Cuando Jessica Share acudió a un banco de esperma y compró una muestra con la intención de empezar una familia, nunca se imaginó que más de una década después conocería al donante y que sentiría una fuerte atracción hacia él.
Jessica habló con el programa Outlook de la BBC y esta es su historia.
En 2005, cuando mi hija mayor nació, me convertí en la primera madre lesbiana que jamás había conocido.
Esto sucedió en el Medio Oeste de Estados Unidos, y las únicas lesbianas con hijos de las que había escuchado generalmente los habían tenido durante relaciones heterosexuales anteriores. Mi novia y yo, sin embargo, tuvimos que empezar de cero.
Desde que nos conocimos habíamos soñado con tener hijos juntas. Decidimos que tendríamos cuatro y escogimos sus nombres. El siguiente paso fue más difícil.
Mi novia sugirió que su cuñado podría ayudarnos. Él estuvo receptivo, pero yo había asistido a un curso sobre los derechos legales de los gay y las lesbianas en la escuela de leyes de mi universidad y rápidamente desistí de la idea de tener un donante conocido.
Se sabía de tribunales que les otorgaban derechos de custodia a los hombres, reconociéndolos por su donación de esperma como progenitores. En los casos en que las madres que dieron a luz morían, los retiraban de sus hogares para colocarlos con hombres que a duras penas conocían.
Afortunadamente, descubrimos un banco de esperma que despachaba directamente a nuestra casa, donde los donantes anónimos firmaban un documento que legalmente los vetaba de jamás solicitar la custodia de los hijos que ayudaron a crear.
Como preparaba mi tesis doctoral desde casa, decidimos que yo sería la primera en quedar embarazada. Buscamos emparejar las características del donante con mi pareja -que para ese entonces era mi esposa- escogiendo alguien de estatura y peso promedio, que hubiese estudiado literatura, tuviera pelo castaño ondulado y le gustaran los deportes.
El donante inscribió su profesión como escritor, músico y chofer de taxi. Mi esposa y yo nos hicimos a la imagen romántica que él rehusaba tener un trabajo de oficina para, en su lugar, poder recopilar las historias de sus pasajeros con miras a escribir la Gran Novela Estadounidense.
No hubo mucha más información sobre el donante, pero el historial de salud básico que deben completar los donantes nos aseguró que conocíamos mucho más de lo que jamás hubiéramos sabido de algún novio casual. Nunca vimos una foto.
Quedar embarazada en casa fue fascinante, como un experimento de ciencia casero que realicé con seriedad. El esperma que le suministran a las clientes a duras penas llena mitad de un dedal y viene empacado dentro de un tanque de nitrógeno líquido de casi un metro, con un rótulo para su devolución por correo.
Hay que usar guantes para extraer el pequeño vial de plástico, que primero se deja para que tome la temperatura ambiente y luego se calienta a la temperatura del cuerpo con la mano.
En la farmacia local se puede adquirir una pequeña jeringa para la inseminación. Debido a que las cosas que han sido congeladas no son tan robustas como las frescas, los espermatozoides revitalizados sólo sobreviven un día. Si no hay un óvulo para recibirlos, mueren.
Así que llevar hasta el último espermatozoide lo más cerca posible al óvulo se convirtió en un solemne ritual mensual. Me inseminaba dos veces al tiempo, sólo para asegurar toda oportunidad de que hubiese un óvulo a la espera. Después de todo, se demora cinco horas nadar la longitud del útero. Esto lo aprendí, al tiempo que todo lo que pude sobre cómo concebir con el semen de un donante.
Siete meses después quedé embarazada con nuestro primer hijo y mi esposa y yo estábamos más que felices.
Les conté a mis abuelos que estaba encinta. "¡Oh, es para junio!", suspiró mi abuela, mientras que mi abuelo indagó con curiosidad sobre la inseminación artificial.
Casi que ni pensamos en el donante que presumíamos que nunca conoceríamos. Mi esposa estaba particularmente hostil a la idea de jamás contarle a nuestros hijos de él -ella sostenía que el amor es lo que hace a la familia y yo estaba de acuerdo con eso. Pero rendimos homenaje a sus genes literarios con la lectura de miles de libros a nuestro ratoncito de biblioteca que estaba gestando.
Cuando Alice nació, era perfecta. Pero toda noción de que la particularidad del ADN no era importante cayó por la borda.
Acordamos que deberíamos clonar esta increíble criatura que habíamos creado con nuestro amor. Ordenamos más esperma del mismo donante y repetimos el mismo proceso con mi esposa, que dio a luz a nuestra segunda hija cuando Alice tenía año y medio de edad.
Ambas niñas compartían muchas características. Conociendo cómo mi esposa y yo nos veíamos de pequeñas, se volvió en un pasatiempo divertido el detectar los rasgos que las niñas compartían: ambas eran extraordinariamente altas, no de altura promedio como había afirmado el donante. Ambas tenían bocas alargadas y finas, narices pequeñas, ojos eléctricos que se ven como esmeraldas bajo el agua y vocabularios impecables.
