Aideé estaba por cumplir uno de sus sueños: estudiar en Ciudad Universitaria, el campus de la “mejor universidad de América Latina”, como narraba a sus amigas. La carrera ya la tenía elegida: ciencias forenses. Sus calificaciones de excelencia le habían garantizado que avanzaría a la facultad que quisiera sin problemas.
Pero su sueño se truncó el pasado lunes 29 de abril. Aideé fue asesinada en un aula del segundo piso del edificio P del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Oriente. A la joven la mataron en su propia escuela, dentro del salón donde tomaba una clase.
Su familia es originaria de la localidad de Tempexquixtla en el municipio de Huatlatlauca, Puebla, una comunidad indígena de unos 300 habitantes, y donde según datos oficiales casi la mitad de ellos tienen la educación básica incompleta.
Pero Aideé junto con sus hermanos y su padre vivían actualmente en Iztapalapa y ella, entre otras cosas, llevaba con éxito una trayectoria educativa que estaba a punto de colocarla en una facultad en Ciudad Universitaria.
Una de sus amigas del colegio, que pidió reservar su nombre, la definía como una estudiante “tranquila y aplicada, a la que no le gustaba llamar la atención ni meterse en problemas”. La consideraban una chica hogareña, y no le conocían algún novio. Recordó que la atención de ella, como de otros compañeros, estaba puesta en la graduación.
“Habíamos hablado de los trámites de graduación, de todo lo que venía después. De cuál iba a ser nuestra primera opción de carrera. Eran nuestros últimos días en el CCH… ella siempre estuvo muy segura que quería estudiar en CU a diferencia de otras amigas. Además nos platicaba que estaba en un club de boy scouts (niños exploradores)”, dijo la joven.
La tía de Aideé, Lourdes Cuautle, dijo que su sobrina ya había elegido su carrera: ciencias forenses. Y destacó que la joven, de 18 años de edad, no era una chica que estuviera inmersa en algún problema.
“Era una niña muy tranquila, muy estudiosa, muy buena hija y muy bella. Estamos desconcertados con lo que le sucedió. Era una niña muy linda y un ejemplo a seguir. Siempre fue una estudiante de excelencia académica”, dijo su tía.
El colegio era una de las tres actividades que ocupaban el tiempo de Aideé. Otra eran los clubes de chicos exploradores (boy scouts) a los que pertenecía desde hace años. Y la tercera era la religión que profesaba: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocidos coloquialmente como mormones.
Andrea Cuenca, una amiga de Aideé que también pertenece a la misma congregación, señala que la joven asistía con mucha regularidad al templo ubicado en Ermita Iztapalapa (donde se realizó ayer la ceremonia luctuosa). Y entre las cosas que tenían en común, era que les gustaba el mismo grupo musical: One Direction.
Al igual que todas las personas que la conocían y hablaron con este medio, Andrea define a Aideé como una chica muy noble, a la que le gustaba participar en las actividades de la Iglesia y dar consejos “muy buenos”. Entre lágrimas, contó su último encuentro con ella apenas hace cuatro días en la Iglesia.
“Incluso la última vez que la vi fue el viernes pasado apenas, y ella me dijo que quería lo mejor para mí, que buscara alguien que me quisiera y que me quería ver feliz, que ella me quería ver bien. Ella no tenía novio, le gustaba más la Iglesia. Era una mujer muy virtuosa. Siempre que la veía era de abrazos muy largos, así era con ella. Nunca la quería soltar. Y si hubiera sabido que esa era la última vez que la veía, menos lo hubiera hecho…”
Aideé Mendoza fue despedida por familiares y amigos en la capilla mormona ubicado en la calzada Ermita Iztapalapa, que ella y su familia frecuentaban. La ceremonia, que inició a las 10 de la mañana y culminó pasadas las 7 de la noche, fue presenciada por más de 300 personas.
El cuerpo de la joven fue colocado en un ataúd descubierto de color blanco, rodeado por 15 arreglos florales. Encima del mismo se colocó una rosa junto a una pulsera con los colores azul y oro de la UNAM, y la leyenda “CCH Oriente”.
Entre los asistentes a la ceremonia estaban, además de los familiares de la joven, maestros de su escuela y sus compañeros, muchos de ellos notoriamente conmovidos. Además se pudo apreciar a jóvenes integrantes de diversas asociaciones de niñas y niños exploradores. Y también estaban presentes amigos de su congregación.
No se pudo apreciar, por lo menos visiblemente, a ninguna autoridad del gobierno de la UNAM. Se permitió el acceso a medios de comunicación pero sin cámaras, ello a petición de la familia.
Poco después de las 7 y media de la noche y tras una ceremonia de despedida la joven salió en una camioneta blanca acompañada por una numerosa caravana rumbo a Puebla, al pueblo natal de su familia. La caravana estuvo compuesta por más de 20 vehículos, entre ellos dos autobuses facilitados por autoridades capitalinas.
Hasta la noche de ayer el motivo por el cual fue asesinada Aideé Mendoza dentro de su salón de clases continuaba sin esclarecerse, al igual que el arma utilizada. La autopsia que se le practicó confirmó que falleció a causa de una herida por arma de fuego, de un calibre bajo que recibió en un costado del cuerpo, pero el cartucho percutido no había sido localizado.
La procuradora Ernestina Godoy confirmó que no había elementos para sospechar que el disparo que recibió la estudiante vino de fuera del aula, por lo que la línea de investigación principal apunta a una agresión perpetrada por alguien que estaba dentro del aula. Ayer se continuaba tomando declaración a estudiantes que estaban dentro del salón de clases – entre ellos seis menores de edad-, así como al profesor y directivos del plantel.
Además la Procuraduría de la ciudad practicó diversos peritajes, entre ellos uno de reconstrucción de hechos, en las instalaciones del CCH Oriente.
Otros estudiantes del plantel expresaron en diversas entrevistas dudas respecto a la forma en cómo actuaron las autoridades del CCH para atender esta emergencia. Una de las compañeras de la joven, de nombre Zaira, dijo que pasaron al menos dos horas entre que ella vio a una camilla ingresar y a que se llevaron a Aideé.
Así narra lo sucedido:
“Del salón de clases donde estaba Aideé los compañeros dicen que se escuchó un ruido similar a cuando destapas un refresco, así lo describen, y que Aideé se tiró y comenzó a quejarse. Cerca de las 3 de la tarde yo vi pasar una camilla un tanque de oxígeno lo cual me llamó muchísimo la atención. Pero pasaron de forma muy tranquila subiendo al edificio.
Y poco después de las 5 de la tarde es cuando se comenzó a desalojar el plantel pero no dijeron el motivo. Solo pidieron que desalojaran la escuela. Y nadie entendía. Se decía que era un supuesto ataque. Nos dijeron que nos fuéramos lo antes posible. Y cuando salimos ya había una ambulancia forense”, dijo la joven.
Familiares de la joven también expresaron dudas en torno a la forma en cómo actuaron en el colegio. Una tía de la víctima, Gilberta Mendoza, dijo en entrevista con la periodista Azucena Uresti que su sobrina estuvo 45 minutos en la enfermería del plantel sin que se permitiera su traslado a un hospital, y acusó a los directivos del colegio de ser los responsables de esta situación.
Un reporte policial interno difundido el día de los hechos, y consultado por Animal Político, refiere que, en efecto, se recibió el reporte de una emergencia a las 3 de la tarde en el plantel por lo que personal del ERUM se trasladó al sitio. Sin embargo, una tarjeta informativa de la Procuraduría local señala como hora de los hechos las 4 de la tarde con 45 minutos.