Anahí, comerciante de 35 años, dice que está desesperada, que ya no aguanta más: lleva una semana durmiendo en una sala de espera luego de que, tras peregrinar por varias clínicas de la capital mexicana, llegara el lunes de la semana pasada al Hospital General de Iztapalapa con su marido de 48 años.
Desde entonces, no lo ha vuelto a ver, ni a escuchar. Ni a saber casi nada de su estado de salud, más allá de que tienen la sospecha de que es un paciente COVID-19, que está grave, y que lleva días recibiendo el apoyo de un tanque de oxígeno para respirar.
-Mi esposo no quería venir al hospital -narra la mujer, que asegura que todo empezó el 22 de abril pasado, cuando su pareja, también comerciante, comenzó a sentir síntomas de cuerpo cortado acompañado de un extraño e inusual dolor de espalda, que, en poco tiempo, evolucionaron a fiebre y dificultades para respirar.
-Yo entré con él hasta donde tienen el filtro sanitario. Se lo llevaron y tardaron mucho en atenderlo, porque el hospital ya estaba muy atascado de gente. Hasta que, al fin, una enfermera salió y me dijo que mi esposo estaba muy grave y que lo habían ingresado de urgencia.
Anahí dice que se quedó en estado de shock.
Había escuchado en las noticias que hay un virus, que en la tele llaman coronavirus o la COVID-19, que está causando estragos en todo el mundo. Pero no le había prestado mucha importancia porque jamás imaginó que a ella ni a su esposo les afectaría algo que, dicen, viene de un lugar tan remoto como China.
De hecho, aún no está del todo convencida de que la pandemia exista. Por eso dice que no entiende cómo es que su marido llegó por su propio pie al hospital y ahora no le dejan verlo, ni hablar con él; y a ella, además, la trataron como si fuera radiactiva.
-Me dijeron que, por mi seguridad, mejor me fuera y me cambiara rápido de ropa. O que mejor la tirara a la basura, o de plano, que la quemara.
Pero Anahí no se fue a casa. Insiste en que no está convencida del todo de la existencia del virus, pero cuenta que, en la primera noche en la calle, haciendo guardia, vio ocho veces salir a las enfermeras anunciando que ocho personas que estaban intubadas ya habían perdido la vida, en teoría, por neumonía.
Así que, “por si sí o si no”, prefiere no volver a su casa; no quiere arriesgar a sus niños, de ocho, cinco y de dos años, ni tampoco a su cuñado, que además tiene diabetes.
De hecho, dice que esa es su otra gran preocupación: cuánto tiempo le alcanzará a su cuñado los mil pesos que le dejó para que alimentara a sus niños en su ausencia. Y cuánto tiempo podrá ella estirar los otros mil que se echó a la bolsa antes de salir de casa con su esposo para ir a la clínica.
Cuando se agote ese dinero, dice, no sabe qué va a hacer. Sin poder trabajar en su puesto de comida desde hace varias semanas y con su marido hospitalizado, en estado grave, el panorama no es alentador.
Aunque ahora, asegura, solo tiene cabeza para su pareja.
Y la información que le brindan a cuentagotas, la consume.
-La inconformidad es que nadie te dice casi nada, no te informan. Nada más sale una señorita y te dice: ‘qué cree, su esposo ya está muy grave, y ya lo intubaron’. O peor aún: salen y te dicen: ‘su esposo ya falleció’. Y ya. No te dejan ver el cuerpo, ni nada. Solo te dan una caja de cenizas y eso es todo.
-Además -añade enojada Anahí-, te dicen que tiene Covid, pero ni pruebas les hacen, ¿cómo saben entonces? No nos dan certeza. Yo no sé si mi marido tiene neumonía, Covid, o qué chingados es lo que tiene.
Ante este panorama, el pasado miércoles 29 de abril, Anahí y otros familiares de pacientes sospechosos Covid internados en el Hospital General de Iztapalapa bloquearon la calzada Ermita, a la altura de la calle Reforma Aeronáutica, para exigir que se les informara del estado de salud de sus familiares.
Y más recientemente, la noche del pasado viernes 1 de mayo, tuvo lugar otra protesta de familiares, pero esta vez en el Hospital General ‘Las Américas’ de Ecatepec, en el Estado de México.
Esa noche, un grupo de familiares de un joven llamado Arturo Guerrero, internado por Covid 19, entraron a la fuerza al Hospital porque no habían recibido informes de su estado de salud, y al entrar encontraron que su familiar había muerto y que otros cuerpos embolsados yacían en la parte trasera del hospital.
Los familiares del joven entraron en pánico y agredieron a médicos, enfermeras, y al personal de seguridad. Insistían en que su familiar estaba bien un día antes y no se explicaban porqué estaba muerto. Incluso, llegaron a culpar a los médicos de inyectar a los pacientes.
Ante esta situación, médicos consultados por este medio aseguran que entienden la desesperación de los pacientes y también de los familiares. Y que, en una situación de pandemia, de hospitales saturados y poco personal médico, hacen todo lo que pueden.
“El paciente de Covid es altamente contagioso. Por eso, ni podemos dejar entrar a los familiares a verlos, ni el médico que los atiende puede estar entrando y saliendo del área para dar informes”, explica un médico consultado que trabaja en un hospital Covid del IMSS en la Ciudad de México, y que pidió anonimato para evitar posibles represalias laborales.
