Hace 30 años, había 50.000 cristianos en el sureste de Turquía que hablaban un dialecto del arameo, el idioma de Cristo. Ahora hay 2.500. Y hablando con uno de ellos, Jeremy Bristow, de la BBC, se enteró de que en lugar de tres reyes, podría haber hasta 12. Te contamos la historia de este lugar y la leyenda.
Habib se acaba de quitar su ropa de trabajo en la granja y ahora se sienta en su mesa con una camisa planchada. Es un hombre gentil y reservado de 50 y pocos años. También es el custodio de una lengua moribunda.
Moja su pluma en el tintero, se detiene momentáneamente y luego comienza a escribir. La punta se mueve de derecha a izquierda, haciendo suaves giros y rayas, algunas verticales, algunas inclinadas, otras horizontales, a menudo con una hábil floritura al final.
A veces, Habib modela un triángulo, a veces un círculo, a veces adorna las formas con un punto, lo que indica una vocal.
El escrito que emerge ante mí se parece al árabe. No lo es… o no del todo. Es siríaco, un dialecto del antiguo arameo.
Durante un milenio, el arameo fue la lengua escrita y hablada en todo Medio Oriente. Era el idioma de Jesús y sus seguidores. El libro sagrado judío, el Talmud, fue escrito en arameo, y los estudiosos dicen que la escritura árabe deriva de él.
Pero ahora, si el arameo fuera una especie animal, se declararía en peligro crítico de extinción.
Habib, cristiano siríaco, es uno de los 2.500 sirios que aún viven en esta parte remota del sureste de Turquía. Llaman a esta región, su tierra natal, Tur Abdin. En arameo significa "Monte de los siervos de Dios".
Fue la cuna de una floreciente civilización cristiana de la que hoy apenas quedan ruinas.
Por ejemplo, el pueblo de Habib, y de donde es alcalde, Hah -conocido en turco como Anitli- apenas 20 familias sirias viven ahora entre los restos de lo que fue una ciudad catedralicia con miles de casas.
Sus casas están construidas entre los restos de grandes edificios. Muros derrumbados y arcos gigantes se ciernen sobre ellos.
Hace 600 años, Hah fue saqueada por los ejércitos de Timur "el cojo", más conocido como Tamerlán. Esta fue solo una catástrofe en una larga historio de persecuciones intermitentes y actos de terror ocasionales que minorías religiosas, como los siríacos, han tenido sufrir en esta parte de Medio Oriente.
Caminamos por el pueblo; en medio de torres desmoronadas y bóvedas abiertas está el patio de la iglesia de Yoldath Aloho. Al entrar, nos introducimos en un pedazo de historia.
Las paredes y los nichos están cubiertos por una serie de decoraciones talladas que cubren los arcos que soportan la cúpula octogonal.
Es aquí donde Habib y los demás habitantes del pueblo todavía vienen a cantar los himnos de San Efraín, como lo han hecho sus antepasados desde que se construyó la iglesia, hace casi 1.500 años.
Habib me cuenta una leyenda local. Hace poco más de 2.000 años, una estrella apareció en el cielo nocturno. Doce reyes del este se reunieron aquí en Hah.
Tres elegidos fueron a Belén con regalos para saludar al Cristo recién nacido. Una María agradecida, madre de Dios, les dio un pedazo de la ropa que envolvía al bebé.
Cuando los tres reyes regresaron a Hah, la envoltura santa del bebé se convirtió en oro. Asombrados por este milagro, los reyes fundaron esta iglesia.
La familia de Habib sobrevive en su casa de campo integrada en la especie de fortaleza que aún se encuentra sobre el pueblo. Otras cinco familias relacionadas también viven dentro de este bastión, con muros elevados en el exterior y granjas dentro.
Habib dice que su familia, los Beth Henno, llevan aquí desde que hay registro. Pero muchos otros cristianos siríacos se fueron a Estambul, en Turquía, o incluso a Suecia, Alemania y Australia.
En las últimas tres décadas han estado atrapados en el brutal enfrentamiento entre el estado turco y el Partido de los Trabajadores Kurdos, el PKK. Fueron amenazados y expulsados por parte de ambos lados.
En la década de los 80, 50.000 personas vivían en Tur Abdin; ahora son menos del 5% de esa cantidad.
Habib y su esposa, Leman, hacen todo lo posible para aumentar ese número, criando a siete hijos en su granja.
Mientras regresamos al patio, escucho a los niños del pueblo recitar arameo en clase. Le pregunto a Habib cuál es el futuro para la comunidad siríaca aquí en Tur Abdin, el Monte de los siervos de Dios.
"No nos rendiremos", dice. "Pero me temo que, al final, somos muy pocos".
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