Después de meses de amenazas y de tarifas como represalia, finalmente llegó un regalo de Navidad en forma de ausencia de nuevos aranceles a partir del 1 de enero, tanto para Estados Unidos como para China.
El acercamiento entre las dos partes sin duda traerá un respiro a los mercados e inversores, al menos por ahora.
La guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo ha sido un importante factor de riesgo para los inversores este año y ha puesto bajo amenaza las perspectivas económicas de los países de la región de Asia Pacífico.
Y a pesar de algunas predicciones sombrías, incluida la mía, para la cena más vista del mundo, la química personal de los presidentes Trump y Xi parecía ser la fuerza de cimentación para que Estados Unidos y China aceptaran lo que parecían dos puntos de vista diametralmente opuestos.
Pero como siempre, el demonio está en los detalles y, a decir verdad, no hay muchos sobre este acuerdo.
Así que vamos a deshacerlo.
Un trato para el público interno
Este fue un pacto que ambas partes necesitaban para elevar la imagen en sus respectivos países.
Es por eso que fue interesante que el primer indicio que tuvimos de que se había alcanzado un acuerdo viniera de los medios chinos.
Tanto China Daily como la emisora internacional china CGTN dijeron que los presidentes Trump y Xi habían acordado no imponer nuevas tarifas después del 1 de enero.
El presidente Xi ha estado lidiando con una desaceleración de la economía en su país y hay analistas que creen que estaba bajo presión para regresar a China con algún tipo de acuerdo que no trajera más problemas a los fabricantes chinos.
Existen algunas evidencias de que las compañías en China están siendo afectadas por la guerra comercial, pero por ahora, el nuevo arancel del 10% ha sido manejable. Un aumento al 25% cambiaría las cosas dramáticamente.
Y lo mismo ocurre con el presidente Trump.
Los grupos de lobby en Estados Unidos lo presionaron para que dejara de lado las diferencias con China, insistiendo en que tarifas más altas significarían costos más elevados para los empresarios estadounidenses, lo que a su vez conduciría a precios mayores para los consumidores.
Públicamente, Trump dejó de lado esas preocupaciones en el pasado, pero este acuerdo lo ayudará a levantar su imagen en el país y también le dará más tiempo a las empresas estadounidenses para decidir qué hacer si el próximo conjunto de tarifas entra en vigencia.
A primera vista, no es descabellado pensar que Estados Unidos sale mejor parado en este acuerdo.
El presidente Trump logró que China aceptara hablar sobre algunos de los problemas clave que tiene su gobierno con la forma en que Pekín hace negocios.
Y logró un compromiso de China para comprar una cantidad "muy importante" de productos agrícolas, energéticos e industriales de EE.UU.
También está el acuerdo del fabricante de chips Qualcomm -que en julio pasado abandonó la oferta por la holandesa NXP Semiconductors luego de no poder obtener la aprobación de los reguladores chinos- y se convirtió así en una víctima involuntaria de la guerra comercial.
El presidente Xi dijo ahora que está dispuesto a aprobarlo. Y los analistas dicen que se podría lograr si las conversaciones durante las próximas 12 semanas siguen su curso.
Trump también elogió a China sobre Corea del Norte, una parte clave en su relación con Xi. Ambos trabajarán por una península de Corea libre de armas nucleares.
Pero China también se aseguró que el lenguaje de este acuerdo sea vago y no vinculante, lo que significa que no está claro cuánto tiene previsto abrirse o cuánto comprará a Estados Unidos.
Esta es una parte clave del acuerdo.
China y EE.UU. acordaron comenzar de inmediato las negociaciones sobre cambios estructurales con respecto a la transferencia forzada de tecnología, la protección de la propiedad intelectual, las barreras no arancelarias, las intrusiones cibernéticas y el robo cibernético, los servicios y la agricultura, dentro de los próximos 90 días.
Si no pueden llegar a un acuerdo, los aranceles del 10% se elevarán hasta el 25%. Esta fecha límite será pasado el feriado del Año Nuevo Chino y básicamente da más tiempo a ambos lados.
Estados Unidos quiere que China renuncie a las transferencias forzadas de tecnología y otorgue a las empresas estadounidenses más acceso al mercado chino.
Si China tiene la misma definición de lo que esto significa, será el indicador clave de si las conversaciones tienen éxito.
Pero las cosas están cambiando en Pekín, al menos según un editorial en el diario chino Global Times, considerado como un portavoz del Partido Comunista chino.
En la edición del domingo, al comentar sobre la tregua Xi-Trump, el periódico publicó: "Cualquier decisión que beneficie el desarrollo de China es correcta".
Tal vez desde una posición de interés propio, vale la pena el sacrificio.
Sin embargo, cuánto sacrificará China será clave para que este acuerdo sea algo más que una simple tregua temporal o una reescritura definitiva y duradera de la relación entre Estados Unidos y China.
Curiosamente, el tiempo de tregua de 90 días no se menciona en varios medios de comunicación chinos, que pueden estar tratando de convertir esto en una victoria completa para el presidente Xi, en lugar de lo que es: una tregua temporal para las vacaciones de Navidad.
No más tuits ofensivos o amenazas arancelarias, al menos por ahora.
Pero sin detalles específicos sobre la tregua y algunas concesiones serias de China, es difícil ver cómo no volveremos a esta posición dentro de tres meses.
Y la próxima vez, será de verdad, y no solo en el comercio.
Si las dos partes no llegan a un acuerdo creíble y sustantivo, las cosas podrían ser mucho peores en el futuro.
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