La crisis en Venezuela no deja de escalar.
Lejos de acercar posturas, la autoploclamación de Juan Guaidó como presidente interino y el respaldo que recibió de Estados Unidos y otros países abrió un cisma político no sólo en el país, sino también a nivel internacional.
El poder ejecutivo, controlado por el presidente Nicolás Maduro, califica lo sucedido como un “intento de golpe de Estado”.
Lo que queda pendiente saber es si existe alguna manera de resolver la crisis de forma pacífica, eliminando una solución armada o más derramamiento de sangre en las calles.
BBC habló con tres expertos en resolución de conflictos internacionales.
Y coinciden en que una salida negociada es la mejor opción.
Una vía de este tipo pone sobre la mesa un primer paso inicial, el del diálogo.
Sin embargo, las partes se muestran a estas horas muy distanciadas en este punto y el choque de fuerzas va en aumento.
En un reciente artículo de opinión en The New York Times, Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, escribió que el tiempo de diálogo se había acabado.
“Cuando la represión no logra resultados, los operadores de Maduro proponen un falso diálogo. Pero ya somos inmunes a la manipulación. Han agotado todos sus trucos”, escribía el jueves el líder opositor, de 35 años.
De alguna manera, Guaidó tiene presente lo poco que consiguieron las ocasiones anteriores en que se sentaron a hablar con Maduro o sus representantes en el marco de las protestas de 2014 y 2017.
Es por eso que en la oposición desconfían de los llamamientos de Maduro.
“La mejor alternativa ante la crisis que padece Venezuela es aquella que combine una salida política, jurídica y ética sólida y sustentable”, dice Juan Tokatlian, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella de Buenos Aires.
“A mi juicio, esa es la única opción incruenta”, agrega.
Esta propuesta implica para el profesor un paquete de elementos vitales: diálogo político genuino, desarrollo de un acuerdo aplicable y, como paso final, un llamado a nuevas elecciones.
Pero es que cualquier solución negociada pasa por una fase previa que es lo que los expertos llaman un “estancamiento dañino“ (hurting stalemate, en inglés).
En esa situación ninguna de las partes tiene capacidad de triunfar y a la vez tampoco acepta ceder.
Es entonces cuando se instala la sensación de que el conflicto entre las partes no va hacia ningún lugar.
Llegado el momento, ambas partes empiezan a reconocer que los costos de continuar en la confrontación superan los hipotéticos beneficios de un triunfo pírrico.
“Ahora mismo el conflicto está estancado. La única manera de que esto se solucione de una forma relativamente rápida y no violenta es que el ejército dé un paso al frente para garantizar una transición que recupere las instituciones democráticas”, explica Anna Ayuso, investigadora senior del CIDOB, un think tank independiente con sede en Barcelona.
“Es el catalizador para desbloquear la situación”, opina.
El problema con este escenario, dice, es que “habría que aceptar que el gobierno de Maduro no es legítimo”.
“La transición no tiene por qué estar liderada por Juan Guaidó. Puede ser otra persona, pero lo que sí implica necesariamente es el reconocimiento de que las pasadas elecciones no fueron transparentes”, añade.
La intransigencia de Estados Unidos y la poca fe en la palabra de Maduro son dos factores muy negativos si se quiere alcanzar una solución negociada, según Ivan Briscoe, de International Crisis Group, una organización que asesora en la resolución de conflictos armados internacionales.
Y no puede haber un proceso de diálogo y negociación si Maduro no da pasos para mostrar su buena voluntad y para recuperar la confianza de la comunidad internacional.
Para Briscoe, esto pasa por cuatro medidas concretas.
“La liberación de todos los presos políticos, reconocimiento de los poderes de la Asamblea Nacional que le han sido socavados desde 2016, el fin de la Asamblea Constituyente y el reconocimiento de reformar la Guardia Nacional Bolivariana, responsable de muchos abusos en las protestas”.
“Si Maduro no pone en marcha estos puntos, no creo que sea posible establecer una agenda para la negociación”, asegura Briscoe.
El experto recuerda que una posibilidad muy repetida en la historia política latinoamericana es que “haya un movimiento en las altas esferas militares”.
“Ese movimiento no sería para reconocer a Guaidó o negociar con él, sino para reemplazar a Maduro por otra figura que defendería los intereses de los militares en una previsible negociación”, apunta.
Todos los expertos que hablaron con BBC Mundo coinciden en recordar que el ejército tiene un peso muy importante en el control de los recursos económicos y en las instituciones del país.
“A estas alturas, cualquier solución va a conllevar acuerdos de convivencia, acuerdos complicados de forjar, en los que probablemente ciertos intereses del chavismo sean respetados en la nueva configuración política”, estima Briscoe.
“En todas las transiciones hay que ceder. Es como en Colombia con las FARC. La justicia transicional es así”, dice Ayuso.
“Habrá unas líneas rojas y otros puntos en los que será necesario hacer concesiones”, estima la experta del CIDOB.
“La crisis de Venezuela es producto de los venezolanos, pero en un sentido más hondo refleja la miopía diplomática de la región”, opina el profesor Tokatlian.
“Nuestra fragmentación -hoy agudizada por múltiples factores- nos va convirtiendo en más irrelevantes y dependientes, ya sea de una potencia declinante como Estados Unidos o de una ascendente como China”, concluye el profesor Tokatlian.