Se oyen a menudo. Por la calle, en las consultas médicas o en casa, pero simplemente no son verdad.
¿Cómo pueden extenderse estas ideas sin fundamento científico sobre el cerebro?
Diferentes expertos desmontan para BBC Radio 4 los mitos más comunes sobre nuestro órgano más complejo.
Es de los mitos más extendidos porque aparece en libros, películas y series.
Es una idea atractiva pues sugiere que podríamos ser mucho más inteligentes, exitosos o creativos si lográramos aprovechar ese 90% que en teoría desperdiciamos.
Pero, ¿qué hay de cierto en esto?
Sophie Scott, investigadora del University College de Londres, en Reino Unido, es la encargada de demostrar que está afirmación es completamente errónea.
Solo con mirar el escáner del cerebro de alguien se puede ver que hay actividad en la que está involucrado más del 10% del cerebro.
"Es cierto que los pensamientos más complejos activan muchas más zonas del cerebro, pero solo con observar a personas moviendo una mano o hablando, que son dos funciones motoras, veremos una gran actividad cerebral", dice Scott.
Esto es así porque el movimiento no solo implica los músculos que tenemos que poner en marcha. También exige una planificación previa de la acción.
"Usando las dos manos en lugar de una, ya utilizamos más del 10% del cerebro", aclara la científica.
Pero es que además, hay evidencias de que el cerebro parece no permitirse estar ocioso.
"Cuando las células nerviosas no están siendo usadas, son aprovechadas por otras partes del cerebro para realizar diferentes funciones o se degeneran y mueren", señala Eric Chandler, profesor de la Universidad de Washington.
Según Chandler, sería muy sorprendente que el cerebro no usara toda la capacidad de la que dispone.
La razón es que el cerebro usa una gran parte de los recursos del cuerpo: casi de un 20%. Así que en realidad es un órgano muy caro de mantener.
"Creo que la gente quiere creer que puede mejorar cómo usa su cerebro. Y en realidad, sí podemos", explica el experto.
La clave está en que siempre podemos aprender nuevas cosas, pero no es porque usemos una pequeña fracción de nuestro cerebro si no por las nuevas conexiones de las células nerviosas que se crean.
Es verdad que el cerebro está dividido anatómicamente en dos hemisferios, el izquierdo y el derecho.
Existe mucha literatura sobre la idea de que si conseguimos "encender" el lado derecho de nuestra mente nos volvemos más intuitivos, creativos y ordenados. También más sabios.
Si conseguimos activar el lado izquierdo, entonces desarrollaremos capacidades lógicas y racionales.
Nada más lejos de la realidad
"Lo oigo muy a menudo. Sobre todo en el contexto de la educación y sus vínculos con la neurociencia. La idea de que una persona pueda usar más el lado izquierdo o el derecho es muy famosa", dice Sarah-Jayne Blakemore, profesora del University College de Londres.
Hay evidencias de que los hemisferios están formados por distintas regiones que juegan papeles ligeramente diferentes, pero nunca verás un hemisferio trabajando solo en un cerebro sano", añade Blakemore.
Por ejemplo, cuando escuchamos la voz de alguien, una parte se encarga de determinar la identidad de quien habla y la otra está procesando el mensaje lingüístico.
Para los neurocientíficos, queda claro que aunque puede haber diferencias en los hemisferios, ambos trabajan conjuntamente para producir un resultado y se comunican entre ellos todo el tiempo.
La afirmación de que alguien tiene que ejercitar una parte de su cerebro, no tiene ningún sentido.
Conocido como ‘Efecto Mozart’, este mito en realidad hace referencia a la idea de que poner música de Mozart a los niños pequeños les hará crecer siendo personas más inteligentes y que a largo plazo puede mejorar el desarrollo del cerebro.
De hecho, existe toda una industria levantada alrededor de la venta de la música del compositor que se basa en la idea de que el ritmo de su música permite desarrollar determinadas habilidades cognitivas.
El mito se ha extendido tanto, que incluso hay granjas que ponen música de Mozart a sus animales,conn la creencia de que producirán mejor leche o que su carne será más suave.
La verdad resulta ser más mundana.
"Hasta la fecha no hay ninguna evidencia científica de que los bebés reciban beneficios a largo plazo de esta música", dice la profesora Scott.
Hay ciertos beneficios del placer que produce escuchar música, pero puede ser cualquier tipo, no sólo la de Mozart.
"Lo que si es cierto es que aprender a tocar un instrumento y dedicarle horas de práctica sí tiene efectos en el cerebro", afirma Blakemore.
Este efecto sí, dicen los expertos, si podría influir en los resultados académicos de un alumno, pero no el simple hecho de escuchar música.
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