La serie The Boss, de la BBC presenta cada semana a un líder empresarial diferente de todo el mundo. Esta semana hablamos con Therese Tucker, fundadora y directora ejecutiva del negocio de software financiero estadounidense BlackLine.
Para establecer y hacer crecer BlackLine, Therese Tucker gastó sus ahorros de jubilación, agotó al máximo sus tarjetas de crédito y obtuvo una segunda hipoteca sobre su casa.
En tanto, dos amigos le prestaron dinero para que ella pudiera pagar los salarios de su personal durante los meses más magros. Ese riesgo -para Tucker y sus amigos- dio sus frutos.
BlackLine, que se lanzó en 2001, hoy tiene un valor de más de US$2.000 millones y la fortuna personal de Tucker se estima en US$380 millones.
Esto la convierte en una de las mujeres más ricas de Estados Unidos, según la revista Forbes.
Debido a que BlackLine, con sede en Los Ángeles, no vende ningún producto de consumo, no es una empresa de la que muchas personas hayan oído hablar.
Sin embargo, sus servicios son utilizados por más de 2.200 empresas de todo el mundo, a los que les proporciona software de contabilidad basado en la nube.
Con ingresos anuales de US$177 millones (2017) y 800 empleados, sus clientes incluyen a Coca-Cola, eBay, Philips y Under Armour.
Con el cabello teñido de rosa y una risa contagiosa, Tucker, quien tiene más de 50 años, asegura que ser empresaria está en su ADN y que se siente cómoda tomando riesgos.
Sin embargo, cuando comenzó BlackLine, dice que ni siquiera consideró la posibilidad de buscar un fondo de capital de riesgo para invertir en su negocio.
"En aquellos días no hubiera sabido cómo conseguir capital de afuera", dice. "Y, francamente, dudo que alguien hubiera puesto dinero".
Tucker agrega que debido a que había fracasado con algunas start-ups en el pasado, creía que ningún inversionista la apoyaría para empezar, porque no tenía "ninguna otra empresa exitosa en mi haber".
Así que, en lugar de eso, tuvo que confiar en sus propios medios para recaudar fondos, y apoyarse en sus dos amigos.
Incluso si hubiera buscado inversión formal cuando comenzó BlackLine en 2001, las probabilidades iban en su contra por el simple motivo de que es mujer.
A pesar de la cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo dedicado recientemente a tratar de diversificar la industria de la tecnología, solo el 15% de todos los dólares de capital de riesgo invertidos en EE.UU. en el sector en 2017 se destinó a empresas con una fundadora mujer.
Eso de acuerdo con All Raise, un grupo de presión que trabaja para que haya más mujeres en puestos de alto nivel en la industria.
Criada en una granja en el medio oeste de EE.UU., Tucker se licenció en ciencias de la computación y matemáticas en la Universidad de Illinois.
Su primer trabajo fue para Hughes Aircraft, en el sur de California, y luego se convirtió en programadora independiente de software.
Antes de lanzar BlackLine, ella era la directora de tecnología de la firma de software SunGard, un trabajo al que renunció para pasar más tiempo con sus dos hijos pequeños.
Fue una reunión con su gerente de finanzas personal lo que la inspiró a lanzar BlackLine.
Tucker notó que el software de impuestos que estaba usando la compañía era engorroso e ineficiente. Ella sabía que podía construir algo mejor y así lo hizo.
Si bien BlackLine inicialmente se autofinanciaba, eventualmente consiguió una millonaria inversión en 2013 de la firma de capital privado Silver Lake. Luego empezó a cotizar en la bolsa de valores Nasdaq en 2016.
"En el mundo de la tecnología estas salidas a bolsa son pocas y no ocurren muy seguido, así que el hecho de que ella haya podido hacer eso después de tanto esfuerzo, es un verdadero logro", dice Christie Pitts, socia general de Backstage Capital, un fondo de inversión que respalda a mujeres, a personas de minorías étnicas y a la comunidad LGBT.
Pitts agrega que Tucker destaca en el mundo tecnológico por haber construido una compañía tan exitosa siendo una mujer mayor de 40 años, lo que considera una "narrativa contraria a la historia tecnológica habitual".
En un mundo en el que abundan las críticas por la falta de mujeres al frente de empresas es sorprendente que el nombre de Tucker no sea más conocido.
Ella reconoce que la industria de la tecnología debería hacer más para atraer y retener a las mujeres, pero se siente aliviada de no haberlo sabido cuando estaba comenzando.
Cuenta que estaba demasiado ocupada construyendo su compañía como para desanimarse o distraerse por la disparidad de género.
Sin embargo, recuerda que el acoso sexual solía ser parte de la vida cotidiana en el mundo corporativo.
"Ese era el entorno en el que trabajábamos todas las mujeres jóvenes de mi edad", dice Tucker, agregando que aprendían a "reírse de lo asquerosas que eran algunas personas".
"Simplemente lidiabas con eso. No presentabas una queja porque eso habría estancado tu carrera".
Tucker cuenta que una mujer con la que trabajó en el pasado se quejó de los avances sexuales de su jefe y, como resultado, quedó completamente al margen.
Más tarde ella contrató a esa mujer.
Opina que un gran aspecto positivo en los lugares de trabajo de hoy es que las mujeres más jóvenes han aprendido a negociar mejores salarios y condiciones.
"Creo que las mujeres de mi generación no supimos negociar bien", dice. "He oído a mujeres decir: ‘No necesito un aumento de sueldo’. ¿Por qué alguien diría eso?".
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Ella cree que demasiadas mujeres, al ayudar a construir un negocio, optan por sacrificar sus propios salarios por el bien de la empresa.
"Eso es genial si cada persona hace lo mismo", afirma. "Pero los hombres tradicionalmente son mejores para pedir más dinero y acciones a cambio de su trabajo".
Tucker dice que trabajar en la granja de su familia, siendo la menor de cuatro hermanas, la preparó para la vida como empresaria.
"Creo que una de las mejores cosas de mi crianza fue que los granjeros quieren hijos, y mi padre no tuvo varones".
Se esperaba que las hermanas ayudaran a manejar tractores, arreglar autos, alimentar a los cerdos y pollos, y cosechar la soja, el maíz y la avena.
"La gente dice: ‘Oh, has roto estas barreras’ y yo digo ‘¿Qué barreras?’ No sabía que estaban allí".
"Eso fue una parte muy importante de mi educación en una granja".
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