“Aquí pues el anteojo de seguido me está llegando y aquí se queda y está bien canijo la verdad”. Este es parte de un mensaje de Whatsapp enviado por Zenaida Pulido a Evangelina Contreras Ceja, su compañera en el grupo de búsqueda “¿Dónde están los desaparecidos?” que ambas fundaron en 2013. En él muestra su preocupación por estar siendo sometida a vigilancia.
La activista, de 43 años, fue asesinada el viernes en el tramo de carretera entre Huahua y Pichilinguillo, municipio de Aquila, en la costa de Michoacán. Junto a ella viajaban su esposo Jeremías y un familiar de este. El primero resultó herido y al segundo todavía se le busca.
Según afirma su compañera, Pulido venía recibiendo amenazas desde mayo. En ese momento, ambas coordinaron la quinta caravana “Buscando Encontraremos” que organiza el colectivo Caminando por la Justicia, con quienes habían comenzado a colaborar. Hallaron una fosa con 43 restos óseos que Contreras Ceja cree que puedan ser de su hija Tania, desaparecida en 2013.
Existen dos versiones contrapuestas alrededor del asesinato de Zenaida Pulido.
La primera versión es la de sus compañeras en las organizaciones de búsqueda. Aseguran que la mujer estaba siendo amenazada pero que no había puesto denuncias. Dicen que los responsables la castigaron por remover demasiado el pasado y los crímenes perpetrados en Michoacán.
La segunda versión es la de la Fiscalía General Estatal de Michoacán. Asegura que el asesinato está vinculado a una disputa por un predio. Fuentes de esta institución afirman disponer testimonios de allegados al esposo de Pulido que sostienen esta tesis. El jueves fueron detenidos dos sospechosos, Ricardo C.P. y Enoc C.M., de quienes el Ministerio Público dice que “mantenían diferencias por la posesión de un predio”. Ambos están en la cárcel.
En Michoacán actúa la delincuencia organizada y también existen denuncias contra funcionarios públicos vinculados a estos. Por eso, quienes buscan a sus familiares, no se fían de las fuentes oficiales.
“Con Zenaida nos comunicábamos todos los días. Ella temía por su vida. Me estuvo mandando mensajes, hablábamos por Whatsapp. Tenía mucho temor”, dice Contreras Ceja.
A esta mujer le desaparecieron a su hija y al papá de esta el 11 de julio de 2012. Ambos eran, además, familia de Zenaida Pulido. Sobrina y primo, respectivamente. Por eso conoce bien a la víctima.
Con ella comenzó el proceso de búsqueda de sus seres queridos. A Zenaida le habían desaparecido a su esposo y a otros familiares. Así que solas, sin más ayuda que la convicción, comenzaron a reunirse y a hablar, que es el paso previo a hacer.
En 2016 bautizan el grupo como “¿Dónde están los desaparecidos?”. Dice Contreras Ceja que eran apenas 20 personas. Que la gente tenía miedo. Que muchos no hablaban. Que los que hablaban, no denunciaban. Que mucho menos se atrevían a buscar.
Explica que la fosa descubierta tras la caravana la tenían ubicada desde 2014. Se encuentra en Tizupan, cerca de Caleta de Campos, no lejos de donde Zenaida Pulido cayó abatida. Denuncia que, en aquel entonces, ni el Ministerio Público ni ninguna autoridad se hizo cargo. Hasta que llegaron con otros activistas, en mayo, y tomaron muestras. Cree que son los restos de su hija. Lleva cinco años creyendo que son los restos de su hija. Imaginemos: cinco años con una fosa localizada, pensando que ahí, en ese lugar, están los restos de tu hija.
“Estamos pendientes de los exámenes de ADN”, explica.
Contreras Ceja dice tener buenas razones para creer que esa fosa está vinculada a la muerte de su compañera. Asegura que todas las personas que tuvieron relación con ese descubrimiento han sufrido amenazas: la hermana de Zenaida, la dueña del predio donde su ubicaba, el señor que la descubrió. Pide que no publiquemos sus nombres, que no sería prudente.
“Todos los involucrados han sido amenazados”, reitera.
Asegura que, desde que comenzaron las amenazas, mantenía una estrechísima comunicación con su amiga. Se llamaban constantemente para saber dónde se encontraba cada una. Ella, dice, le había referido que varias camionetas la hostigaban. También a su familia. De hecho, los Pulido han dejado su vivienda en la comunidad de Pichilinguillo, por temor a otro ataque.
“En estos tiempos buscamos la forma de hacer que parezcan las cosas personales, pero no fueron así”, dice Contreras Ceja. No se cree la versión oficial.
La activista asegura que ella misma tiene miedo. Que el lunes, tres días después del asesinato de su compañera, ella misma fue amenazada.
En su opinión, la causa del asesinato es clara: “Por un lado, el crimen organizado. Por otro, para que no andemos haciendo las búsquedas, que no hagamos visible lo que está pasando en Michoacán”.
“Esta es una represalia por participar, como conocedoras del lugar, del descubrimiento de la fosa. Por visibilizar que en Michoacán también hay fosas clandestinas”. Laura Orozco es integrante del Caminando por la Justicia. El jueves, este grupo celebró un acto en Morelia para exigir justicia para su compañera.
“Zenaida había recibido amenazas. Ella y su familia tenían mucho miedo”, dice.
Orozco critica que la Fiscalía negase a Pulido la condición de defensora. Que al redactar el expediente se limitase a señalar que se trataba de una comerciante, pero no hiciese mención a su condición de buscadora de familiares desaparecidos.
“No negamos que fuera activista, pero cuando se hace el reconocimiento, su hijo dice que es comerciante”, aseguran en el Ministerio Público.
Activistas y Ministerio Público chocan en su versión de los hechos.
Fuentes de la Fiscalía aseguran que la única línea de investigación que manejan es la de la disputa por los predios. Estas mismas fuentes indicaron a Animal Político que los dos arrestados se acogieron a su derecho a no declarar pero que testimonios de allegados del sobreviviente, el esposo de Zenaida, refuerzan esta tesis.
En esta misma institución también niegan que la activista hubiese presentado denuncia por amenazas. “No hay antecedentes de amenazas, si hubiese habido denuncias, habría habido protección”, asegura una fuente del ministerio público.
Y tiene razón, en parte.
Según relata Orozco, el día en el que fue asesinada, la víctima se desplazó hasta Huahua para poner esas amenazas en conocimiento del jefe de Tenencia de la comunidad. “Le informó al personal de la jefatura a lo que iba y lo esperó, pero el jefe nunca llegó y entonces se regresó”, afirma.
La activista llama la atención sobre un contexto complejo. “Tenemos una situación de crimen organizado, pero también muchos de los casos de desaparición tienen participación de elementos del Estado, de la Marina, del Ejército”, denuncia.
Zenaida Pulido murió sin encontrar los restos de los familiares a cuya búsqueda dedicó sus últimos años de vida.
Sus compañeras en aquellas indagaciones exigen justicia. No se fían de las autoridades. Piden que se tome en cuenta las amenazas que la víctima les relató haber sufrido.