Desde que empezó su continua batalla contra el COVID-19 hace varios días, Karen, una joven médica de urgencias de un hospital público de Ciudad de México, notó que la gente la esquiva cuando va por la calle con su uniforme.
“Ya no es lo mismo salir con la pijama quirúrgica”, dice a la AFP la mujer de 31 años, cuyo nombre real se reserva por seguridad. “La gente sí me ha esquivado, o el de la tienda, que nada más puso el dinero (en el mostrador) y no me lo dio en la mano”.
“Es algo con lo que debemos aprender a vivir, desgraciadamente”, agrega al mencionar que su uniforme siempre está limpio y que se baña hasta tres veces al día.
Al igual que con Karen, los nombres de otros trabajadores de salud mexicanos que relatan sus experiencias a AFP han sido cambiados para cuidar su integridad y evitar represalias en sus centros de trabajo.
A medida que los casos de COVID-19 se incrementaron en México, hasta los 4.661 contagiados y 296 defunciones, la discriminación e incluso las agresiones contra personal médico han crecido debido al temor al contagio que muchas personas dicen tener.
A diferencia de otros países, donde la gente aplaude a doctores y enfermeras que batallan contra el COVID-19, en México una enfermera fue rociada con cloro por un desconocido en el norteño estado de Sinaloa.
Otra trabajadora de sanidad fue agredida a golpes cuando acudió a comprar un café a una tienda en el central estado de San Luis Potosí, el pasado 2 de abril.
Además, habitantes de un poblado del central estado de Morelos amenazaron con quemar el hospital local si recibía a pacientes con coronavirus.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la principal institución de salud pública del país, condenó “enérgicamente” estas agresiones.
“No tienen ningún sentido, ninguna razón y son absolutamente indignantes. No permitamos que el miedo nos ciegue”, dijo el director del instituto, Zoé Robledo, el 8 de abril pasado.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) informó, en tanto, que las denuncias por actos de discriminación se duplicaron entre el 6 y el 9 de abril.
“Las más recurrentes fueron prohibir el uso de medios de transporte al personal de salud, agresiones físicas y verbales en contra de personas diagnosticadas y del personal de salud”, dijo el Conapred en un comunicado.
A Ariadna, una enfermera de 27 años de un hospital privado de la capital, rechazaron atenderla en un negocio debido a su uniforme y ha notado que los taxis ya no paran para llevarla a casa.
“Nos miran distinto, tratamos de salir lo menos posible con el uniforme”, dice. “Una vez fui a comprar pan y la señora ni siquiera me quiso atender, se nota cuando la gente se aleja, te dicen ‘¿por qué sales?”, afirma.
“No sé a quién tenerle más miedo: al covid o a las personas que nos pueden empezar a agredir”, agrega.
Ariadna relata que en el edificio donde vive una colega suya prohibieron el uso de las áreas comunes a quienes trabajen en el sector salud.
“Hubo compañeras que fueron agredidas. (Con) violencia tanto psicológica como verbal. Entonces tomamos la medida de no salir con uniforme, llegar a casa con ropa de civil”, dice, por su parte, Victoria, una enfermera de 25 años de otro hospital público capitalino.
Victoria relata que la medida de evitar los uniformes en la calle fue primero una sugerencia y después una orden de las autoridades del hospital.
Ante las reiteradas agresiones, la policía de la CDMX anunció un operativo para vigilar los centros de salud.
“Este operativo se mantendrá hasta que finalice la emergencia sanitaria”, dijo la institución en un comunicado.
“Los policías coadyuvan con el personal de cada institución de salud para apoyarlos en caso de alguna eventualidad y con ello, mantener el control y evitar la alteración del orden público”, advierte en el documento.
Ariadna reconoce que le entristece la reacción de algunas personas pero confía en poder seguir cumpliendo con su labor.
“Al final del día si alguno de ellos (agresores o discriminadores) llega a estar con nosotros, lo vamos a atender sin duda”, dice.
Victoria comparte la misma convicción de servir a pesar de la hostilidad.
“Cuando tú estás frente a un paciente no piensas en eso, no piensas que es una persona que te pudo haber dicho (cosas)”, dice. “Nuestra prioridad es salvar la vida del paciente”.
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