Hay días en los que Adriana Escalante, de 29 años y madre de tres niños, siente como si estuviera separada del mundo, de su cuerpo, de sí misma. “Las personas me pueden estar hablando y yo las escucho, pero no les puedo contestar. Es como si las viera y las oyera, pero sin poder reaccionar, como si estuviera en un sueño o no estuviera en mi cuerpo”.
El cuadro de trastornos que Adriana describe empata con lo que José Delgado García, jefe del área Médica de la División de Unidades de Rehabilitación del IMSS, enlista entre las secuelas neurológicas que puede dejar la COVID-19: “deterioro cognitivo en ocasiones importante, con deficiencia en la memoria, en la atención, y en la velocidad del procesamiento mental”.
Solo que, hasta ahora, nadie puede asegurar que Adriana esté padeciendo secuelas por el ataque del virus, porque ningún médico especialista la ha revisado. Ni ahora, ni cuando cursó la enfermedad, si es que la tuvo.
Ella y su familia llevan meses enfermos, sin atención médica. El número de cuántas personas están así en el país no se puede precisar. No hay registros sobre quienes han aguantado en casa los síntomas de la COVID y sus repercusiones.
Adriana nunca se hizo la prueba, pero en julio tuvo mareos, después le vino una gripa moderada, debilidad, pérdida del olfato y del gusto y una leve dificultad para respirar. Su esposo pasó por síntomas similares y sus tres niños tuvieron lo que parecía un catarro.
El municipio de Juárez donde vive la familia, en el estado de Nuevo León, es uno de los focos rojos en la entidad por ser una de las localidades con el mayor número de casos: 2 mil 240. A esos habría que sumar los que no se reportan y confirman con una prueba. Adriana asegura que en su cuadra muchas personas han tenido síntomas. La mayoría no se ha hecho la prueba de COVID.
“No fuimos al médico porque mi esposo se quedó sin trabajo desde finales de marzo y entonces también nos quedamos sin IMSS. Y en el Centro de Salud para personas sin seguridad social, los vecinos nos han dicho que no los están atendiendo, si llegan con síntomas de COVID, los tienen afuera haciendo fila y luego les dicen que ahí no atienden eso”.
Adriana, ama de casa, y su esposo Isidro, que es soldador y hasta marzo se empleaba en un pequeño taller obligado a cerrar por el confinamiento, decidieron guardar cuarentena y tratarse con remedios. A los 14 días, la familia parecía estar mejor. Pero lo más difícil vino después.
Para Adriana empezaron los mareos, después vino una especie de aturdimiento y lo que ella llama la alteración de percepción de la realidad, a eso se sumó un dolor en el vientre y periodos de diarrea y estreñimiento.
Su esposo, Isidro, siente, a sus 27 años, que los pies no lo sostienen. “Le entra como una debilidad. Veo que se esfuerza, pero hasta pararse le cuesta. También tiene dolores de cabeza fuertes y tiene afectado el sentido del olfato. Dice que para él hay cosas que ya no tienen el mismo olor de antes”.
Cuando las secuelas llegaron, Adriana optó por ir con los médicos de farmacia. Acudió con cuatro. Pero solo le daban pastillas para el dolor o para los trastornos estomacales, así que optó por ya no consultarlos.
Lo que encontró como opción fue un grupo de Facebook donde las personas que tienen secuelas de COVID cuentan sus experiencias y se dan consejos. De ahí sacó la idea de tomar vitaminas y lo está haciendo.
Pero los efectos del probable COVID no se van y están afectando toda su vida. “Hay veces que puedo pasar una semana bien y después dos mal. Hay días enteros que estoy con esa sensación de que no estoy en mi cuerpo, en esos días mi hija mayor, de 9 años, cuida a sus hermanos, de 7 y 3. Mi esposo me pregunta en las mañanas cómo estoy, para con todo y sus malestares salir a hacer algún trabajo o quedarse mejor con los niños. Y yo le digo que estoy bien, pero después me pongo mal”.
La joven madre dice que no tienen más opción que esperar a ver si las secuelas pasan. “No queda de otra”.