Pero, cuando las niñas tenían 1 y 3 años, mi esposa anunció que iba a terminar nuestra relación. No había habido conflicto alguno en nuestra familia, por lo que quedé conmocionada y afligida. Dijo que no quería hablar al respecto y que no había nada que yo pudiera hacer para reparar nuestro matrimonio.
Continué criando a las dos hermanas cinco días a la semana durante unos años. Pero, cuando Alice cumplió 10, mi expareja la bloqueó de su teléfono, cortó toda comunicación con ella y rehusó devolver a su hermana menor después de unas vacaciones.
La situación continúa igual hasta hoy en día.
De la parte de mi exesposa, ni los abuelos, ni tíos, ni primos de Alice siquiera le han enviado un saludo de cumpleaños en dos años. Alice se la pasa todo el día soñando de la hermana con la que se crió y quien teme que nunca volverá a ver.
Alice sabe mucho más a fondo que la mayoría de niños que la familia no es sólo producto de la genética o de la crianza. La crianza no hizo que su mamá se quedara. Y, aunque la genética era una parte pequeña de lo como su familia se vio durante una década, eso también le pareció como un elemento sin importancia de su identidad.
Sin embargo, Alice se preguntaba de dónde vendrían sus ancestros. Mi madre frecuentemente contaba historias de la herencia de Cornualles, en Inglaterra, de la familia a quien quisiera escuchar. Intrigada con su herencia genética, Alice le pidió a su abuela de Navidad un kit de prueba de ADN, cuando tenía 11 años.
Los resultados llegaron unas ocho semanas después. Hice clic en las sección ADN de Parientes del sitio, sin saber que aparecería. Lo primero que leí fue: "Aaron Long: 50%. Padre".
"Bryce Gallo: 25%. Hermano medio", le seguía.
Naturalmente, yo sabía que algo así podía ocurrir, pero no parecía muy probable. Antes de escribir un comentario en el sitio, busqué a Aaron en internet para saber qué podría descubrir.
Hay muchísimos Aaron Long en el mundo, de manera que me propuse a encontrar "el que era". Hice una búsqueda en una red social de profesionales para encontrar pistas. fijando mis ojos sobre cada Aaron Long, me preguntaba si reconocería al donante inmediatamente.
Uno de los viales de esperma registraba la fecha de donación (1994), lo que ayudó a especificar la búsqueda según nacimiento y fecha de graduación de universidad. Sólo había un hombre con una maestría en literatura que entraba en el rango de edad correcto con el nombre de Aaron Long.
En la foto, aparecía con un turbante de seda color verde oliva tocando un trombón. Su perfil decía que estaba empleado como "especialista en comunicaciones" y lo ubicaba en Seattle (estado de Washington). Escritor y músico.
En otra red social, descubrí a un Aaron Long de Seattle con el lugar de trabajo correcto y con fotos de cada uno de sus retratos escolares a través de los años.
No había duda alguna. Mis hijas ponen esa cara de estúpidas.
Rápidamente le escribí un mensaje a través del sitio de pruebas de ADN. Leía:
"Hola Aaron, tengo dos hijas que corresponderían genéticamente a usted (mi ex se quedó con mi hija menor; ella está compartida en el sitio de pruebas de ADN). Si está interesado en intercambiar fotos familiares, etc., estamos disponibles".
Utilicé una "estrategia de curiosidad", pensando en que tendría que responder si quisiera ver fotos de mi hija menor. Aaron respondió inmediatamente, compartiendo detalles que ya conocía de mis investigaciones. Me preguntó si había algo que yo quisiera saber y le pregunté si era el más pequeño en estatura de su familia. Yo ya sabía la respuesta. Sí que lo era.
Acordamos volvernos amigos en una red social y Aaron envió una biografía de 50 páginas, que leí con voracidad. Había vivido varios años tocando con una banda en la localidad donde vivíamos. ¿Cuántas veces no hubiéramos cruzado en el supermercado, me pregunté?
También le escribí a Bryce, que recién se había graduado de la universidad. Me dijo que había encontrado a Madi, una hermana media de 19 años, y también había entrado en contacto con otros padres. Dijo que había un total de seis hijos de Aaron y que con las mías eran 7 y 8.
Bryce me contó que había sido criado con una hermana menor, pero que quizás Madi, una hija única, estaría interesada en entablar una relación con Alice.
Tuve que persuadir a Alice a que escribiera su biografía para Aaron y tampoco estaba tan entusiasmada en conocer a sus parientes genéticos. Ella lamenta la pérdida de su hermana y le traté de explicar que tenía el deber especial de cuidar de esa gente, conocerla y conservarla para cuando su hermana pudiera conocerla. No obstante, preferiría tener a su hermana.
Unos meses más tarde, Bryce y Madi planearon visitar a Aaron en Seattle. Alice estaba interesada en ver si sus hermanos y Aaron se parecían a ella. Acepté y le permití tomar parte.
