El Brexit no encuentra la salida.
La propuesta de la primera ministra Theresa May para un divorcio pactado entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) resultó derrotada el martes en la Cámara de los Comunes, otra vez.
El proyecto recibió 391 votos en contra y 242 a favor, lo que obliga a realizar una nueva votación este miércoles en la cual los legisladores deberán decidir entonces si desean un Brexit "duro", es decir, sin que medie ningún tipo de acuerdo entre Londres y Bruselas.
Si la votación de nuevo es negativa, entonces deberán votar si posponen de forma indefinida el abandono de la UE o se consuma en la fecha prevista del 29 de marzo.
Y la gran piedra en la rueda del Brexit ha sido ponerse de acuerdo sobre el futuro de la frontera entre Irlanda, una república independiente que forma parte de la UE, e Irlanda del Norte, el territorio que junto a Escocia, Gales e Inglaterra conforma Reino Unido.
Y es que allí se plantea un desafío difícil: cómo evitar que tras el Brexit se instaure allí una frontera con controles y aduanas, lo que iría contra unos tratados de paz de hace más de dos décadas.
La política que propuso May al respecto, conocida como "salvaguarda irlandesa" o backstop (en inglés) se convirtió precisamente en el principal freno para la salida.
Definida por algunos como una especie de "póliza de seguro" es básicamente un dispositivo que busca garantizar que no habrá una frontera "dura" entre las dos Irlandas, incluso si no se llegara a un acuerdo formal en temas comerciales y de seguridad.
Básicamente, implicaría, como último recurso y en condiciones específicas, mantener temporalmente a Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera y del mercado único mientras el resto de Reino Unido los abandona.
Esta salvaguarda solo debería entrar en vigor si para diciembre de 2020 no hay un acuerdo comercial entre la UE y Reino Unido.
Pero como no se establece una fecha límite para esa situación y como siempre se requeriría el visto bueno de los europeos para que se le ponga fin, hay diputados que temen que se enquiste como una situación permanente.
Estos diputados quieren introducir un límite temporal al "backstop", algo que la UE ha descartado.
Europa dice que el acuerdo al que se llegó con May es el mejor y el único disponible, y no está abierta a seguir negociando.
La primera ministra también decía lo mismo hasta que el acuerdo fue rechazado por el Parlamento en enero con una histórica votación de 432 en contra y 202 a favor.
Y, aunque en teoría se realizaron cambios en el proyecto, no fueron suficientes para convencer a la Cámara de los Comunes que, nuevamente, votó este martes en contra.
Irlanda del Norte sufrió un sangriento conflicto entre 1968 y 1998, que enfrentó a los llamados unionistas (de religión protestante, mayoritaria en la región), partidarios de preservar los lazos con Reino Unido, y los republicanos, en su mayoría católicos, demográficamente minoritarios y partidarios de la independencia o de la integración de la provincia a la República de Irlanda.
El acuerdo de paz de Viernes Santo, firmado en Belfast en 1998, puso fin a la violencia, pero contempla como condición la ausencia de fronteras físicas en la isla.
Desde entonces, los ciudadanos pueden cruzar de un lado a otro sin pasar por ningún control.
También, la venta de bienes y servicios se realiza con pocas restricciones, dado que ambos pertenecen al mercado común europeo y a la unión aduanera.
Este ha sido otro de los puntos de controversia: muchos expertos han alertado que restricciones fronterizas ralentizarían el intercambio comercial entre las partes y traería perjuicios para los productores.
Para los defensores del Brexit, por su parte, se debe garantizar una forma en la que la producción de la UE no siga invadiendo el mercado británico.
Con el Brexit, el límite entre las dos Irlandas pasaría a ser frontera exterior de la Unión Europea.
La propuesta nace entonces como una iniciativa para evitar, precisamente, la división de la isla con controles o infraestructuras físicas.
May acabó proponiendo en junio pasado una alternativa: mantener todo Reino Unido en la unión aduanera de manera temporal, pero sin hacer mención al mercado único.
La iniciativa fue rechazada por los líderes europeos y llevó al más estrepitoso fracaso la cumbre de la UE del pasado septiembre en Salzburgo.
Finalmente, a finales de 2018 la primera ministra anunció que su gabinete había respaldado un borrador de acuerdo con la UE que fue aprobado el 25 de noviembre en Bruselas y que incorporaba la polémica figura del backstop.
Tanto Reino Unido como Irlanda son actualmente parte del mercado único y de la unión aduanera, por lo que sus productos no necesitan ser inspeccionados y son comercializados entre ambas jurisdicciones de la isla con pocas restricciones.
Pero, después del Brexit, las dos partes de Irlanda podrían estar en diferentes regímenes regulatorios.
Eso significaría que los productos y bienes que lleguen a Irlanda del Norte deberán ser revisados, incluso si proceden del resto de Reino Unido, para ver si cumplen con la normativa de la UE.
May defiende el backstop por considerar, entre otros argumentos, que es el "último recurso" para proteger los compromisos adquiridos con Irlanda del Norte en el Acuerdo de Viernes Santo.
Si bien tanto Londres como Bruselas acordaron desde un inicio no fijar una frontera "dura" que supusiera la división de Irlanda, decidir cómo implementar ese límite y su funcionamiento ha sido el gran obstáculo para llegar a un acuerdo de divorcio amistoso.
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