Ben Barres no solo revolucionó el estudio del cerebro. También dedicó su vida a cambiar lo que había experimentado en carne propia: la intensa discriminación contra las científicas mujeres.
Y es que Barres entendió esa discriminación desde una perspectiva única.
El científico estadounidense, quien era profesor de la escuela de medicina de la Universidad de Stanford, nació mujer y transicionó en 1997 a la edad de 43 años.
Barres falleció de cáncer a los 63 años en 2017. Pero su obra "Autobiografía de un científico transgénero" fue publicada en septiembre de este año.
"Por lejos, la mayor diferencia que he notado es que la gente que no sabe que soy transgénero me trata con mucho más respeto", escribió Barres en un artículo en la revista Nature.
"Hasta puedo completar una oración entera sin que un hombre me interrumpa".
En un año marcado por grandes logros científicos, en BBC Mundo queremos recordar especialmente el legado de un investigador que según el presidente de la Universidad de Stanford, Marc Tessier Lavigne, luchó "por la dignidad fundamental de todos nosotros".
Cuando algunos académicos sugirieron que las mujeres no avanzaban en ciencia "debido a falta de habilidad innata", Barres respondió con uno de sus artículos más célebres.
En una columna en la revista Nature en 2006, el neurólogo detalló numerosas pruebas científicas de que mujeres y hombres tenían la misma capacidad en matemáticas y otras disciplinas.
Y Barres expuso con ejemplos de su propia vida la verdadera razón de la "falta de avance": la constante discriminación.
"Voy a relatar algunos ejemplos de prejuicios de mi propia vida cuando era mujer", escribió.
"Cuando era estudiante en el Instituto de Tecnología de Massachussetts, MIT, fui la única persona que logró resolver un problema matemático muy difícil en una clase grande integrada en su gran mayoría por hombres".
"La respuesta del profesor fue que seguramente mi novio había resuelto el problema".
El científico también habló de su decepción cuando, siendo estudiante de doctorado, perdió un concurso para una prestigiosa oportunidad en la Universidad de Harvard.
"Eligieron a un colega hombre, a pesar de que el decano en Harvard que había leído ambas aplicaciones me había asegurado que la mía era mucho mejor. Yo había publicado seis estudios de alto impacto. Mi competidor había publicado uno".
"Poco después que cambié de sexo", agregó Barres, "alguien escuchó a uno de los profesores que decía ‘Ben Barres dio un gran seminario hoy, pero claro, su trabajo es mucho mejor que el de su hermana’".
Barres publicó 167 estudios revisados por pares, fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y ganó numerosos premios.
Y el científico se valió de ese prestigio para dar voz a las minorías.
En encuentros prestigiosos, ante la presencia de investigadores líderes en neurociencia, Barres incluía en sus ponencias un segmento sobre la discriminación sufrida por investigadoras mujeres.
El trabajo científico de Barres se centró en "las nueve de cada 10 células en el cerebro humano que no son neuronas y son llamadas colectivamente células gliales o neuroglías", según explicó la Universidad de Stanford en su obituario de Barres.
El término "glial" proviene del griego y significa "pegamento". Se creía que estas células no eran más que un soporte, "la cáscara del cacahuete que aportaba estabilidad posicional y nutrientes a las más talentosas neuronas".
Pero Barres demostró que las neuroglías juegan un papel crucial en las sinapsis, las conexiones que transmiten señales entre las neuronas.
Un tipo de célula glial en particular llamada astrocito, "poda" o elimina sinapsis, en un proceso que sería clave para establecer circuitos nuevos.
Pruebas recientes del laboratorio de Barres indican que "los problemas con células gliales pueden ser responsables de muchas de las enfermedades neurodegenerativas que aquejan a la humanidad", según la Universidad de Stanford.
Barres es recordado no solamente por su brillantez académica y su lucha contra la discriminación.
Numerosos testimonios de estudiantes y pasantes de su laboratorio hablan de su generosidad.
En un artículo del periodista Ed Yong en The Atlantic, la investigadora Cagla Eroglu, de la Universidad de Duke, relató que Barres pasó sus últimos días escribiendo cartas de recomendación para los miembros jóvenes de su equipo.
"Estaba muy enfermo, pero completó cada una de esas cartas con el mayor cuidado", señaló Eroglu.
"Desde el primer día que entré a su laboratorio hasta su muerte, Ben siempre se preocupó de mi éxito como si fuera el suyo".
En una entrevista con la revista Discover en 2017, Barres afirmó:
"Realmente no me preocupa mucho morir".
"Lo frustrante es que hay tantas cosas en las que ya no podré trabajar… Tantas cosas que quería comprender".
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