Aaron organizó una fiesta a la que invitó a varios compañeros de piso, amigos de la escuela elemental, de la secundaria y la universidad. Todas sus exnovias con sus actuales parejas e hijos, también fueron invitados.
Acamparían en el tejado y celebrarían el encuentro con sus hijos biológicos. Pronto supe que Aaron no tiene una sola amistad a quien no recibiría de vuelta a su camada.
Visitamos una jardín local de esculturas, jugamos a "herencia vs crianza" que nos iluminó sobre impactantes similitudes e hicimos un viaje por tierra a un festival de arte.
Y a pesar de la reticencia inicial de Bryce, él y Madi compitieron por el afecto de Alice. Durante la vacación en la que se conocieron, los tres salieron a cenar. Alice regresó con un helado y una pizza que uno y una le regalaron. Después, Bryce le envió por correo una estrella de David. Madi le envió una ametista. Ambos son símbolos de diferentes aspectos que comparte con uno y otra.
Yo había estado saliendo durante unos años con un hombre que también se llamaba Aaron, de apellido similar. Durante nuestra vacación, el donante Aaron sugirió coquetamente que había habido una confusión en el Buró de Novios. Sonreí tímidamente. Ya me encontraba en una relación y era consciente de que el donante Aaron era una persona importante para mis hijos, pero no alguien quien yo necesariamente quería que fuera parte de mi vida. No quise dañar las cosas para ellos.
Cuando mi relación con el viejo Aaron terminó, me encontré cuestionando si esa persona en la vida de mis hijas también podría ser para mí, y si Seattle sería un lugar donde podríamos quedarnos mientras resolvíamos la duda. La bondad de Aaron y su continuo contacto con sus exparejas me convenció que sería seguro intentarlo.
Una noche, caminamos por un vecindario y nos sentamos en un cementerio cercano a hablar sobre el ADN, como eran nuestros hijos y cuáles eran nuestros sueños.
Cuando personas heterosexuales se conocen y salen y se casan, frecuentemente se miran con devoción y piensan en lo espléndido que sería tener pequeñas personas que se parezcan a los dos. Yo ya había pasado una década con esas pequeñas personas.
Pasé esa primera cita con Aaron trasmitiéndole sus vidas. Yo ya lo conocía y sabía que era igual a esas personas que amaba más que a nadie en el mundo. De muchas maneras, él ya era familia. Su sonrisa y su color son los de mi hija menor. ¿Su empatía y socialismo? De la mayor.
Es difícil saber si el ADN tuvo algo que ver en nuestra relación. Sé que estoy atraída a Aaron por todas las razones que me parecieron fantásticas cuando fui a comprar esperma de un donante por catálogo hace años.
Él es considerado, persistente e inclinado académicamente. Está encantado con las palabras. Es solidario, conocedor en las historias de las personas y las extrañas cosas que a veces hacen. No le importa mucho lo que se pueda esperar de él. Frecuentemente, toca su propia música, a su propio ritmo. Algunas veces con un turbante.
¿Cuántas personas creen que un músico y escritor que conduce un taxi es el material genético ideal?
Alice y yo nos mudamos a la casa comunal de Aaron en el verano de 2017. Es un edificio tan grande que había suficiente espacio para otro de sus hijos biológicos.
Madi, quien es originaria de la costa este, también encontró la personalidad de cerebro derecho y espíritu de izquierda de Aaron adorables (al igual que Seattle) y se mudo a vivir con nosotros esta primavera.
Hasta no volvimos miembros de una tropa de Niñas Scout con otra hija biológica de Aaron que tiene la edad de mi hija menor y que vive como a una hora de nosotros.
Pronto descubrí que, como madre, recibiría a cualquiera de esos hermanos medios, les prepararía el almuerzo, lavaría su ropa y los cuidaría por siempre.
Ellos son los hermanos medios de mis hijas, los tíos genéticos de mis nietos. No los crié, pero me siento inexplicablemente atraída a nutrirlos. Algunos son idénticos a Alice. Otros se parecen más a mi hija menor. No todos se parecen a Aaron, pero entre todos ellos hay similitudes.
La anciana madre de Aaron también se ha mudado con nosotros y trajo su gato, Bill. Al otro lado del corredor, Alice y yo tenemos un gatito. Al forjar una familia de todas estas nuevas maneras, he aprendido más de lo que significa una familia que lo que muchos otros esperarían.
El ADN se ha vuelto mucho más importante que cuando inicialmente escogí a un donante de una página de internet. Sin embargo, no ha reemplazado el axioma que las familias se crean con amor y no con genes.
El abrirse a ese amor es los que finalmente hace a una familia. Todos pueden ser bienvenidos y permanecer en su seno. Hay lugar para muchos diferentes tipos de relaciones.
Quién sabe cuántos más hijos de Aaron hay por ahí -el estima que podrían ser hasta 67. El edificio podría ya no dar abasto para todos ellos, pero yo tengo los sándwiches y la puerta está abierta.
Todas las imágenes son de Jessica Share.
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