En medio de una pandemia que ha matado ya a 69 mil 374 personas en el mundo y no para de avanzar, el presidente Andrés Manuel López Obrador se acuerda, precisamente, de un dirigente que yace moribundo.
“Me viene a la memoria la imagen de cuando a Simón Bolívar, enfermo, acostado en una hamaca, casi derrotado y en medio de la desolación, alguien le preguntó: ‘¿Y ahora qué va usted a hacer, general?’, y el libertador respondió, con loca pasión: ‘¡Triunfar, triunfar!’”.
Así también, en la desolación del Patio de Honor de Palacio Nacional, López Obrador grita apasionado “¡Viva México!, ¡Viva México!, ¡Viva México!”, así tres veces, pero nadie secundó la arenga triunfal.
Habituado a dar informes de gobierno cobijado por los políticos y los empresarios que lo aplauden y le repiten sus arengas y lo llenan de abrazos; habituado también a dar, como ha dicho él, bailongos al pueblo en el Zócalo capitalino, por primera vez el mandatario habla en soledad y no escucha aplausos.
No hubo invitados de honor, atendiendo la recomendación de que no se congreguen más de 50 personas. Y los que nunca son invitados llegaron como siempre: cientos de meseros que se quedaron sin empleo, trabajadores de un sector económico que sucumbió ante la pandemia, se juntaron afuera de Palacio Nacional, con tapabocas para no contagiarse pero amontonados todos en la protesta.
“¿Sabes cuánto traigo para venir? Cinco pesos. Con eso me voy a regresar, ya no tengo nada, toda mi despensa se acabó en un mes. En un mes perdimos todo”, dice Jesús Germiniano Pérez, proveniente de Nezahualcóyotl, mesero desde hace 35 años, sin trabajo desde hace 20 días.
Allá adentro, cuatro veces dice López Obrador que ésta es una “crisis pasajera”, pero también, “con absoluto apego a la verdad”, pide a la nación prepararse para lo peor.
“Desgraciadamente todavía falta tiempo y, según los especialistas, la parte más difícil de la epidemia está por llegar”, advierte.
Este informe, el quinto que da en un año y medio de su administración, vendría con un “plan de reactivación de la economía” ante el azote de la epidemia del nuevo coronavirus. El plan fue continuar con lo mismo: más becas a estudiantes, más tandas, más caminos de concreto, más Internet para Todos, más rifas de bienes enajenados, más Sembrando Vida, más refinería de Dos Bocas, más Aeropuerto de Santa Lucía, más Corredor del Istmo, más Tren Maya (el 30 de abril se firmará el primer contrato para iniciar su construcción, en plena emergencia sanitaria).
“A pesar de las adversidades, no se detendrá la transformación de México”, sostiene el mandatario.
Con sus datos, el presidente compromete que en lo que queda del año se crearán 2 millones de nuevos empleos. Ofrece devolver el IVA a las empresas, aunque no precisa cuándo; anuncia 2.1 millones de préstamos para pequeñas empresas formales e informales, y préstamos también para 670 mil trabajadores del Estado. Allá afuera, los meseros sin trabajo que vienen del Estado de México y la CDMX se preguntaban si algo de esto les ayudaría.
“Queremos que el presidente nos haga un préstamo de 8 mil pesos para salir del mes”, dice Zenaida Hernández, 53 años de edad, 10 como mesera, con una hija en la universidad que mantiene ella sola.
“Puedo decir que contamos con el apoyo y la colaboración del sector privado nacional”, asegura López Obrador, pero la Coparmex marcó su distancia.
“No se anunció ninguna medida relevante para afrontar la crisis económica del COVID-19. En plena emergencia, leyó una pieza de divulgación ideológica, embistiendo fantasmas del pasado”, sostuvo el dirigente patronal Gustavo de Hoyos. Esos fantasmas fueron nombrados por López Obrador: “conservadores”, “modelo económico neoliberal”, “neoporfirismo”.
El presidente asegura que quienes no respaldan su plan anticrisis son los empresarios acostumbrados a los rescates al estilo del Fobaproa: “la política de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas”, define.
“Nada nos hará regresar al pasado”, asegura. Pero el mandatario sí socializa entre sus colaboradores el rescate: por mandato suyo, se reducirán los sueldos de los funcionarios públicos, de los mandos medios para arriba, y se les retirará el derecho al aguinaldo. El presidente asegura que esta medida fue avalada en una consulta, pero los afectados supieron de la decisión en el momento en que López Obrador hablaba a la nación.
“Me enteré viendo el informe. Fue un balde de agua fría”, comenta un funcionario con rango de director en el sector Salud. “Mientras no me quiten el trabajo, todo está bien”, dice.
“Vamos bien”, sostiene el Presidente en su informe, pero no hay en ese patio de Palacio Nacional alguien que lo secunde.