Tal y como también sucedió el año pasado, seis países latinoamericanos están llamados a elegir un nuevo presidente en este 2019.
Pero las similitudes del calendario electoral parecen agotarse ahí.
Efectivamente, mientras que en 2018 eligieron nuevo mandatario los tres países más poblados de la región (Brasil, México y Colombia), esta vez el turno es para algunos de los más pequeños: Uruguay, Panamá y El Salvador.
Y si bien el impacto de lo que pueda ocurrir con los comicios de Argentina y Bolivia no debe desestimarse, por el momento nada hace prever un sacudón de la política latinoamericana tan fuerte como el provocado por las elecciones de Andrés López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil.
Eso, sin embargo, no significa que no existan razones para interesarse por todos estos comicios presidenciales y los que también tendrán lugar en Guatemala a mediados de 2019.
En este recorrido cronológico por el calendario electoral latinoamericano te explicamos por qué.
"El pulgarcito de Centroamérica" será el primer país de todo el continente en acudir a las urnas para elegir un nuevo presidente, con la primera ronda de las elecciones celebrándose el domingo 3 de febrero y con el 10 de marzo como la fecha para un eventual balotaje.
Y, por primera vez desde la firma de los acuerdos de paz de El Salvador, en 1992, el favorito no compite bajo la bandera de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) ni del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación (FMLN), en el poder desde 2009.
Desgastado por numerosos escándalos de corrupción, el FMLN marcha en un lejano tercer lugar en todas las encuestas, mientras que la coalición de derecha Alianza por un Nuevo País, liderada por ARENA, empieza el año anclada en la segunda posición.
Mientras que el favorito en los sondeos es el exalcalde de San Salvador, Nayib Bukele, quien con 37 años podría convertirse en el presidente más joven de la historia reciente del país.
Bukele resulta difícil de encasillar políticamente, pues fue expulsado del izquierdista FMLN en 2017 y ahora participa en los comicios bajo la bandera de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA).
Pero él se presenta como el candidato del cambio y de la lucha contra la corrupción que también ha lastrado a ARENA y al mismo GANA, al que el candidato se ha cuidado sin embargo de criticar.
En cualquier caso, la capacidad de Bukele para cambiar realmente las cosas en el que todavía es el país más violento de Centroamérica -y el lugar de origen de muchos de los migrantes que enfurecen al presidente estadounidense, Donald Trump– podría verse seriamente limitada por la falta de diputados propios en la Asamblea Legislativa, bajo el control de ARENA y sus aliados desde las elecciones legislativas de 2018.
Y su triunfo no está, ni mucho menos, garantizado, con el arenista Carlos Callejas y el oficialista Hugo Martínez listos para una batalla que seguramente resultará más reñida de la sugerida por las encuestas.
Panamá celebrará elecciones generales el domingo 5 de mayo luego de una campaña de solo 60 días que se disputará bajo nuevas reglas diseñadas para reducir el impacto del financiamiento privado en el proceso electoral.
Los analistas, sin embargo, dan por sentado que eso no evitará que las mismas estén dominadas por ataques y descalificaciones, con la corrupción figurando de nuevo como un tema clave.
De hecho, la participación del expresidente Ricardo Martinelli en los comicios no pude descartarse, aunque el exmandatario -vinculado a numerosos escándalos de corrupción, que él siempre ha negado- actualmente enfrenta un juicio por escuchas ilegales desde la cárcel.
El expresidente figura como candidato independiente a la alcaldía de Panamá y también es candidato a diputado por el opositor Cambio Democrático, pero se especula que el candidato a la presidencia por ese partido, Rómulo Roux, podría postularlo a la vicepresidencia.
Y Roux, quien empieza el año como segundo en los sondeos, ya también formalizó una coalición con los miembros de Alianza, una escisión de su partido, fundado por Martinelli.
La carta del oficialista Partido Panameñista, por su parte, es José Isabel Blandón, quien ya selló una alianza con el Partido Popular con la intención de lograr algo bastante raro en Panamá: la elección de un candidato del partido de gobierno.
Pero el ligero favorito en estos momentos es Laurentino Cortizo, del Partido Revolucionario Democrático, fundado por Omar Torrijos, quien también prepara una alianza con el Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (Molirena).
La corrupción seguramente también será un tema central de las elecciones de Guatemala, con el país centroamericano actualmente asistiendo al duro enfrentamiento entre el gobierno del presidente Jimmy Morales y la Comisión Internacional contra la Impunidad, CICIG.
En su momento Morales fue el mayor beneficiado de las investigaciones impulsadas por la comisión, al ofrecerse como una alternativa a un sistema político corrompido hasta la médula, pero muchos guatemaltecos ahora lo consideran más de lo mismo.
Y, en ese contexto, los comicios previstos para el 19 de junio podrían terminar decidiendo el futuro del proceso de renovación de ese sistema, debilitado por el trabajo de la CICIG.
El rostro más visible de esa voluntad de depuración y cambio sería la ex fiscal general Thelma Aldana -ganadora en 2017 del llamado Premio Nobel Alternativo, el Right Livelihood Award- quien sin embargo todavía no ha oficializado su postulación.
Pero la de Aldana es una de varias candidaturas expuestas a potenciales trabas legales y administrativas por parte de los actuales representantes de un sistema político que se resiste a desaparecer.
