¿Te imaginas no poder comer frutas ni verduras crudas? No solo suena fastidioso y limitante, sino también poco sano.
Pero, ¿y si a las frutas y verduras le sumaras los productos lácteos, la soya, el gluten, la lactosa, las nueces y los mariscos?
Eso significa renunciar al pan, la leche, el queso, los yogures, los cereales, el pescado, la pasta, la pizza, una gran variedad de salsas, pasteles, galletas y chocolate… Y la lista sigue.
Esta es la realidad para Debbie Schmid, que tiene que vivir según a una “lista exhaustiva y extraordinariamente larga” de alimentos prohibidos por culpa de sus alergias e intolerancias.
Esta mujer británica de 46 años explica cómo se las ha arreglado para convertir sus limitaciones dietéticas en algo “positivo”.
“Es realmente una broma pesada, porque me gusta mucho comer”, cuenta Schmid.
Tiene alergia severa a los mariscos, las nueces y el apio. Y también tiene el síndrome de alergia oral, lo que significa que todas las frutas y verduras crudas le sientan mal, al igual que los productos lácteos, la lactosa, la soya, el trigo y el gluten.
Así que no puede vivir separada de sus dos jeringuillas de adrenalina (Epipen) en caso de que le dé una reacción alérgica severa.
“Tengo que tomar un antihistamínico todos los días para protegerme de otras cosas que aún no sé que me dan alergia, porque no creo que haya completado la lista de alimentos que mi cuerpo rechaza”.
Los antihistamínicos comunes suelen ser de aproximadamente 10 mg. Los de ella de 180 mg cada uno.
“Al principio tomaba cuatro por día y me estaban destrozando. Pero cuando empecé a comer solo lo que debía y a eliminar muchas toxinas de mi cuerpo, conseguí reducirlas a una pastilla al día”.
Sus problemas comenzaron en 2005 cuando estaba embarazada de 20 semanas y tuvo un aborto natural.
Una semana después, le salió por primera vez una erupción en el cuello después de comer mariscos durante una cena.
“Creo que se produjo un cambio en mis hormonas que causaron esta reacción en mi cuerpo… Solo había tomado una gamba, pero la erupción se extendió por todo mi cuerpo. Me dio fiebre, estaba muy desorientada y con ganas de vomitar. Luego me entró el frío”.
Después de aquel incidente “aterrador”, la llevaron a una clínica especializada y se le diagnosticó con anafilaxia, una reacción grave y potencialmente mortal a ciertos alimentos. En sus caso mariscos, nueces y apio.
También se le diagnosticó con el síndrome de alergia oral, que causa picazón, hinchazón y malestar en boca y garganta después de comer frutas o verduras crudas.
Según los expertos, este tipo de alergias han aumentado significativamente entre la población en los últimos 20 años para convertirse en la forma más frecuente de alergia alimentaria en Occidente.
Sus reacciones alérgicas han ido a más a medida que han pasado los años. Recuerda que una vez “rompió a llorar” en el centro de la ciudad porque no había “nada” que ella pudiera comer.
“Sólo recuerdo haber mirado todos los sándwiches y todos tenían gluten. Y los que no tenían mantequilla y queso, quién sabe qué tenían. No podía ni comer una manzana. Simplemente me quedé pensando: ‘Estoy tan hambrienta'”.
“Estaba llorando por todos los alimentos que no podía comer y creo que ese es el problema. Lo que tienes que hacer es centrarte en los alimentos que sí puedes tomar“.
Desde entonces, ha aprendido a tener una actitud distinta sobre su dieta y ya no siente que se está perdiendo algo.
Pero, ¿por qué empezamos a ser alérgicos?
El profesor Hasan Arshad, presidente de Alergia e Inmunología clínica de la Universidad de Southampton, Inglaterra, y médico consultor, dice que se sabe que a veces los pacientes desarrollan alergias después de un “acontecimiento” en su vida.
“Ese evento podría ser, por ejemplo, una gastroenteritis, una infección que pueda forzar al sistema inmunológico a reaccionar. Puede ser también consecuencia de un cambio hormonal o por estrés físico”, explica.
“Existe cierta constancia a nivel experimental de que una vez el sistema inmunológico recibe algún tipo de ‘ataque’, esto afecta a la tolerancia que nuestro cuerpo tiene a ciertos alimentos”.
El doctor añade que la cantidad de personas diagnosticadas con alergias en los países occidentales está creciendo y se piensa que se debe a los entornos “ultralimpios” en los que vivimos, muy diferentes a los de anteriores generaciones.
Arshad, también es director del Centro de Investigación de Asma y Alergias David Hide, en la Isla de Wight (Inglaterra), asegura que las alergias pueden tener un efecto profundo en la salud mental de los pacientes.
“Muchas personas cuentan que tienen miedo a salir de casa, algo que también les ocurre a los niños. Viven constantemente con el temor de que puedan tener una reacción alérgica… Esto puede resultar devastador”.
“La gente me pregunta qué como”, dice Schmid. “Pero la verdad es que yo como mucho”.
Eso sí, sus alergias la obligan a llevar una metodología.
“Tienes que cocinar todos desde cero prácticamente. No te puedes fiar de las latas y las salsas de paquete o cosas por el estilo porque pueden contener cosas que no puedo ingerir”.
“En casa hacemos un montón de pastas de curry y pastas tailandesas. También elaboramos nuestras propias salsas, y cocinamos muchas verduras al vapor. Puedo tomar pasta sin gluten, muchos platos con arroz, carnes, huevos. También hay una variedad increíble de quesos veganos y hago mi propios pasteles “, enumera orgullosa.
“El lado malo, en mi opinión, es que no puedes ser espontáneo y pensar ‘hoy salgo y como algo por ahí'”.
“Tengo que planificarlo todo muy bien si decido salir a cenar. Tengo que contactar al restaurante o a la cafetería a la que quiero ir y asegurarme de que podrán atender a mis requerimientos”.
“Mi lista es extraordinariamente larga”, reconoce.
Cuando va a fiestas dice que suele comer antes de llegar y que después allí toma una bebida. Si se trata de una cena, tiene que hablar con los anfitriones y explicar de forma muy exhaustiva qué alimentos deben quedar fuera del menú.
Asegura que tanto su familia como sus amigos son muy comprensivos, y que su esposo y sus hijos comen en casa lo mismo que ella.
Su hija y su hijo, de 9 y 12 años respectivamente, han recibido capacitación para saber cómo utilizar su inyección de Epipen en caso de una emergencia.
“Mis hijos se preocupan bastante”, dice ella.
Fuente:NHS, servicio público de salud británico.
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