El miércoles 22 de mayo luego de pasar 67 días entre sólo ingerir agua y miel y guardar ayuno parcial, Adrián Gómez Jiménez fue trasladado del CERSS nº5 de San Cristóbal de las Casas al Hospital de las Culturas, en la misma localidad. Tenía una infección severa en las vías urinarias, causada por deshidratación y baja en sus defensas.
Adrián reanudó el 13 de mayo, junto con cinco compañeros, una huelga de hambre que había interrumpido ante la promesa del gobierno del estado de revisar sus expedientes jurídicos y darles una respuesta clara a su exigencia de libertad.
Los seis presos, –Abraham López Montejo, Germán López Montejo, Adrián Gómez Jiménez, Juan de la Cruz Ruiz, Marcelino Ruiz Gómez y Juan Pérez Álvarez– iniciaron las protestas desde el 15 de marzo, agrupados y apoyados por varios colectivos.
Todos denuncian que los detuvieron sin una orden de aprensión y que los hicieron confesar bajo tortura delitos que no cometieron, en una práctica que se conoce como fabricación de culpables y que varios activistas y colectivos han dicho que se hace para llegar a la cuota de detenidos o encubrir a los verdaderos culpables.
Adrián Gómez Jiménez, indígena tzotzil de San Juan Chamula, Chiapas, tenía 22 años cuando lo detuvieron, el 3 de febrero de 2004. “Ese día venía yo regresando de San Cristóbal de Las Casas, a donde había ido a buscar a un curandero, cuando un vehículo Sentra, con cuatro agentes, interceptó el taxi en el que viajaba junto con tres compañeros de mi trabajo como peón de albañilería”, cuenta en entrevista telefónica desde el penal.
Les dijeron que estaban detenidos. Los llevaron a San Juan Chamula donde los interrogaron y los torturaron. “Me dieron golpes; me pusieron cables eléctricos en las partes íntimas, bolsas en la cabeza, y tehuacán y chile en la nariz. Me auto inculpé con tal que me dejaran de torturar. Me acusaron primero de la desaparición de dos personas y luego ya de secuestró”.
Adrián asegura que él y sus acompañantes fueron víctimas de la fabricación de un delito. Cuando se le pregunta por qué los eligieron a ellos para eso, dice que por ser indígenas. “Apenas hablábamos español. Yo lo hablaba poco, se notaba que éramos indígenas y pobres y por eso, yo estoy seguro que por eso”.
Juan de la Cruz, otro de los presos en huelga de hambre, tiene una historia similar. Lo detuvieron cuando tenía 26 años y hoy tiene 38. Cuenta desde el CERSS nº5, en entrevista telefónica, que a él lo acusaron del homicidio de un vecino.
“Me hicieron firmar papeles bajo tortura. Durante días me estuvieron dando toques eléctricos en las partes íntimas, me ponían una bolsa en la cabeza y luego chile seco o tehuacán en la nariz, y muchos golpes. Me dijeron que si no firmaba esos papeles, me iban a seguir torturando y yo firmé, con los ojos vendados firmé, ni supe qué”.
Como el gobierno del estado de Chiapas les prometió revisar sus casos, los presos levantaron la primera huelga, en la que duraron 31 días. “Mientras esperábamos que nos cumplieran, estuvimos 20 días en ayuno, comiendo solo unos días y a agua y miel otros, pero el 13 de mayo terminó el plazo acordado para la revisión de los expedientes y no vimos resultados”, dice Juan de la Cruz.
Susana de la Cruz, hermana de Juan, asegura que el gobierno no ha mostrado sensibilidad a las demandas de los presos ni voluntad real para revisar los expedientes.
“El 10 de abril tuvimos una mesa de diálogo con el secretario general del gobierno de Chiapas, Ismael Brito, quien en nombre del gobernador Rutilio Escandón, nos garantizó que revisarían a profundidad, con un sentido muy humano, a través de la mesa de reconciliación, cada expediente de nuestros familiares”.
La hermana de Juan dice que Brito les pidió levantar la huelga de hambre. Así lo hicieron los presos. El 15 de abril iniciaron el ayuno, y acordaron dar un plazo de 20 días al gobierno para que demostrara su buena voluntad.
“Pero solo nos dieron largas, haciéndonos ir de reunión en reunión sin darnos ninguna respuesta concreta. De hecho, Ismael Brito ya no se presentó a las mesas de diálogo, hubo otras dos y en cada una llegaron diferentes funcionarios ¿Este es el sentido humano del que hablaban?”.
