que no necesitaba la sesión de hemodiálisis, cuando nosotros sabemos perfectamente que si él no tiene sus sesiones puntuales su organismo se intoxica”, advierte Gabriela.
Este lunes, la familia estalló y recurrieron a las redes sociales para exigirle al IMSS una hemodiálisis y una transfusión inmediata para Alejandro. En el IMSS les tomaron nota de sus datos y les aseguraron atención pronta: “Se realizó programación del tratamiento solicitado. La información se otorgó al familiar responsable del paciente”, respondieron públicamente vía Twitter.
Pero, desesperada, Lucy publicó ese día un video en directo con el hashtag #SalvenAalejandro. Horas después, la etiqueta se hizo trending topic en México. Miles de tuiteros le pidieron al IMSS y a otras autoridades, como Zoé Robledo, el director del seguro social, o Alfredo del Mazo, gobernador mexiquense, una pronta respuesta para que “no dejen morir a Alejandro”.
“Un tuit de sus cuentas puede salvar la vida de Ale”; “arrobemos a las autoridades del IMSS para que esta persona reciba atención urgente”; o “traten a Alejandro como persona, y no lo dejen caer y caer hasta un punto sin retorno”, fueron algunos de los mensajes y reclamos dirigidos al seguro social.
Tras la campaña en redes, el IMSS actuó y la tarde noche de ese mismo lunes realizó a Alejandro la transfusión sanguínea en su clínica de Tecamac. E informó que al día siguiente, el martes 26, le aplicarían la hemodiálisis, tras días de espera.
“Los milagros existen -escribió Lucy en su cuenta de Twitter al dar a conocer la noticia-. Hoy hicieron posible algo maravilloso. Gracias”.
Animal Político buscó al IMSS para preguntarle por qué se demoró la atención de Alejandro, lo cual agravó su delicado estado de salud. El Hospital General Regional 200 de Tecamac respondió que la hemodiálisis estaba programada para el 25 de enero, lunes, pero “los especialistas decidieron postergarla al encontrarle un cuadro de anemia que debía ser atendido”.
El Hospital señaló que, aunque la hemodiálisis fue reprogramada para el martes 26 a las 8 de la mañana, ésta se adelantó para la una de la madrugada, debido a que el paciente “ya presentaba mejores condiciones” tras recibir antes una transfusión de sangre. Y destacó que “en todo momento los familiares fueron informados de los pasos en la atención de su paciente”.
A pesar de esta respuesta, Lucy Arellano dice en entrevista que su familia y ella están convencidos de que si no hubieran acudido a pedir ayuda en las redes sociales “habrían dejado abandonado a Alejandro a su suerte”.
Y lanza una dura reflexión: “¿Por qué siempre tenemos que llegar a estos extremos para ser atendidos como seres humanos en el IMSS?”.
Finalmente, Alejandro fue trasladado al hospital 72 de Tlalnepantla; una de las clínicas COVID del Seguro Social en el Estado de México. Ahí, el joven enfrenta otra batalla; una inesperada cuando ingresó a hacerse un procedimiento de rutina hace un par de semanas: la de vencer al coronavirus.
Por ahora, Alejandro ha salvado el primer match ball: ha evitado la temible intubación y para la tarde del viernes se encontraba estable y con fuerzas renovadas.