Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente que se autodenomina de izquierda en México, cuya cruzada contra el “neoliberalismo” defiende como una batalla económica y moral, deposita ahora sus esperanzas en el T-MEC, el remozado acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, para reflotar una economía vapuleada que entra en vigor este miércoles 1 de julio.
Tal paradoja refleja la exitosa integración de América del Norte a partir del libre mercado, condenado por nacionalistas como López Obrador, quien hoy lo ve como un salvavidas a la crisis que provocó la pandemia de COVID19 contra la segunda economía latinoamericana.
“Esto para México va a significar inversión. (…) Por eso es muy importante que entre en vigor el tratado” el miércoles, dijo López Obrador, quien realizará pronto su primer viaje al extranjero en 18 meses como mandatario para visitar a su par Donald Trump en Washington y consagrar la activación del nuevo tratado.
“Estamos por salir de la pandemia y necesitamos reactivar la economía, salir de la recesión económica, de la caída que produjo el coronavirus”, añadió durante su conferencia de prensa del lunes.
La urgencia del presidente está más que justificada. El Banco de México cree que la economía podría caer hasta 8.8% este año, mientras el FMI ve un declive de 10.5%.
Adicionalmente, más de 12 millones de mexicanos, la gran mayoría en la economía informal dejaron de buscar empleo en abril debido al confinamiento y la consecuente parálisis productiva.
Ante la amenaza de un país empobrecido, la promesa del libre comercio obró un milagro sobre AMLO.
“Es realmente una cosa extraordinaria porque el T-MEC, el TLCAN, siempre fue considerado como el pilar del neoliberalismo”, apunta Luis de la Calle, economista que negoció aquel primer acuerdo que instauró la integración norteamericana en 1994 y que culmina este martes.
El experto avala las esperanzas presidenciales al recordar que México remontó sus dos mayores crisis económicas recientes, en 1995 y 2009, gracias al incremento de sus exportaciones.
Pero la fe de López Obrador en el T-MEC es incongruente con sus acciones de política económica y su relación con la inversión privada.
Desde la cancelación de la construcción de un aeropuerto en Ciudad de México, valuado en 13,000 millones de dólares, al inicio de su mandato, las señales contradictorias han crecido.
Este año, decisiones gubernamentales han llevado a la suspensión del desarrollo de una planta cervecera y una central termoeléctrica, cada una valorada en más de 1,000 millones de dólares, atizando un factor que es criptonita para los inversores: la incertidumbre.
Su determinación de fortalecer la industria energética nacional, encarnada en la petrolera Pemex y la eléctrica CFE, también lo han llevado a revisar contratos y regulaciones afectando intereses privados en un sector estratégico para la integración industrial norteamericana, otro fruto virtuoso del pacto comercial.
De la Calle señala cinco tareas para maximizar los beneficios del T-MEC: coordinar la reapertura económica con Estados Unidos, mejorar la logística binacional, promover un mercado energético abundante y eficiente, apostar por la tecnología y respetar las reglas de juego.
“México ha estado en la dirección contraria en varios de ellos si no es que en todos en los últimos meses”, advierte.
El flujo comercial entre los tres países alcanzó los 1.2 billones de dólares en 2019.
Tras 15 meses de ardua negociación y posteriores debates legislativos, México debió ceder en el capítulo laboral del T-MEC y en las reglas de origen de la industria automotriz, estrella del acuerdo.
El aumento del contenido producido en la región y la exigencia de fabricar ciertos componentes en plantas que paguen salarios altos, merman directamente los intereses de las armadoras mexicanas, competitivas por costos menores que los de sus socios.
“Todas las empresas están justamente en la revisión de qué manera van a dar cumplimiento a estas reglas” de origen, dijo Fausto Cuevas, director general de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, de cara al inicio del T-MEC.
“Lo que buscamos es mantener la posición que hemos logrado anteriormente utilizando esta nueva herramienta”, agregó Cuevas a la televisora local Milenio.
Pese a las concesiones, De la Calle concluye que el acuerdo resultante fue mejor que la opción de verlo destruido por capricho de Trump o cuestionado por López Obrador. “En ese sentido, es un gran éxito”, finaliza.
El intercambio de México con sus socios norteamericanos sumó 600,683 millones de dólares en 2019. Un 96% de ese monto corresponde al comercio con Estados Unidos.