En los últimos años, los movimientos feministas han atraído una atención significativa en Europa y América del Norte.
Entonces, ¿por qué tantas mujeres jóvenes dicen que no se identifican con el término?
Según una encuesta llevada a cabo en Reino Unido y en Estados Unidos, menos de una de cada cinco mujeres jóvenes se etiquetaría a sí misma como feminista.
Es una cifra sorprendente, ya que el feminismo y la defensa de los derechos de las mujeres en la búsqueda de la igualdad entre los sexos, ha centrado mucha atención últimamente.
Un día después de la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, millones de personas en todo el mundo se unieron a la Marcha de las Mujeres 2017.
Uno de los objetivos principales era defender los derechos de las mujeres, que muchos sentían amenazados.
Otro momento clave fue cuando más de 80 mujeres denunciaron por acoso sexual al productor de cine Harvey Weinstein, alegaciones que él niega.
Los movimientos online también han ganado notoriedad.
La actriz Alyssa Milano sugirió que cualquier persona que haya sido “acosada o agredida sexualmente” debía responder a su tweet poniendo “#MeToo”, resucitando un movimiento iniciado por la activista Tarana Burke en 2006.
Medio millón de personas respondieron en las primeras 24 horas y el hashtag se ha utilizado en más de 80 países.
Muchas otras celebridades han abrazado públicamente el feminismo, incluidas las actrices Emma Watson, que lanzó una campaña de igualdad junto con Naciones Unidas, o la presentadora británica Jameela Jamil.
Movimientos como #sexismodiario y la célebre charla en Ted de la escritora Chimamanda Ngozi Adichie, “Todos debemos ser feministas”, también han sintonizado con millones de personas.
Todos estos eventos han ayudado a atraer atención sobre el feminismo.
Así que puede ser sorprendente que la identidad “feminista” no haya ganado más popularidad entre las mujeres jóvenes de occidente.
En Reino Unido solo ha habido un pequeño aumento en el número de mujeres que se identifican como feministas.
Una encuesta de YouGov en 2018 reveló que el 34% de las mujeres en Reino Unido respondieron “sí” cuando se les preguntó si eran feministas, en comparación con el 27% de 2013.
Es más o menos lo que ocurre en el resto de Europa: menos de la mitad de los hombres y mujeres encuestados en cinco países están de acuerdo en que son feministas. Pero las diferencias entre los países fueron notorias.
Mientras el 8% de los encuestados en Alemania se reconocía feminista, en Suecia esa cifra llegó hasta el 40%.
Sin embargo, las personas no parecen rechazar el término feminismo porque estén en contra de la igualdad de género o porque crean que se ha logrado.
El mismo estudio reveló que ocho de cada 10 personas creía que los hombres y las mujeres deben ser tratados de igual manera en todos los aspectos, y muchos estaban de acuerdo en que el sexismo sigue siendo un problema.
Esto supone una transformación en la actitud.
Otro estudio, que involucró a 27,000 personas en EE.UU., reveló que dos tercios creían en la igualdad de género en 2016, en comparación con un cuarto que lo hacía en 1977.
Y en una encuesta de 2017 en Reino Unido, el 8% dijo que estaba de acuerdo con los roles tradicionales de género: que un hombre debería ganar dinero y una mujer debería quedarse en casa, en comparación con el 43% de los encuestados que pensaba así en 1984.
Si muchos creen que la igualdad de género es importante y que aún no se ha llegado a ese nivel, ¿por qué relativamente pocas personas, incluidas las mujeres jóvenes, se identifican como feministas?
Es probable que crean que el término no le representa.
El sondeo sugiere que el término feminista no atrae a las mujeres de clase trabajadora.
Casi una de cada tres personas calificadas como ABC1, es decir, aquellas con trabajos gerenciales, administrativos o profesionales, se identifica con el término feminista en una encuesta de 2018.
Sin embargo esto pasa solo en una de cada cinco personas C2DE, aquellas que tienen un trabajo manual, están jubilados o son trabajadores ocasionales o desempleados.
Pero en conjunto, ocho de cada 10 personas de ambos grupos, creen que hombres y mujeres deben ser iguales en todos los aspectos, según una encuesta de 2015.
Esto puede sugerir que los grupos de personas con bajos ingresos respaldan la igualdad que sustenta la idea del feminismo, pero no están interesados en la palabra en sí.
Y no solo eso. El grupo étnico puede determinar la visión sobre el feminismo.
Un estudio sobre la opinión de los millennials estadounidenses encontró que el 12% de las mujeres hispanas, el 21% de las mujeres afroestadounidenses, el 23% de las mujeres asiáticas y el 26% de las mujeres blancas se identifican como feministas.
Tres cuartas partes de todas las mujeres encuestadas dijeron que el movimiento feminista ha hecho “mucho” o “algo” para mejorar la vida de las mujeres blancas.
Sin embargo, solo el 60% dijo que había logrado mucho para las mujeres de otras etnias, un sentimiento compartido por el 46% de las mujeres afroamericanas.
Otro obstáculo pueden ser algunos de los estereotipos y conceptos erróneos asociados con el feminismo.
En su introducción en el libro recientemente publicado “Las feministas no visten de rosa y otras mentiras” (Feminists Don’t Wear Pink and Other Lies), la curadora Scarlett Curtis se refiere al estereotipo de que las feministas no usan maquillaje, se afeitan las piernas o les gustan los niños.
Estos estereotipos han persistido a lo largo de los siglos. En la década de 1920, a las feministas solían llamarlas “solteronas” y abundaban las especulaciones sobre sus preferencias sexuales.
Casi un siglo después, estos puntos de vista siguen siendo predominantes.
Tras entrevistar a un grupo diverso de mujeres jóvenes alemanas y británicas para mi artículo, encontré que la asociación del término “feminismo” con el odio a los hombres, el lesbianismo o la falta de feminidad eran factores clave en el rechazo a la etiqueta “feminista”.
La mayoría dijo que no querían llamarse feministas porque temían que les asociaran con estos rasgos.
Y eso a pesar de que muchas dejaron claro que no eran homófobas y algunas incluso se identificaron como lesbianas o bisexuales.
Entonces, ¿cómo podría mejorar la imagen del feminismo?
Podría decirse que, como sociedad, deberíamos hacer más para cuestionar lo que se espera de cómo deben verse y actuar las mujeres.
Trabajar para hacer que este movimiento sea más inclusivo podría significar que el feminismo represente las experiencias y preocupaciones de diversos grupos de mujeres.
Sin embargo, cualquiera que sea la etiqueta que las mujeres decidan adoptar, la indicación de que la gran mayoría de las personas ahora apoya la igualdad, y reconoce que aún no se ha logrado, es alentadora.
Esta pieza de análisis fue encargada por la BBC a una experta que trabaja para una organización externa.
La doctora Christina Scharff es una profesora de Cultura, Medios e Industrias creativas del King’s College de Londres.
Texto editado por Eleanor Lawrie.
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