En Nigeria muy pocos servicios médicos son gratuitos, y si alguien no puede pagar la factura del hospital es posible que no pueda salir. ¿Quién los ayuda? En una sociedad profundamente religiosa, muchos pacientes desamparados esperan la intervención divina.
Zeal Akaraiwai no tiene las alas de un ángel sino un elegante Mercedes negro, con el ronroneo de su motor y sus profundos asientos de cuero. Este consultor financiero de 40 y pocos años, esbelto y bien arreglado, aparca su auto en el maltrecho aparcamiento de un hospital público de Lagos. Un equipo de trabajadores sociales lo recibe calurosamente y se ponen manos a la obra. El hombre les pide "la lista".
Cuidadosamente impresos en papel A4, le entregan los nombres de los pacientes que están lo suficientemente bien como para irse a casa, pero no se pueden ir, porque no pueden pagar sus facturas médicas.
Zeal conoce a personas que se vieron obligadas a quedarse ingresadas durante seis o incluso ocho semanas después de haber recibido el alta. Algunos hospitales nigerianos ofrecen servicios para pagar a plazos, pero incluso el primer pago es demasiado para los que ganan una miseria o nada en absoluto.
Mientras se dirigen a las habitaciones del hospital, Zeal escucha con atención lo que le comentan los trabajadores sociales sobre las personas con las que se reunirá. En una de las salas para hombres, con 20 camas, las baldosas están rayadas y la pintura de las paredes descascarada.
Unos viejos ventiladores chirrían desde el techo y los almidonados uniformes blancos de las enfermeras tienen hombreras. Un trabajador barre con un cepillo. Todo el mundo hace lo que puede en estas difíciles circunstancias.
Los trabajadores sociales guían a Zeal hasta la cabecera de la cama de un paciente con el muslo vendado. Se inclina hacia él y le pregunta en voz baja: "¿Qué te pasó?" El joven, que es barbero, dice que le dispararon, pero no sabe quién.
"¿Cómo pagarás la factura del hospital?", pregunta Zeal. "Estoy orando a Dios", responde el hombre.
Zeal habla con él un rato: el hombre no pregunta quién es, y Zeal no le dice nada. Luego, cuando el paciente ya no lo oye, Zeal revisa la historia del hombre con el personal de enfermería. La factura es de 250 dólares. Y el barbero está de suerte: Zeal lo pagará. Hoy se podrá ir a casa.
Zeal no sigue en contacto con ninguna de las personas a las que ayuda. Ni siquiera quiere que le den las gracias. Pero hay una cosa que sí que le gustaría, y es que algún día cuenten una historia sobre él: la historia de cómo cuando estaban en el hospital llegó un ángel, pagó la cuenta y se fue.
"Por eso a esto lo llamo Proyecto Ángel", dice. "Sé el ángel que te gustaría encontrarte".
Pagar las facturas de los pacientes del hospital que no pueden permitírselo es una de las formas en las que Zeal materializa su fe cristiana. Dice que quiere demostrar a la gente que todo el mundo puede hacer algo para ayudar a alguien. Los amigos y familiares de Zeal también le dan dinero para el proyecto, y él guarda los recibos en un ordenado libro negro, junto con los detalles de los pacientes cuyas facturas pagó.
En la sala de mujeres, llevan a Zeal hasta una paciente de 60 años que está inconsciente y con oxígeno. Sufrió un derrame cerebral grave. Los trabajadores sociales quieren que Zeal pague la factura que generó hasta el momento para que pueda ser trasladada a una unidad de cuidados intensivos y recibir tratamiento especializado. Él sacude la cabeza y se aleja de su cama.
Afuera, en el pasillo, se encuentra con la hija de la mujer. Es joven y está resignada. Zeal le pregunta sobre la salud de su madre. Parece que, aunque pague la factura, será solo el primer paso de un largo recorrido, si es que la paciente sobrevive. Zeal habla amablemente con la joven y le dice que lo siente. Ella le da las gracias, sonríe, se da la vuelta y vuelve a cuidar a su madre.
Pagar el tratamiento de esta mujer significaría romper las reglas que Zeal se autoimpuso: en general, no ayuda a nadie en estado grave. El Proyecto Ángel ayuda a gente que está lo suficientemente bien como para irse a casa inmediatamente.
"Por supuesto, a veces hago excepciones", dice.
Recuerda a Montserrat, una mujer que sangró durante 11 meses porque necesitaba una histerectomía. Zeal pagó 400 dólares por su operación. Y en la visita de hoy a este hospital público, hay más excepciones.
El Proyecto Ángel se hizo cargo de la factura de un paciente que necesita operarse de una úlcera, y además Zeal quiere saber cómo progresa una niña de 10 años que está esperando una nueva cirugía intestinal. Pagó su tratamiento hasta el momento y continuará haciéndolo hasta que regrese a casa. El trabajador social le dice que la niña está muy bien.
Zeal conoció a la pequeña, pero no quiere volver a verla. "Tiene los ojos de mi hijo", recuerda.
Hoy Zeal visita a todos los pacientes de la lista de los trabajadores sociales. Después se dirige al cajero para liquidar las facturas de ocho personas. Esta filantropía siempre lo hace sentir triste, y se enoja porque asegura que es un fracaso del gobierno.
"El simple hecho de que una persona tenga que ir a un hospital para pagar las facturas de gente que no puede irse dice mucho sobre las injusticias del sistema", afirma. "No hay ninguna razón por la que no podamos tener un seguro de salud adecuado. Tenemos personas inteligentes que tienen que pensar en estrategias que pueden funcionar".
En Nigeria solo el 5% de la población tiene seguro de salud. Hay cierto escepticismo acerca de cómo podría funcionar un plan universal, dadas las enormes disparidades de riqueza y los millones de personas pobres cuyas contribuciones tendría que cubrir el estado. Pero Zeal no quiere esperar más.
"Cada semana veo las consecuencias de no tener un seguro de salud obligatorio, la gente muere. Así pues, ¿qué precio quieren ponerle a una vida humana?"
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC News Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.