Las lluvias de junio de 2020 en el poblado de Iturbide, Vicente Guerrero, en Hopelchén, Campeche, inundaron la casa de Mariana Mercedes Muñoz Chan. Hasta 40 centímetros subió el agua en el interior. El patio sigue convertido, cinco meses después, en un enorme charco de agua verduzca donde crecen los moscos.
En la inundación, Mariana, de 26 años y tejedora de hamacas, perdió su reserva de hilos y su bastidor. Sin esa materia prima no puede producir y si no produce, no tiene dinero para volver a comprarlos. En ese círculo está atrapada, igual que varios pobladores de Hopelchén, al este de Campeche, en la frontera con Yucatán y en lo que se conoce como la región maya de Los Chenes.
La artesana pertenece a la cooperativa Jitbi Kan, integrada por 12 mujeres, que una a otra se fueron enseñando a urdir las hamacas. La tía del esposo de Mariana, doña Victoria, a quien le enseñó el arte otra familiar de otro poblado, le enseñó a su vez a la suegra de la joven y la suegra a ella. En la puerta de sus casas salían en grupo a urdir los hilos y los vecinos empezaron a comprarles.
Entre familiares y amigas formaron, hace poco más de dos años, el grupo, se pusieron a producir en forma y andaron de casa en casa los poblados, vendiendo las hamacas. Cada pieza tarda de un mes a mes y medio en quedar terminada. Es lo que cada una vende en ese tiempo. De acuerdo al tamaño, una de estas camas colgantes puede costar de 800 a más de 2 mil 500 pesos.
Después, la organización maya Ka Kuxtal Much Meyaj AC (el renacer del trabajo colectivo, en español) invitó a las artesanas a capacitarse en procesos de organización y comercialización de sus productos y a formar parte de una cooperativa de cooperativas, Tak Muuk’, integrada, hace año y medio, por 12 grupos, que aglutinan a 147 artesanos, la mayoría mujeres.
La cosa iba marchando bien. Las cooperativas montaron un tianguis agro ecológico y artesanal. Una vez al mes ponían sus puestos en la cabecera municipal de Hopelchén, con una variedad de artículos que iba de hamacas y blusas bordadas hasta dulces típicos.
Pero entonces llegó el COVID. Las actividades no esenciales se cerraron en todos lados y los artesanos ya no pudieron salir a vender sus productos ni montar el tianguis. Idearon una venta en línea. Hicieron una página de Facebook y subieron un catálogo para que las personas elijan. El trato se cierra por WhatsApp y los productos llegan vía FedEx. Así está vendiendo ahora la mayoría de las cooperativas de Tak Muuk’, aunque por lo golpeada que está la economía de los pobladores las ventas son mínimas.
A ese modelo digital estaban tratando de amoldarse en la cooperativa Jitbi Kan cuando llegó el huracán Cristóbal y arrasó con los hilos y los bastidores de la mitad de las artesanas.
Guadalupe del Carmén KuKú es hija de la iniciadora en Iturbide, Vicente Guerrero, de eso de la venta de hamacas, de doña María Victoria, Lupita, como le dicen, es de las que no han podido recuperar su materia prima.
“Yo también perdí mis hilos, mi bastidor se mojó y ya que se moja se va pudriendo la madera y ya no sirve. El hilo lo mismo, se pudre y se rompe, ya no se puede hacer hamacas con eso. Debí haber perdido unos 5 mil pesos, porque había ido comprado hilos, para no estar comprando y comprando”.
La economía de sus familias es precaria y no pueden ayudarles a recuperarse. Mariana cuenta que tuvo que irse a vivir con su suegra. La casa de ella está húmeda y el patio anegado es un criadero pestilente de mosquitos. En la inundación no solo perdió sus hilos y su bastidor, también perdió sus cultivos de limón, naranja, mango, lima. 25 matitas en total que iba a vender en las comunidades vecinas. Sus 20 gallinas ponedoras se ahogaron. Todo se perdió.
