En la madrugada del 1 de enero de 1994, militantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) -en ese momento, insurgente- se tomaron varias localidades del estado de Chiapas, en el sur de México.
Fue lo que la historia denominaría después el "Levantamiento zapatista", que exigía "respeto y dignidad" para los pueblos indígenas mexicanos.
Su rostro más visible fue el de un hombre encapuchado que se hizo llamar "El subcomandante Marcos". Nunca, en sus decenas de manifestaciones públicas, se le vio con el rostro descubierto.
En 2001, tras su histórica caravana hacia Ciudad de México, Marcos conversó con el periodista de la BBC Hernando Álvarez sobre la lucha zapatista, el gobierno mexicano, los movimientos de izquierda en América Latina, el surgimiento de Hugo Chávez y la reivindicación de los derechos indígenas. Y al final, también bromearon con su capucha.
Aquí reproducimos el diálogo que sostuvimos aquel 16 de marzo, cuando el Congreso mexicano acababa de rechazar su propuesta tras la marcha realizada los meses anteriores y el gobierno del entonces presidente Vicente Fox no parecía estar encaminado en buscar un acuerdo de paz.
Los zapatistas rechazaron la propuesta del congreso mexicano, ¿qué va a pasar ahora?
Que el congreso va a elaborar una contrapropuesta para tratar de resolver el problema. Estamos solicitando un diálogo con los legisladores para argumentar a favor de la ley de pacificación.
Lo que sabemos hasta ahora por la prensa local es que se está discutiendo cuál podría ser la nueva propuesta pero no hemos recibido una comunicación formal.
El gobierno ya ha liberado a varios presos zapatistas y ha desmantelado varias bases militares, pero usted lo sigue acusando de mentiroso. ¿Qué tienen que hacer para que usted les crea?
Pues hacer lo que tiene que hacer. No ha liberado a un solo preso. Los que han sido liberados lo han sido por el gobierno de Chiapas, no por el gobierno federal.
Los zapatistas que siguen presos son todos del fuero federal y en ese sentido, (el presidente Vicente) Fox no ha liberado ni a uno solo.
En cuanto a las posiciones militares, el señor Fox está usando como rehenes a más de 400 indígenas tojolabales, hombres, niños y mujeres, que están viviendo fuera de su comunidad porque está ocupada por el ejército.
Usted acusa a Fox de utilizar la mercadotecnia, los medios de comunicación para sus fines publicitarios.
El problema es que nosotros tenemos que resolver un conflicto. La única forma de resolverlo es que el señor Fox se decida a responder una pregunta: ¿está o no dispuesto a asumir el diálogo hasta sus últimas consecuencias?
Si él empieza regatear, como las señales iniciales parecen indicar, todos los puntos, el diálogo nunca va a llegar a buen puerto. Se va a empezar a alargar. Se va a alargar el conflicto y va a ser la repetición de los seis años anteriores. Las comunidades han dicho que no están dispuestas a volver a jugar a la simulación.
Si el señor Fox no cumple, tiene seis años para reflexionar que tuvo en sus manos la posibilidad de resolver el conflicto y no lo hizo.
Si después de seis años se va, nosotros aquí seguiremos.
¿No cree usted, subcomandante, que es muy duro al calificar la gestión del presidente Fox, que lleva tan sólo 100 días a frente del gobierno?
Nosotros entendemos que algunas gestiones llevan tiempo pero hay otras, en concreto las de la retirada de las posiciones militares, que no requieren más que los famosos 15 minutos que el señor Fox mencionó en su campaña.
Él dijo que no se necesitaban más que 15 minutos para ordenar el repliegue del ejército de Chiapas. Nosotros sólo pedimos que de las 259 posiciones que tiene el ejército se retire de siete.
Nosotros no juzgamos al gobierno sino su actitud con respecto a nosotros. No ha cumplido cabalmente ninguna de las tres peticiones. Ha convertido en un evento de medios de comunicación cada acontecimiento.
Y, finalmente, ha convertido lo que es el antecedente de la negociación en un tira y afloja. Si llevamos cien días para decidir cómo nos vamos a sentar, qué podemos esperar cuando ya estemos sentados con él y empecemos a plantear demandas reales.
