La historia reciente de la selección de fútbol de Yemen incluye a jugadores secuestrados por extremistas, otros que han peleando en las montañas y algunos que murieron en el cruento conflicto que afecta al país desde hace tres años.
Y fue sumergido en medio de esa crisis, que ha desencadenado la que amenaza con convertirse en "la peor hambruna en 100 años", que el pequeño país de la península arábiga consiguió el hito más grande de su historia futbolística al clasificar por primera vez para la fase final de la Copa Asiática.
Poco importó la contundente derrota 5-0 que sufrieron en su debut ante Irán el lunes, un país que se encuentra 106 puestos por encima en la clasificación de la FIFA.
Al haber llegado a los Emiratos Árabes Unidos ya demostraron cómo es posible triunfar ante la adversidad.
El balón en Yemen está detenido, con la liga suspendida, la infraestructura en ruinas y los clubes en completo abandono.
Esa ha sido la consecuencia de la guerra que comenzó en 2015 entre los aliados del gobierno de Abdrabbuh Mansour Hadi y rebeldes del movimiento hutí, que defiende a la minoría chiita zaidí de Yemen.
El conflicto ha causado la muerte de miles de personas mientras que organizaciones de ayuda como Save the Childen creen que unos 85.000 niños menores de cinco años han muerto en estos tres años por malnutrición aguda.
Sin una solución aparente en el horizonte, hay temor por la extensión que pueden tener los enfrentamientos en un país completamente dividido y las consecuencias que tendrá para el futuro.
Afectados por esta situación, la mayoría de los jugadores han tenido que dejar el fútbol relegado a un segundo plano. Otros han tenido mejor suerte y han encontrado refugio en las ligas de los países vecinos.
El nuevo seleccionador, el eslovaco Jan Kocian, ha tenido que hacer malabares para armar un equipo competitivo, como sucedió con el entrenador responsable de la histórica clasificación, el etíope Abraham Mebratu, despedido en julio del año pasado.
Ir a entrenar o jugar se ha convertido en una odisea para los jugadores, teniendo que atravesar zonas en conflicto montados en camiones de transporte.
Un futbolista fue secuestrado cuando regresaba a su casa después de un partido de las eliminatorias y estuvo retenido durante 48 horas por una carretera en una de las regiones más peligrosas del país.
Sin gloria en su historia, los aficionados yemeníes sintieron durante décadas que el simple hecho de evitar una goleada era motivo de celebración.
De allí el júbilo que hubo el pasado mes de marzo entre los pocos hinchas que estuvieron en las gradas del estadio en Qatar -donde jugaron sus partidos de local durante la fase de clasificación- cuando Abdulasea al Matari anotó dos goles contra Nepal para asegurar la victoria y el boleto a la fase final de la Copa.
Un premio contra todo pronóstico para un equipo que cuenta con futbolistas que solo juegan con su selección o que cuentan con los dedos de una mano el número de partidos que disputaron en 2018.
"La situación política crea unas condiciones inusuales de entrenamiento para una selección", explicó Kocian, quien ni siquiera tiene permitido pisar Yemen.
Su experiencia como jugador y entrenador puede cumplir un papel fundamental para sus dirigidos tras haber sido testigo del llamado "divorcio de terciopelo" que marcó la desintegración de Checoslovaquia en enero de 1993.
Kocian no tuvo que presenciar la violencia que hubo en otros países como Yugoslavia ni mucho menos la que azota Yemen.
Pero sí tuvo que aislarse de la situación que ocurría fuera de la cancha para poder rendir en ella.
"Este torneo es una manera de brindarle alegría y alivio a la gente", explicó el periodista deportivo yemení Omar al Masri.
"Es algo grande. Las personas están tratando de sobrevivir y encontrar comida para sus familiares, pero durante el torneo llenarán las cafeterías para ver los partidos".
Para los jugadores, "que sueñan con conseguir contratos profesionales en el extranjero", también será una gran oportunidad de mostrar sus habilidades y saben que de sus rivales en el grupo hay uno que es asequible.
Se trata de Vietnam, actualmente en el puesto 100 de la FIFA, selección contra la que disputará el próximo 16 de enero "su gran final".
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