Su esposo, albañil de profesión, apenas puede encontrar algún trabajillo desde que toda la actividad económica se cerró por el COVID. Todavía no quieren arriesgarse a ir a Campeche capital. Los rumores de un rebrote les hacen no andar ese camino. A veces se contrata con los menonitas, en la pizca de tomate y chile. Pero hasta esos grandes agricultores están afectados por las inundaciones y el trabajo es poco.
El patio de Lupita también sigue inundado, lo mismo que los caminos. Aunque ella y su esposo, quien se emplea en el campo, no perdieron animales ni cosechas, el terreno donde cultivan está en alto. Pero la artesana cuenta que el comercio está bajo, la gente del pueblo no logra recuperarse y no hay dinero.
La salud es ya otra cosa que les preocupa a las artesanas. Con el agua anegada y los moscos se han presentando las enfermedades. “COVID no hay aquí, pero creemos que dengue sí. Casi en cada casa hay alguien con fiebre y diarrea”, dice Lupita.
En el Centro de Salud hay un solo médico que, dicen, a veces no está o no se da a basto para atender. Los pobladores se quitan los malestares con remedios o con paracetamol.
Álvaro Mena, integrante de la organización maya Ka Kuxtal Much Meyaj, dice que en Hopelchén se inundaron unas diez comunidades, cuatro siguen en el agua. Aunque las autoridades han metido bombas para drenar, el suelo está tan húmedo que vuelve a llover y el agua no se absorbe.
En la cooperativa de cooperativas Tak Muuk hay otros grupos que aunque no perdieron su materia prima en la inundación tienen ventas tan bajas que no les sirven para subsistir.
Doña Elodia Panti Marti, de la cooperativa de Much Meya, dedicada a la confección y venta de ropa bordada, en la comunidad de Xmejia en Hopelchén, cuenta que ella y las otras cinco mujeres que integran el grupo vendían, antes del COVID y de las lluvias, la ropa de casa o en casa a pagos o en el tianguis montado por Tak Muuk.
Ahora, aunque el semáforo de riesgo marca verde para Campeche, todavía no se animan a salir a pregonar ni se ha vuelto a poner el tianguis. “Salir sí da miedo, una de nosotras ya es persona de edad, la otra tiene sobrepeso, otra tiene su niños chicos y no los quiere arriesgar, yo soy recién operada, tuve un tumor en la cabeza y sí nos da miedo contagiarnos”, dice doña Elodia.
Además la gente no tiene dinero para comprar. “Estamos vendiendo en la página de Facebook de Tak Muuk, pero son pocas las ventas. Antes vendíamos ocho o diez prendas cada mes en el tianguis y cada que una salía de casa en casa pues se llevaba 70, 80 prendas que colocaba en abonos. Ahora cada mes vendemos si acaso tres blusas y pues no nos sale ni para invertir para subir la producción”.
En Xmejia ya no están inundados pero sí tuvieron muchas afectaciones. “Con mi esposo cosechábamos maíz, la chigua (calabaza), la pepita chica, ibes (frijoles yucatecos), pero ahorita no se dio casi nada, no sacamos ni la inversión. Andamos espulgando ahí a ver qué se puede comer al menos”, dice Doña Elodia.
Lo que les está ayudando un poco es que su suegro, como ejidatario, entró como beneficiario del programa Sembrando Vida y el esposo de doña Elodia y sus dos hermanas están trabajando el terreno del señor y se reparten el apoyo mensual que otorga el gobierno. A cada uno le tocan poco más de 1,300 pesos.
“Pues ya es algo y con eso también pueden trabajar la tierra, pero sí estamos en una situación muy difícil. Tenemos hijos, yo tengo tres, y ahora además hay que gastar en el internet para que puedan descargar las tareas y entregarlas. Es muy difícil. Estamos listos para levantarnos después de todo lo que ha pasado, y queremos, pero estamos en una situación muy muy difícil”.
Tak Muuk ha organizado una campaña de recaudación de fondos, para ayudar a las artesanas y artesanos a tener dinero para invertir en sus materias primas y que puedan volver a producir.