El programa de becas para jóvenes que no estudian ni trabajan, emprendido por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no puede considerarse un empleo pleno porque tiene muchas limitantes, considera la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Funcionarios del organismo internacional coincidieron en que el programa ‘Jóvenes construyendo el futuro’, uno de los pilares de la política de bienestar del presidente, sólo puede ser calificado como una oportunidad de experiencia laboral pues en este esquema son “aprendices” sin obligación patronal de ninguno de los actores.
“El desempleo juvenil va más allá de los ninis. Reconocemos el esfuerzo del gobierno actual pero se prefiere una solución integral”, dijo Noémie Feix, titular de la oficina Nacional de Empleo de la OIT México.
Durante la presentación del informe ‘Panorama Laboral 2018 para América Latina y el Caribe’ de la Organización, la directora para México y Cuba, Gerardina González, advirtió que el programa carece de un complemento educativo que permita a los beneficiarios acceder a un empleo a largo plazo y crecer en él, pues sólo son aprendices que al final de la beca tendrán experiencia y conocimiento, pero no una certificación que lo avale y les dé mayores oportunidades.
Además, apuntó que el programa tiene vacíos que dejan desprotegidos a los jóvenes: en México desapareció la figura del aprendiz de la legislación laboral porque se prestaba a abusos de los empleadores, pero entonces no existe un marco legal que especifique quién protege a estas personas en caso de un accidente laboral o de una arbitrariedad dentro del lugar de trabajo.
“Puede funcionar como un programa de asistencia directa al joven, pero hay que complementarlo para que al mismo tiempo tenga formación certificada, que le permita ir a otra empresa diciendo ‘no solo tengo un año de trabajo sino además tengo una formación’. Les hemos sugerido que complementen el programa con una asociación con la secretaría de Educación Pública”, explicó González Marroquín a Animal Político.
La funcionaria indicó que se requiere delimitar la responsabilidad de la empresa y los compromisos que va a adquirir para educar al aprendiz; y calificó como positivo que sean empresas formales las que se unen al programa, ya que esto elimina uno de los problemas frecuentes del primer empleo: si éste es informal, las probabilidades de que el trabajador permanezca en la informalidad son altas.
“Pero la idea es complementar el programa, aunque también se requieren recursos y hay que ver si los tienen”, precisó.
Los especialistas en materia laboral pusieron foco en un problema que consideran más urgente de atender: que las habilidades que los jóvenes adquieren en las escuelas están atrasadas respecto a las necesidades del mercado, lo que provoca que incluso los más preparados no consigan empleo.
No obstante, reconocieron que la desocupación juvenil es un problema multifactorial que no podrá resolverse con una sola medida. “No hay balas de plata”, puntualizó el especialista regional en economía del Trabajo de la OIT, Hugo Ñopo.
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La OIT presentó su informe sobre el Panorama Laboral 2018 en el marco de su centenario, que se cumple este 2019. En ese contexto, los expertos ofrecieron una serie de datos sobre empleo y economía en Latinoamérica, donde México ha crecido a un ritmo más acelerado pero su salario mínimo sigue siendo el más bajo de todos los países.
Mientras América Latina y el Caribe crecieron 1.2 % durante 2018, México creció 2.2 y su expectativa para 2019 es de 2.5 %. Esto es positivo pero los expertos advirtieron una serie de problemas que ensombrecen las cifras optimistas.
Nuestro país mantiene el salario mínimo más bajo de toda la región: 34 % del salario promedio del sector privado durante 2017, mientras su más cercano competidor (Bolivia) alcanza 62 %.
Esta disparidad se mantiene debido a una caída del salario durante el primer semestre de 2018, y aunque al final del año tuvo un incremento considerable, no fue suficiente para acercarse al resto de los países, explicó Hugo Ñopo.
Otro factor negativo es que en México no ha cambiado la tendencia de informalidad, donde más de la mitad de los trabajadores son informales, lo que reduce las cifras de desocupación pero no incrementa la calidad de los empleos.