“Todos venimos por nuestro gusto. Yo vengo con mi familia. Venimos por nuestra voluntad para López Obrador y estamos bien contentos”. Guadalupe Escalante trabaja como costurera y no necesita que nadie le pregunte para clamar que eso de los acarreados es cosa del pasado.
Faltan unos minutos para las 23.00 horas, momento en que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, lanzará su primer Grito de Independencia, y en el acceso al Zócalo a través de la avenida 20 de noviembre no cabe un alfiler. Toda la plaza está a rebosar. Y todavía hay gente tras los cordones policiales que controlan los accesos. En total, 130,000 asistentes, según datos de la secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México.
El primer grito de la etapa de López Obrador al frente del gobierno de México fue el termómetro, 10 meses y medio después de tomar posesión, de su popularidad. Nada que ver con los chiflidos y las mantas de enfado del sexenio anterior, el de Enrique Peña Nieto, tampoco se vieron camiones provenientes de otros estados o pagados por instituciones o gobiernos municipales.
“El año pasado estaban con su pulsera, su torta y su atole. Yo jamás me paré aquí por ese”, dice Escalante. En su opinión, el nuevo ejecutivo ya ha traído cambios, especialmente en la lucha contra la corrupción.
Si el Grito de 2018 fue la despedida de Peña Nieto y sus “invitados especiales”, el de 2019 supone una exhibición de apoyo popular de López Obrador. Un año antes se escuchaban los reclamos al mandatario saliente. Ahora, el nuevo presidente fue recibido con un “no estás solo”.
Lo resume Francisco Rivera, de 47 años y de Ciudad de México. “Vengo a ver el cambio con un gobierno diferente. “En diez meses ha cambiado, poco a poco, porque no vas a cambiar el mundo en unos días”, asegura el hombre, que luce una playera del movimiento “yo soy 132”.
Desde primera hora de la tarde el Zócalo comenzó a llenarse. A falta de una hora para que López Obrador asomase por el balcón del Palacio Nacional para lanzar sus 20 “vivas” ya era difícil caminar por el interior de la plaza.
Había quien trataba de ganar unos metros vociferando “cuidado niño” mientras el vástago se tambaleaba, aterrorizado, sobre sus hombros. También quien se rendía ante el gentío y abandonaba la plaza antes de que el presidente hiciese acto de presencia. En general, nadie hacía nada porque los cuerpos estaban tan apretados que moverse unos centímetros podía desencadenar una reacción en cadena de consecuencias impredecibles.
A diferencia de años anteriores no se instalaron detectores de metal en los accesos. Sí que había tres filtros policiales. Los agentes vigilaban que no se introdujese pirotecnia.
Esperando la salida de López Obrador se encontraba Anayeli Peña, de 26 años. “Se ve que es algo diferente y veamos cómo va este sexenio con el nuevo presidente. Este año hay más ambiente, la gente vuelve a apoyar al presidente”, dijo.
De todas las razones por las que alguien pudo desplazarse al Zócalo para presenciar el Grito de Independencia es posible que la de Luis Gaspar ‘Chino’ Valeriano sea una de las más inapelables. Su hija Mía Naomí, que estudia el quinto año en la primaria Maestro Arqueles Vela Salvatierra había recibido el encargo de sus maestros de ver algo representativo de las fiestas patrias. Así que la familia se desplazó hasta las inmediaciones del Palacio Nacional.
Valeriano remarcaba la importancia de conmemorar la independencia y la vida de “héroes que nos dieron patria, como Morelos”. El hombre, que trabaja en diversos tianguis en Ciudad de México, reconocía que la situación de México no es buena. Es originario de Guerrero y todavía recuerda los tiempos en los que “se podía caminar por la noche y seguro”.
“Este es el primer año del presidente, esperamos que cumpla lo que prometió en campaña”, dijo.
Junto a ellos se encontraba Jesús Sánchez, un hombre que había acudido con su esposa y su hijo Jesús. El padre, con una máscara de López Obrador. El hijo, con la de Peña Nieto. “Lo llevo para hacer la broma”, decía.
“Venimos todos los años, pero este especial porque venimos con nuestro presidente. El año pasado vino mucha gente acarreada del Estado de México. Ahora no hay camiones foráneos alrededor del Zócalo. La gente vino por su propio pie. Está convencida de que es un cambio el que estamos provocando”, dijo Sánchez.
Entre tanto fervor lopezobradorista resultaba complicado encontrar alguien que no expresara su adhesión por el mandatario. Javier Valencia, trabajador en un banco, es uno de ellos. “Esto es parte del nacionalismo. No soy seguidor de Andrés Manuel, pero me gusta venir todos los 15 de septiembre”, dijo. “Es la primera vez que veo esto lleno. Hay mucha ilusión, yo creo que la gente está hipnotizada”, añadió, entre risas.
El tema de los acarreados, o la falta de ellos, estaba en boca de todos. Por ejemplo, Ricardo Zúñiga, que acudió al acto con un cartel reivindicando el “buen gobierno”, remarcaba que los asistentes al grito eran “pura gente con convicción”. Él acudió al Zócalo “para celebrar con el presidente el primer grito después de años de no haber celebración”.
Los acarreados han formado parte del paisaje del grito durante los últimos años. Así que las redes sociales los echaban en falta. De repente, alguien decía que había autobuses tras la catedral. Pero allí lo único que había era el transporte de la banda filarmónica del CECAM, de Santa María Tlahuitoltepec, en Oaxaca. O el servicio para los invitados de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Más tarde, en las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes, sí que aparecían un par de autobuses.
El primero, financiado por el ayuntamiento de Comitán, en Chiapas, según señalaba su coordinador, Heriberto Jiménez, que se identificó como trabajador municipal. “Nada más sé que nos donaron el camión”, dijo.
El segundo, trabajadores del ayuntamiento de Tapachula con algunos familiares. Como Ariel de Jesús, que acompañaba en el viaje a su mamá, empleada en el consistorio. Todos aseguraron haber participado de forma voluntaria. “El que quería se apuntaba y el que no, no”, dijo De Jesús.
Dos autobuses (y un tercero procedente de Puerto de Veracruz) es cantidad suficiente para descartar el acarreo. Después de años en los que el grito se convirtió en escenario de disputa entre partidarios y detractores del gobierno, el Zócalo atestiguó que el contexto ha cambiado: López Obrador goza de un gran crédito. Tiene casi todo un sexenio por delante.