Atardece. Cientos de estudiantes preparan una caminata para exigir la liberación de presos políticos y más presupuesto para la educación, entre otras demandas.
Es el 10 de junio de 1971 en Ciudad de México. La marcha avanza un par de calles cuando de pronto aparecen decenas de jóvenes con palos y varas de bambú.
Golpean violentamente a todas las personas a su paso. Los estudiantes responden con piedras y palos, pero entonces una parte de los agresores dispara con rifles y pistolas.
Casi 50 años después de la brutal agresión, no se sabe cuántas personas murieron o resultaron heridas. Oficialmente se habló de 120 fallecidos.
Muchos creen que fueron más. De acuerdo con los sobrevivientes, los agresores se metieron a los hospitales cercanos para asesinar a los que habían quedado heridos.
El episodio se conoce como “El halconazo” o “La matanza del Jueves de Corpus”, y aparece en la exitosa película “Roma” de Alfonso Cuarón, candidata de México para los Oscar.
Se le llamó “halconazo” porque los agresores formaron parte de un grupo paramilitar conocido como Los Halcones.
El ataque es una de las escenas más dramáticas en el filme del cineasta Alfonso Cuarón, porque refleja el entorno social y político de los mexicanos en esa época.
La masacre es una muestra. Durante varias décadas se ha documentado que Los Halcones fue un grupo paramilitar financiado por el gobierno.
Y su propósito, dicen investigadores y organizaciones de derechos humanos, fue reprimir cualquier protesta o movimiento social.
Los Halcones era un grupo formado por militares y jóvenes reclutados en barrios marginados y violentos de la capital mexicana, explica Jacinto Rodríguez Munguía, estudioso de la historia de los aparatos de inteligencia de México.
No se sabe cuántas personas lo integraron o el momento de su creación, pero lo que sí está claro es que nació antes de 1971.
Algunos creen que Los Halcones participaron en las agresiones al movimiento estudiantil de 1968, disuelto tras la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre de ese año.
Pero la naturaleza secreta del grupo hace difícil comprobarlo, reconocen especialistas.
En las investigaciones de la matanza realizadas en la época, y en archivos confidenciales desclasificados décadas después, se encontraron algunas pistas sobre el origen de Los Halcones.
Originalmente el grupo nació para proteger instalaciones estratégicas de la capital, como la primera línea del metro inaugurada en 1969.
Pero pronto cambió su propósito, explica Rodríguez Munguía a BBC Mundo.
“Se convirtió en un grupo de golpeadores utilizado por el poder para enfrentar, y en algunos casos eliminar, a los que consideraba sus enemigos”.
“Era un grupo muy bien diseñado, con una participación importantísima del Ejército y con un espacio directo en el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF)”.
Un dato que se comprobó en las décadas posteriores. Documentos desclasificados en el Archivo General de la Nación señalan que Los Halcones formaron parte de la nómina del DDF.
Investigaciones académicas y de organizaciones civiles ubican al coronel Manuel Díaz Escobar como jefe y creador del grupo.
En 1971, el militar era subdirector de Servicios Generales del gobierno capitalino, y en las investigaciones por la matanza reconoció la existencia del cuerpo especial de seguridad para cuidar instalaciones estratégicas.
En realidad, Díaz Escobar fue el encargado de reclutar y entrenar a jóvenes de barrios marginados, así como militares en activo o desertores del Ejército.
“Su perfil era de lo más violento”, recuerda Jacinto Rodríguez. “El grupo recibió entrenamiento muy especial de artes marciales y defensa personal“.
Tuvieron, por ejemplo, lecciones de kendo, un tradicional arte marcial japonés donde se usan varas de bambú. La misma arma utilizada por Los Halcones en el ataque inicial del 10 de junio de 1971.
Ciertamente, el cuerpo paramilitar tenía un perfil bajo, pero no era un secreto para el gobierno de la época, dice Rodríguez Munguía.
En algunas fotos desclasificadas aparecen, en los campos de entrenamiento de Los Halcones, algunos personajes clave de las agencias de seguridad y el Ejército.
Uno de ellos fue Jesús Castañeda Gutiérrez, jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP) en el gobierno del entonces presidente Luis Echeverría.
El EMP fue una de las principales áreas de la Secretaría de la Defensa Nacional hasta hace unas semanas, después que fue disuelto por el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador.
Otra evidencia de la protección oficial de Los Halcones, dice Jacinto Rodríguez, es una imagen que muestra a Fernando Gutiérrez Barrios durante el entrenamiento de los paramilitares.
El personaje era responsable de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la agencia de inteligencia civil y contraespionaje del gobierno.
“Guerra Sucia“
¿Por qué crear a Los Halcones? Parte de la respuesta es el entorno político de la época.
La manifestación del 10 de junio fue la primera que se convocó después de la masacre de Tlatelolco, en 1968.
Algunos de los líderes de ese movimiento que habían sido arrestados salieron de prisión, y otros volvieron del exilio.
La DFS detectó una creciente disconformidad hacia el gobierno de Echeverría, cuenta Jacinto Rodríguez, y por eso la respuesta a la protesta del Jueves de Corpus, a la que oficialmente se le ubicaba como una subversión.
“Fue un mensaje clarísimo de Echeverría de cómo se iba a tratar a los movimientos sociales en su gobierno“, dice el especialista.
En 1971, el presidente tenía menos de dos años en el cargo. Los Halcones fueron una especie de mensajeros.
“Después de eso hubo poco o nada de movilizaciones sociales abiertas. Pero lo que sí apareció fue la guerrilla que vio en el halconazo la señal de que la manifestación pública no era posible”.
A partir de ese año surgieron grupos armados en varias partes del país, que fueron combatidos por el Ejército y la DFS, así como por un grupo paramilitar llamado La Brigada Blanca.
La estrategia se aplicó durante la década de los 70 y la mitad de 80. Al período se le conoce como La Guerra Sucia.
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