Los seis presos en resistencia volvieron a la huelga de hambre. Al día siguiente, el 14 de mayo, después de 17 años de estar en prisión, Juan Pérez Álvarez obtuvo su libertad.
“Pero no lo liberaron por ninguna intervención del gobierno del estado, no es ninguna resolución política por las demandas de los compañeros, Juan salió libre por buena conducta, por trabajo y porque ya llevaba más de 50% de su condena”, aseguran voceros del Grupo de Trabajo No Estamos Todxs.
Los cinco que quedaron siguieron en ayuno total. En la madrugada del martes 21, Adrián Gómez empezó a tener fiebre elevada, escalofríos, dolor y malestar general.
“A las 3:00 de la madrugada, el dolor en las vías urinarias y en las lumbares era ya muy intenso, pero como en el penal no hay médico en la noche, su horario de labor acaba a las 6 de la tarde, me tuve que aguanta hasta la mañana, para las 10 ya estaba yo orinando sangre”.
Alrededor de las 2 de la tarde fue trasladado al hospital. “Me dijeron que tenía una infección severa en la vías urinarias, me inyectaron un antibiótico y a las dos horas me dieron de alta. Dijeron que por ser un preso no podían tenerme ahí, y le preguntaron al custodio que iba conmigo si había médico en el penal. Él les dijo que sí aunque el doctor se va a las 6 de la tarde y la enfermera a las 7. Y me mandaron de regreso al penal con la receta del antibiótico inyectado”.
Adrián dice que debe inyectarse cada 12 horas. En la noche quien le pone la inyección es una custodia del área femenil, aunque ella no tiene ninguna noción de enfermería. “Me ha estado lastimado, me inyecta fuerte, pero qué hago, me tengo que aguantar, necesito terminar los cinco días de antibiótico para que no se agrave la infección”.
En el hospital, a Adrián le dijeron que si no dejaba la huelga de hambre, la infección se le iría a los riñones y ya no se podría recuperar. “Me desanimaron mucho, pero ahora lo que creo es que quisieron aprovechar para presionarme y que ya deje la lucha, pero no lo voy a hacer”.
Adrián, Juan, Germán y Abraham, los cuatros presos en huelga de hambre que están en el CERSS nº5 pasan los días de ayuno total reunidos en una carpita que ellos mismos montaron. Duermen en el piso, y tienen que aguantar el frío. A sus familiares solo les permitieron llevarles unas chamarras y unas mantas.
“Quisieron traernos una parrilla para calentar el agua y disolver ahí la miel que tomamos, pero no los dejaron. Nos tenemos que tomar el agua fría y así nos duele más la panza”, dice Juan que además de diarrea y malestar estomacal ya empieza a presentar también síntomas de infección en las vías urinarias.
“Ahora ya vienen las lluvias –agrega– y no nos dejaron meter una lona para ponerla en el piso, tenemos que dormir así, sobre las cobijas nada más, en cuanto llueva, nos vamos a empapar, pero no les importa, nos quieren presionar para dejar la protesta”.
Para pasar los días de ayuno total, Juan dibuja; Germán y Abraham hacen artesanías y tejen cinturones, Adrián escribe, sobre la injusticia, los días en la prisión, su lucha por salir libre, sobre valorar la vida.
“He escrito reflexiones sobre que la cárcel es una gangrena que te va consumiendo, a mí me estaba consumiendo, hasta que entré a la organización de La Voz Verdadera del Amate, la prisión donde estaba antes de que me transfirieran a San Cristobal, y empecé la lucha por mi libertad”.
Ahora en el CERSS nº5 hizo con sus compañeros una nueva organización, La Voz de Indígenas en Resistencia. “Y no vamos a dar un paso atrás en la huelga de hambre ni en la lucha por nuestra libertad, y si logro salir, voy a seguir en el activismo, me voy a dedicar a la defensa de las personas que como yo estén en la cárcel acusados de un delito que no cometieron y también a la defensa de los recursos naturales”.
Ese es el plan de Adrián y tal vez formar otra familia, por ahora la que tiene, porque sus padres y su hermano ya murieron, es ésta: la de sus compañeros de lucha y ayuno.
“Tenía yo 22 años cuando entré en la cárcel, no tenia esposa, no tuve tiempo de formar mi familia, pero tengo ésta: mis compañeros y los familiares de ellos”.