Marco Hernández López, un indígena Nn’anncue Ñomndaa’ (amuzgo), mira la arena a su alrededor. Parece un valle de dunas en el desierto. Entre las elevaciones una delgada línea de agua corre. Es lo que queda del cauce del río Santa Catarina, en el municipio de Ometepec, en la Costa Chica de Guerrero.
Desde ahí recuerda como hace 25 años corría entre las milpas, se enredaba en las guías de las siembras de frijol, sandía y pepino y se refrescaba a la orilla de este río que divide a Guerrero de Oaxaca.
El río Santa Catarina era una de las 12 cuencas que concentraban 69 por ciento de los escurrimientos naturales de México, de acuerdo a un estudio de la Comisión Nacional del Derechos Humanos (CNDH). Ahora es un diminuto arroyo de agua que ni siquiera garantiza la humedad en las tierras de siembra de los 10 pueblos que hay a su alrededor, donde viven unos 6 mil habitantes, según los censos oficiales. Paso Tabaco, habitado por unas 80 personas, es el pueblo más cercano al río, los separan 400 metros.
La razón de esta sequía en su caudal es la explotación de grava y arena, que en el ámbito industrial se conoce como material pétreo. Su extracción de los ríos es una práctica autorizada desde las oficinas del gobierno federal a empresarios gavilleros que, en el caso de Guerrero y Costa Chica, está ligada a familias de políticos de la región.
“Recuerdo que el río estaba con más agua, con más humedad, ya horita la humedad se está yendo porque el río está más bajito. Antes el agua corría a lo ancho, todo estaba verde, lleno de arbolitos, ni los cerros estaban secos”, dice Marco.
Hace 25 años, siguiendo los recuerdos de Marco, fue una de las mejores épocas para el río y las familias que vivían a su alrededor, porque al año lograban hasta tres cosechas de maíz, frijol, sandía y pepino sin tener que regar los sembradíos.
En Paso Tabaco poco a poco la tierra se secó y enterró no sólo la comida de 25 familias, también la única forma de obtener dinero. Las siembras servían para comer y mantenerse.
En la actualidad el río es una tercera parte de lo que era hace 20 años (300 metros de anchura), sólo en épocas de lluvia mejora su apariencia escuálida.
Para desgracia de los habitantes, las lluvias anteriores agudizaron el problema de los humedales. El sedimento que conocen como arenilla, excavado por las máquinas que saqueaban el material pétreo, fue expulsado por las corrientes a orillas del río y sepultó a más de un metro la tierra fértil, la tierra de siembra. Lo peor quizá esté por venir.
Paso Tabaco está ubicado a 15 minutos en automóvil de Ometepec, ciudad situada a cuatro horas de distancia de Acapulco. Aun con su cercanía de la zona urbana, carece de casi todo. Para llegar hasta ahí hay que bañarse de polvo.
Ya la pobreza es visible. Las casas están construidas de lodo de barro, ligeras varas, lámina y de cartón. Pero lo más notorio es la unidad de sus habitantes, quienes hicieron saber que aun con su condición actual, ocasionada por la sequía del río, nadie se queda sin comer, porque comparten los beneficios de alguna cosecha.
Si al río Santa Catarina no lo hubieran saqueado, es muy probable que las familias a su alrededor no tuvieran problemas de autosuficiencia.
Ahora las tierras de siembra, donde hay principalmente maíz, están cercados con alambres puntiagudos y cortantes. Deben cuidar con esmero cada planta, porque la tierra está seca.
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