Algunas personas llevan la afición por vitrinear a un nivel que uno podría llamarlas "compradoras de fantasía". La razón es que es divertido fingir tener dinero. Sue Elliott-Nicholls, de Reino Unido, es una gran exponente de este "arte". Aquí su testimonio:
Me encantan las tiendas de lujo. El olor, la iluminación, los pisos relucientes, los ayudantes hermosos que se me acercan mientras me pruebo un anillo de Cartier, me rocío cerca de US$400 en perfume, me acurruco en un sillón de US$5.000 y reflexiono sobre los beneficios de un par de gafas de sol Chloé de US$700.
Obviamente no tengo ninguna intención de comprar ninguna de esas cosas. Solo me gusta fingir.
En estos tiempos grises de austeridad, todos necesitamos un poco de brillo en nuestros días, ¿no?
No estoy sola, hay muchas de nosotras ahí fuera.
Tehya, de 21 años, llena su carrito virtual de compras con miles de libras en bolsos de diseñador.
"Podría mirar los bolsos por horas", dice Tehya. "Los dejo en mi carrito por unos días y luego lo vacío y vuelvo a comenzar unos días después".
Kirby, de 33 años, llena su carrito virtual con casas.
"Voy a las páginas web de los agentes inmobiliarios y pienso ‘¿dónde me voy a mudar?’", dice Kirby. "No está mal para alguien que alquila una habitación en el piso de su amiga".
Hay estudios que calculan que uno de cada 10 adultos británicos compra ropa en internet, se toma una foto con las prendas y luego las devuelve.
La industria de la ropa siempre nos ha exprimido a las víctimas de la moda. Ahora uno se lleva una pequeña revancha al casi quedarse con el atuendo.
Personalmente, prefiero una tienda real a una virtual. Me encanta la experiencia interactiva.
"Exactamente", concuerda Kirby. "Es una instalación de arte interactivo, donde puedes probar todas las piezas".
Y me encantan los asistentes. Son hermosos y te hacen sentirte guapa también.
"Son como modelos", dice mi amiga Di, otra compradora de fantasía. "Y son muy elogiosos".
Una vez estaba en la tienda por departamentos Selfridges probándome un vestido de Givenchy y dije: "Esto se vería bien con unas zapatillas Gucci, ¿no?".
Inmediatamente, alguien fue a buscarme un par.
Le cuento a mi compañera Tracy sobre la identificación que sentí con un joven dependiente que me ayudó a elegir una blusa de seda.
Yo sé que le caía bien. Pero Tracey no lo cree y me hace poner los pies en el suelo.
"Te estaba engañando porque creía que podía hacer una venta", dice.
No le creo y le pregunto a Tehya, que trabajaba en una tienda de lujo (por supuesto, vendiendo bolsos). Entonces, ¿les caigo mal a todos?
"No, creo que realmente disfrutas tener a alguien con quien conversar", me asegura Tehya. "Porque es mejor que simplemente estar parado casi todo el día. Además, un vendedor no puede saber realmente quién está fingiendo y quién va a comprar cosas".
Nosotros, los compradores de fantasía, apreciamos mucho a un buen empleado, déjame decirte.
"No hay nada mejor que entrar al vestuario y recibir la atención del asistente de ventas", concuerda Wendy, que trabaja en moda. "Aconsejándote, trayendo tallas más grandes, ¡a veces incluso dándote una copa de champán!".
"¿Te han dado champán?", pregunta Kirby indignada. "A mí solo me han dado en las tiendas de vestidos de novia".
Aunque lo he pensado, nunca he ido a probarme vestidos de novia, pero Kirby lo ha hecho.
"Mi amiga y yo nos turnábamos para ser la dama de honor y la novia", cuenta.
Cuando vas solo a probarte ropa, necesitas inventarte un personaje y una historia, y realmente creértelos.
El alter ego de Kirby es la hija de un diplomático africano. Mi amiga Di interpreta a la esposa de un productor musical que es amiga de Victoria Beckham. ¿Yo? Yo soy solo yo, pero con infinitas cantidades de dinero ficticio para gastar.
Personalmente, estoy feliz de dejar las tiendas con las manos vacías. Es una diversión limpia.
Wendy, sin embargo, no se siente tan bien. "Es como salir relajada de un spa, después de un tratamiento, y volver a casa y sentir que se deshace el bien que has recibido", dice.
Yo más bien creo que en realidad las compradoras de fantasía hacemos algo bueno.
Ejercitamos nuestros músculos creativos con un juego de roles improvisado, apreciamos las encantadoras cosas que alguien ha creado y aliviamos el aburrimiento de los asistentes de compras que, como señala Wendy, "también quieren creer".
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