Por esto, y por lo que ya pasó en su momento con Jimmy Morales, todavía es demasiado pronto para tratar de identificar favoritos para unos comicios que, muy probablemente, se decidirán además en un balotaje en el mes de agosto.
Pero, por lo pronto, entre los otros nombres que ya están sonando destacan los de la contendiente de Morales en la segunda vuela de 2015, la ex primera dama Sandra Torres; el del tres veces candidato presidencial Alejandro Giammattei, ahora por el recién fundado partido Vamos; y el de Zury Ríos, hija del ex presidente de facto juzgado por genocidio, Efraín Ríos Montt.
En contraste con las turbulencias de los comicios centroamericanos, las elecciones presidenciales de Uruguay, convocadas para el 27 de octubre, se anuncian especialmente tranquilas.
De hecho, una ligera mayoría de uruguayos se ha dicho convencida de que el próximo presidente seguirá perteneciendo al oficialista Frente Amplio, aunque ni este ni su principal contrincante, el Partido Nacional, han definido sus candidaturas.
Por ley, las de todos los partidos tendrán que definirse en elecciones internas que tendrán lugar el 30 de junio.
Y si los nacionales eligen bien sus cartas, podrían terminar aprovechando el desgaste natural del FA después de tres períodos consecutivos en el poder, especialmente si el nuevo presidente termina decidiéndose en segunda ronda, el 24 de noviembre.
El FA, por su parte, se enfrenta al reto de encontrar a un digno sucesor o sucesora para José Mujica y Tabaré Vásquez, quienes ya anunciaron su retiro de la política.
De lograrlo, la agrupación conserva altas probabilidades de mantener a Uruguay como uno de los pocos países de América del Sur con un gobierno de izquierda. En la más estable de las naciones sudamericanas, continuidad y cambio no parecen significar lo mismo que en el resto del continente.
Si nada extraordinario ocurre, lo más probable es que las elecciones del 27 de octubre en Argentina tengan como protagonistas al actual presidente, Mauricio Macri, y a su antecesora en el cargo, Cristina Fernández de Kirchner.
Esto revestiría a los comicios de un simbolismo particular, pues le daría a la izquierda representada por Fernández de Kirchner la posibilidad de cobrarse revancha y de recuperar algo del terreno perdido en el continente.
A su favor está el hecho de que Macri llega al nuevo año debilitado por un 2018 de descalabros económicos: el año terminó en recesión, con aumento de la pobreza y con la inflación a casi 50%.
Desde la crisis de 2001 la economía no había estado tan mal y muchos creen que eso le puede pasar factura al oficialismo.
Sin embargo, el rescate financiero por US$57.000 millones del Fondo Monetario Internacional no solo contuvo el colapso de la moneda argentina, sino que parece haber sentado las bases para un mejor 2019.
Y aunque diciembre es habitualmente un mes de protestas, el que acaba de pasar transcurrió sin grandes conflictos sindicales y gremiales, una calma que, si se mantiene en el nuevo año, le permitiría a Macri llegar con ventaja a las elecciones.
La oposición, por su parte, no ha podido aprovechar el mal momento del oficialismo.
El peronismo está dividido, vapuleado por escándalos de corrupción y a la vista no aparecen candidatos frescos que puedan dar la vuelta al tablero.
Y la gran pregunta es si Kirchner, investigada en cinco causas de corrupción, será o no candidata. La expresidenta sigue siendo la figura más popular de la oposición, aunque también una de las figuras que más rechazo genera en el país, lo que podría ser decisivo en caso de balotaje en noviembre.
El peronismo tiene de aquí a agosto, cuando son las primarias, para lograr la unidad que le permita competir con Macri.
Y las posibilidades de ambos bandos dependen, de alguna manera, del desempeño de la economía. En ese sentido, en medio de un contexto internacional de incertidumbre y guerras comerciales, es justo decir que cualquier cosa puede pasar en Argentina.
Las elecciones presidenciales de octubre de 2019 se perfilan como las más difíciles que deberá enfrentar Evo Morales desde su sorprendente primera victoria electoral en 2005.
En los comicios, con fecha aún por definirse, Morales buscará asegurar su cuarto mandato consecutivo, con lo que se mantendría en el poder hasta 2025, acumulando 19 años ininterrumpidos en la presidencia de su país.
Al primer presidente indígena en la historia de Bolivia, sin embargo, le tocará hacerlo en medio de fuertes cuestionamientos al mecanismo jurídico con el que logró ser habilitado de nuevo como candidato dado que la Constitución boliviana solo permite a los ciudadanos gobernar por dos periodos seguidos.
El mandatario perdió además un referendo en 2016 que preguntaba por la posibilidad de permitirle buscar un nuevo mandato, pero el Tribunal Supremo Electoral avaló su postulación.
Y acostumbrado a superar el 60% de los votos en anteriores comicios, Morales aparece esta vez lejos de su registro habitual de popularidad y las encuestas lo colocan cabeza a cabeza con el opositor y expresidente Carlos Mesa.
Desde las trincheras del "evismo", sin embargo, aseguran que el presidente todavía no empezó a hacer campaña y que cuando lo haga demostrará que sigue siendo el político que más votos puede conseguir en la historia de Bolivia.
Pero, por primera vez en muchos años, una presidencia de izquierda no puede darse por segura en Bolivia, uno de sus últimos bastiones en Sudamérica.
*Con la colaboración de Daniel Pardo, Boris Miranda y Arturo Wallace.
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