“Es un problema de organización -añade-. No tenemos áreas diseñadas para los familiares de los pacientes Covid, porque todo ha sido muy repentino”.
Otro doctor, que también pide anonimato, y que también trabaja en un hospital Covid en la capital mexicana, explica que la situación se complica aún más en los hospitales ‘híbridos’, donde, por un lado, tienes pacientes con las dolencias habituales, como dolores abdominales, piedras, en el riñón, etcétera, y por otro, tienes a pacientes sospechosos de Covid.
En estos casos, plantea el doctor, el personal médico tiene que repartirse entre el filtro de clasificación de los pacientes, el área general del hospital, el área de urgencias generales, y el área Covid, de la que no pueden salir.
“¿Quién va a dar los informes en una situación así? -cuestiona el doctor-. Hay turnos que se están cubriendo con solo 3 o 4 médicos. Entonces, no es que no se quiera dar el informe, pero yo no puedo pasar a un familiar al área donde están los pacientes altamente contagiosos. No puedo hacerlo. El problema es que, muchas veces, los familiares no saben esto”.
Otro problema, plantea el mismo doctor, es que, en efecto, están teniendo muchas dificultades para dar diagnósticos certeros al paciente y a los familiares, debido a que se están haciendo muy pocas pruebas de Covid 19, por lo que están tratando los casos de neumonía atípica como coronavirus, pero sin la confirmación de un test.
Y eso, lógicamente, aumenta el nivel de estrés y de desesperación. Hasta el punto, de que el personal médico está sufriendo amenazas y agresiones, como la más reciente del Hospital General ‘Las Américas’ en Ecatepec.
“La gente, en su desesperación, nos dice que tienen que entrar a ver a su familiar, sí o sí. Que ellos asumen los riesgos. Pero, como médicos, no podemos permitir que se pongan en riesgo. Entonces, se han dado situaciones muy lamentables de que, por ejemplo, avientan piedras a los cristales de la fachada del hospital, o de familiares que agreden a médicos y enfermeras cuando fallece un paciente Covid”, cuenta el doctor, en cuyo hospital hay patrullas de la Guardia Nacional custodiando el inmueble.
Un tercer doctor entrevistado, que también pide anonimato, explica que, ante esta situación, están pidiendo a las autoridades sanitarias “romper el cerco de información” para rebajar la tensión con los pacientes y sus familiares, y para dar más transparencia a todo el proceso y evitar casos como el del hospital de Ecatepec.
“Tenemos a pacientes y familiares incomunicados, sin posibilidad de despedirse al término de la vida, y eso, obviamente, genera una situación de angustia y de incertidumbre”, expone el médico.
“Por eso -añade- lo que hemos solicitado a las autoridades sanitarias es que nos compraran una Tablet, o un Smartphone, para ir rompiendo ese cerco informativo”.
En el caso de su hospital, también del IMSS, el doctor asegura que ya les proporcionó un Smartphone. Y gracias a eso, han podido mantener una comunicación más directa y fluida con los familiares, y estos, a su vez, han podido platicar con los pacientes, o verlos a través de fotografías o de videollamadas.
Pero, de nuevo, ante el nivel de saturación que ya se está alcanzando en la capital –el viernes pasado la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum dijo que la capacidad hospitalaria de la metrópoli ya está al 61% de ocupación-, el doctor admite que “no está siendo suficiente”.
Es domingo 3 de mayo, en la tarde. En unas horas, Anahí dice que ya va a cumplir una semana de dormir y vivir en una sala de espera del Hospital General de Iztapalapa de la Secretearía de Salud capitalina, que, a partir de esta semana también se reconvertirá oficialmente como ‘Hospital Covid’ , según anunció el sábado la titular de Salud capitalina, Olivia López.
Entre los sonidos estridentes que salen de unos coches patrulla que custodian una ambulancia, Anahí explica que, al fin, tras la protesta del miércoles pasado en la carretera Ermita, personal del Hospital tomó medidas para aliviar la desesperación de los familiares que buscan saber qué está sucediendo con sus seres queridos.
Por un lado, Anahí cuenta que les ofrecieron mostrarles fotos de sus familiares. Incluso, les pidieron que les escribieran cartas, que el personal médico leería a los pacientes para que, de alguna forma, éstos sientan el apoyo y la cercanía de los suyos en un momento tan delicado y difícil.
Y, por otro lado, la mujer muestra a este medio audios en los que el personal del Hospital les explica con detenimiento qué es el coronavirus, por qué es tan contagioso, qué efectos desencadena, y por qué los familiares no pueden acceder al área donde se encuentran internados.
-A mi esposo lo están atendiendo bien en este Hospital, porque, de lo contrario, yo creo que ya hubiera fallecido -admite conciliadora la mujer de 35 años, que añade que, en la mañana de ayer domingo, ya recibió un informe del estado de salud de su pareja que la hace recuperar un poco de esperanza sobre su pronta recuperación.
Pero, aún así, aunque está más calmada -e informada-, asegura que no se despegará de la sala de espera que se ha convertido en una pequeña extensión de su vivienda.
-Esperaré aquí el tiempo que sea necesario -hace hincapié Anahí-. Hasta que mi marido vuelva a salir por la misma puerta por la que entró. Sano y listo para regresar a casa.