Algunos lo describen como "el último playboy", otros como un "gigoló". Quizás fue las dos cosas.
Pero sin duda el dominicano Porfirio Rubirosa no pasó desapercibido en la historia del siglo XX.
Fue diplomático, jugador de polo, corredor de autos, piloto de aviones y gigoló (un hombre que se prostituye con mujeres por dinero).
Supo codearse con personas del poder y del jet set en las décadas de 1940 y 1950, e involucrarse sentimentalmente con decenas de mujeres, concretando cinco matrimonios, dos de ellos con millonarias de la época.
Pero ¿cómo un hombre de clase media dominicana logró ocupar un lugar preponderante en las altas esferas del poder político mundial?
Investigamos un poco más sobre quién fue "Rubi", como sus amigos lo conocían, a raíz de participación en el Hay Festival Cartagena del actor colombiano Manolo Cardona que interpretó en 2018 a Porfirio Rubirosa en la película que lleva el mismo nombre.
Porfirio Rubirosa nació en 1909 en República Dominicana y vivió por 56 años en varios países.
En gran parte de ellos se convirtió en "el hombre más interesante del mundo", señala Shawn Levy, crítico de cine y autor de la biografía de Rubirosa "El último playboy" (The last playboy: the high life of Porfirio Rubirosa).
"Él tenía un don, la habilidad de hacerse amigo de gente poderosa y rica y sobre todo en crear intimidad con mujeres influyentes y adineradas", le dice Levy a BBC Mundo.
Porfirio Rubirosa era hijo de un militar dominicano promovido a diplomático, por lo que parte de su infancia y adolescencia la vivió en París, donde su padre había sido enviado.
A su vuelta de Francia, siendo aún muy joven, Rubirosa ingresó al ejército y rápidamente fue escalando posiciones, no solo llamando la atención de Rafael Leónidas Trujillo, que mantuvo un gobierno de facto en República Dominicana por 30 años, sino de su hija, Flor de Oro, con quien se casó.
"Trujillo vio (en Rubirosa) un hombre joven y ambicioso que se podía presentar ante un rey, presidente, o ante sus esposas y crear una muy buena impresión", describe Levy.
"Tenía el encendedor de cigarrillos más rápido de la época", cuenta el autor que alguien le dijo mientras hacía sus investigaciones para escribir el libro publicado en 2005.
"Para Trujillo, Rubirosa era la cara elegante de una dictadura brutal", añade.
Pero sus encantos para tratar con las personalidades más importantes de la política y la riqueza del mundo traspasaban las reuniones protocolares.
Rubirosa también tenía una reputación de ser un gran amante y no solo por sus formas de seducción sino por sus atributos sexuales.
"Estaba bien dotado y había mujeres que querían comprobar la leyenda", relata Levy.
Tal era el rumor que se corría sobre sus cualidades físicas que "en París, en algunos restaurantes antiguo, aún por estos días, si pides por un ‘Rubirosa’ te traen un enorme pimentero", añade.
Rubirosa tuvo en total cinco matrimonios. Dos de ellos con mujeres de grandes fortunas.
Una fue la estadounidense Doris Duke, heredera de la tabacalera American Tobacco.
Hélène Rochas, empresaria y personalidad francesa, quien fue amiga de Duke, aseguró en 2002 que "Doris podía comprar juguetes, pero Rubi no era un juguete más".
"Era difícil de retener, pero él era un trato especial… Era más por placer, como un capricho", le dijo a la revista Vanity Fair.
Otro matrimonio fue con Bárbara Hutton, perteneciente a una familia aristócrata y rica de Nueva York.
Casualmente, Duke y Hutton fueron amigas en la adolescencia, aunque entre ellas surgió una fuerte rivalidad con el tiempo.
El matrimonio con Hutton solo duró un par de meses, pero Rubirosa logró hacerse de unos US$11 millones
"Fue un gigoló. Él es la definición de un hombre que vendía sexo por dinero", dice Levy.
Rubirosa no venía de una familia adinerada y vivió una vida bastante acomodada en términos económicos.
"Fue dueño de un chateau en París, de aviones, autos de carrera, tenía cientos de trajes y joyas. Siempre iba a los mejores hoteles y restaurantes. Y ese no era su dinero sino el que adquiría de sus esposas", asegura el biógrafo.
Además de con Flor de Oro Trujillo, sus otros dos matrimonios fueron con las actrices francesas Danielle Darrieux y Odile Rodin, ésta última 28 años menor que él.
Pero Rubirosa no era lo que se podría decir un hombre fiel. Se le conocieron varios amoríos.
Uno de ellos fue con otra actriz, Zsa Zsa Gabor, quien hasta lo acusó de haberla golpeado. Supuestamente la relación que tenía con ella fue la causante del divorcio con Hutton.
"Tenía una de las mejores cualidades para cualquier amante: el tiempo", dijo el diseñador estadounidense Oleg Cassini, quien conoció a Rubirosa, a la revista Vanity Fair.
"Como no trabajaba, podía controlar su tiempo. Salía y luego se quedaba en cama todo el día siguiente. Tenía un dicho: "Una noche afuera, una noche adentro", añadió.
A Rubirosa no se le conocen hijos y se cree que era estéril.
Rubirosa estuvo "apadrinado" por Trujillo mientras éste estuvo al frente del gobierno de República Dominicana, desde 1930 hasta 1961.
En ese tiempo, Rubirosa fue diplomático dominicano en las embajadas de Berlín, París, Vichy, Buenos Aires, Roma, Bruselas, incluso en La Habana, donde fue testigo de la revolución.
Pero también era una figura conocida y frecuente en varias ciudades estadounidenses.
"Era un diplomático y creo que los diplomáticos en algún sentido son espías", opina Levy.
"Pero no era James Bond, no tenía las herramientas para ser espía. Sin embargo, a los lugares que iba tal vez era más valioso simplemente siendo Rubirosa", analiza.
"Él podía darle la mano a un rey y luego tener sexo con la reina", resume.
Sin embargo, en 1946 fue víctima de un atentado, pero supuestamente no fue por sus conexiones, sino por las de su esposa en ese entonces, la actriz Danielle Darrieux, que era una aparente simpatizante del nazismo.
Rubirosa recibió tres dispararos al intentar proteger a su esposa en una balacera en París.
Porfirio Rubirosa murió en 1965 a los 56 años cuando la Ferrari que conducía, en estado de ebriedad, chocó contra un árbol en las calles de París.
Algunas teorías sugirieron de que Rubirosa podría haber sido asesinado o que se hubiese suicidado. Levy lo descarta.
"Él no tenía nada que ofrecer, no era una amenaza para nadie", dice.
Según el escritor, muchos pueden pensar que ‘Rubi’ era una persona de esas que son mejor perder que encontrar, "pero yo encontré admirable que un hombre tenga como arte hacer disfrutar a la gente, vivir elegantemente y encajar en los lugres con personas exitosas y ricas".
"No creo que haya sido una mala vida. Aunque estoy contento de que mi hija no lo haya conocido", bromeó.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019.
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