Las instituciones de salud tratan de echar a andar una estrategia de rehabilitación para los afectados de COVID con los recursos que hay.
En el país, ya se ha dicho, faltan especialistas de todo tipo. Durante años no se formaron los suficientes para dar atención regular a la población, mucho menos para enfrentar una pandemia que puede dejar secuelas no solo en los pulmones sino en muchos órganos, incluidos el corazón y el cerebro.
Las instituciones intentan atender a quienes han estado hospitalizados. José Delgado García, jefe del área Médica de la División de Unidades de Rehabilitación del IMSS, dice que en esa institución hasta el 28 de octubre tenían un estimado de 2 mil 200 pacientes con COVID que requerirían seguimiento médico por diversas complicaciones.
Pero, precisa Delgado, “esa es nuestra cifra general de casos confirmados en el IMSS, la que tenemos de referencia, y le estamos aplicando los porcentajes que se manejan internacionalmente en el seguimiento epidemiológico. No tengo hoy, y nadie la está manejando, una cifra de números precisos, porque no existe”.
En esa cuenta, ni en la de ninguna institución, se incluyen, por supuesto, los casos como el de Adriana e Isidro.
En el caso de las personas que han estado hospitalizadas con necesidad de soporte ventilatorio la complicación más frecuente es la disminución de su capacidad pulmonar, que puede ser leve hasta derivar en una fibrosis, una cicatriz permanente que ya no se quita.
Para atender esos casos se necesitaría un especialista en rehabilitación pulmonar. Esta, explica Delgado, es una alta especialidad. Hay que estudiar medicina primero, después son cuatro años de estudiar rehabilitación, y después otro año de adiestramiento en unidad hospitalaria.
En el IMSS, por ejemplo, esta especialidad ni siquiera existe como tal, solo está la de médicos rehabilitadores. “Como no era una necesidad, no tenemos esta cuantificación, porque por contrato no es algo que se siga. Sin embargo, contamos con médicos que de manera afortunada hicieron esa alta especialidad y que trabajan en el IMSS”, dice Delgado.
Como esa especialidad no estaba ni categorizada, no se tiene un registro oficial de cuántos médicos la tienen, pero Delgado dice que se estima que en todo el sector Salud debe haber alrededor de 120. “Es un aproximado”, recalca. “No hemos hecho una encuesta con todas las instituciones. Y si se ve a nivel mundial, la situación está igual porque nunca se había pensado en un problema de esta magnitud”.
Son pocos recursos humanos para la necesidad de atención que hay. Así que de emergencia se ha estado capacitando a más personal. En el IMSS se preparó, en septiembre, una capacitación a 153 monitores que replicaron con 648 personas de todo el país un curso de rehabilitación pulmonar.
Este se dio en unidades médicas muy específicas que replicarán a su vez al personal operativo. Se hizo en un primer arranque con 123 monitores, quienes tuvieron 1 mil 094 alumnos, no solo médicos, sino también pasantes de medicina, personal de enfermería de los tres niveles de atención, terapistas físicos, ocupacionales, inhaloterapeutas, y asistentes médicas.
La atención en el IMSS se centra por ahora en quienes han estado hospitalizados. Antes del egreso de todos los pacientes se da a la familia “unos folletos muy específicos y el paciente se va a casa con unas actividades muy específicas”, explica Delgado.
En el caso de los pacientes graves, que necesitaron intubación, “aquí no solo es una cuestión de rehabilitación; deben tener un seguimiento, ya sea por medicina interna, o por neumología, y en ese control previo a su alta se esperaría que a dos semanas de su egreso se valorara por estos especialistas para la realización de algunos estudios, y de ser necesario su derivación con el médico especialista en rehabilitación, o con su médico familiar”.
El objetivo, dice Delgado, es atender al paciente de urgencias con todas sus necesidades, ya sea una cuestión menor o mayúscula, con seguimiento por parte de los especialistas. “Hay pacientes que requerirán la atención del cardiólogo, o del neumólogo”.
Juan Luis Mosqueda, director general del Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío, explica que para el caso de la Secretaría de Salud, en la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad (CCINSHAE) se ha estado trabajando para crear un programa de clínicas post COVID, que den apoyo en rehabilitación no solo pulmonar, sino neurológica, cardiaca o lo que los pacientes vayan necesitando.
“Vamos aprendiendo de esto y estamos organizándolo para ponerlo a la brevedad a disposición de los pacientes que lo requieran”.
Mosqueda explica que ya se están iniciando los trabajos en institutos como el de Enfermedades Respiratorias (INER) y el de Cardiología, que de por sí ya tenían áreas de rehabilitación, pero que ahora integrarán este programa específicamente de atención post COVID.
Se pretende que de estas clínicas haya también en otros hospitales de referencia, de alta especialidad, y así atender también a los pacientes de otros hospitales o de diferentes instituciones. La idea es que no se queden solo en el ámbito de las de tercer nivel sino que también haya en las de segundo.
Aunque admite que esto aun está en planeación y que todavía no se tiene el detalle de los tiempos y fases en los que se implementará.
“Es algo que no teníamos pensado. Al principio solo pensábamos en la atención del paciente agudo y ahora nos damos cuenta de que se requiere una atención más allá de la recuperación, incluso para personas con casos más leves”.
Mientras se planea la reconversión de áreas y la capacitación del personal, incluido el de enfermería, a quienes se está capacitando es a los familiares de los afectados.
“Nosotros, por ejemplo, cada paciente que sale del hospital sale con un familiar capacitado para continuar las actividades de rehabilitación, independientemente del seguimiento posterior que se le dé en el hospital”.
El directivo precisa que hay ejercicios para recuperar la capacidad pulmonar, como inflar globos o soplar en popotes, y otros para recuperar los músculos después de días hospitalizados. Y para que el paciente haga estas actividades de recuperación en su casa se está capacitando a sus familias.
Además, hay instituciones públicas y privadas apoyando al sector salud, como el DIF y Teletón. El primero pretende dar atención a 30 mil personas.
María del Rocío García, titular del DIF nacional, explica que la institución tiene ya en marcha el Modelo de Rehabilitación Integral Post COVID-19, que consta de tres etapas: una de detección y diagnóstico, que se ejecuta vía remota y con la intervención de especialistas para recibir opciones de terapia; la segunda, de atención inmediata, también vía remota, a través del micrositio de tele rehabilitación, del portal del SNDIF www.gob.mx/difnacional, donde se ofrece tratamiento; ejercicios de respiración y planes de acción.
La tercera fase será de seguimiento, con atención ya presencial en los centros de rehabilitación de todo el país, una vez que estos puedan abrirse, de acuerdo con el color del Semáforo de Riesgo COVID en cada entidad.
En tanto, los interesados en recibir apoyo pueden marcar a los centros de rehabilitación, los teléfonos se encuentran en la página web de la institución.
Respecto a Teletón, Arturo Emilio Pichardo Egea, director médico corporativo, dice que en sus 22 centros del país están ofreciendo rehabilitación a la población, aunque hasta ahora sólo han atendido a 350 personas que llegaron por cuenta propia, o canalizados por alguna institución de Salud pública.
De esos 350 pacientes, el 50% ha estado hospitalizado; entre 20 y 25% estuvieron en una unidad de cuidados intensivos con ventilación asistida, y el resto tuvieron la variante leve; personas con síntomas como resfriado, tos, que acuden solamente a recibir rehabilitación respiratoria.
Aunque Pichardo explica que ellos ofrecen una atención integral, que abarca todas las secuelas que pueda dejar COVID. Por ejemplo, a nivel cardíaco, dice, probablemente sean secuelas no muy graves si se llega a mejorar la inflamación que produce la enfermedad. Quizá quedan limitados a hacer ejercicio de manera temporal, para eso se les da un programa progresivo de actividad física.
En el plan de atención de Teletón también se incluye la psiquiátrica y psicología. Pero Pichardo reconoce que hay algunas fallas cognitivas importantes que apenas se están empezando a ver con el avance de la pandemia.