Nosotros sí tenemos voluntad de paz, pero no estamos dispuestos a mentir y a simular. Es mejor seguir la ruta del compromiso real.
Lo que está en juego no es el índice de popularidad de Fox o de Marcos sino la resolución de un conflicto vergonzoso para cualquier mexicano, que es que los habitantes originarios de esta tierra son tratados como si fueran animales.
Subcomandante, ¿no está usted intentando firmar la paz cuando en realidad no hay una guerra?En realidad no se disparan balas.
Claro que hay una guerra.
Podemos hacer la cuenta de las bajas, la destrucción, del territorio ocupado. Si no hay una guerra, por qué necesitan 60.000 soldados y 259 posiciones militares, por qué sobrevuelan con helicópteros militares y aviones de reconocimiento, por qué las guarniciones están en alerta continua.
Si no hay una guerra, qué está haciendo todo ese aparato militar ahí.
Hay sectores de la izquierda que dicen que los zapatistas no tiene el poder de negociación de, por ejemplo, las guerrillas colombianas porque ustedes no hacen uso de la parte militar. ¿Usted qué opina?
Nosotros hemos recibido presiones de los dos lados: de la derecha, para que arriemos banderas y entremos a la lógica de la clase política y de parte de la izquierda para que radicalicemos el discurso.
Nosotros no vamos a hacer acciones militares para formar parte de los corridos universitarios ni tampoco nos vamos a vender para formar parte de ese zoológico que es ahora la clase política de México.
Subcomandante, ¿qué pasa con usted y el zapatismo si al final no logran aprobar la ley de derechos y cultura indígena? ¿Regresarían a la selva?
Sí, claro, por supuesto. Nuestra especialidad es esperar y resistir. Esperaríamos otra vez a que apareciera alguien que sí tuviera la voluntad de lograr una solución.
Y ¿qué pasa si lo logran?
Inmediatamente entraríamos en un proceso de diálogo y negociación, que sería tan rápido como hubiera voluntad política.
Al final del proceso se llegaría a la cuestión de la reinserción del zapatismo en la vida civil y pacífica y ese será nuestro reto final.
Querríamos ser una organización que no sea política, sino que se plantee devolver al ciudadano su papel fundamental que es el de cómo gobernar su colectivo, su barrio, su ciudad, su nación.
Algunos sectores de la prensa internacional le han comparado con el Che Guevara, ¿Se siente el subcomandante Marcos el nuevo Che?
No, de ninguna manera.
Primero, nosotros no nos estamos planteando la toma del poder.
En segundo, no nos estamos planteando hacer escuela.
Y en tercero, el mundo en el que el Che nació, vivió, luchó y murió no tiene nada que ver con el nuestro.
No tenemos ninguna intención de formar parte del martilogio de la izquierda mundial, ni siquiera de la mexicana.
Queremos vivir, queremos demostrar que también podemos construir en paz un desafío: el de desarrollarnos como comunidades y no tener que vivir siempre con el estigma de que ser indígena significa ser pobre y vivir en la miseria.
¿Que evolución ha tenido usted como persona desde el primero de enero de 1994?
Fundamentalmente hemos aprendido que nuestra torpeza no tiene límites. Tenemos errores en la comunicación con la gente. Hablamos a veces demasiado con gente que no importa y menos con los que realmente importan.
Este salir de la selva no significa que hayamos salido del pasamontañas. El pasamontañas es una barrera que no alcanzamos a cruzar ni nosotros, ni quienes se sientan enfrente de nosotros.
En eso estamos trabajando ahora.
Subcomandante, ¿qué opinión le merecen las guerrillas colombianas, su forma de lucha?
Cada país, cada situación tiene su propia lógica, pero nunca estaremos de acuerdo con acciones que afecten a la población civil; por alta que sea la causa, nada podrá justificar que se afecte a civiles, incluso aunque esos civiles sean catalogados de "enemigos".
Según nuestra concepción, si una organización se alza en armas tiene que hacerlo de acuerdo a las convenciones en los conflictos armados: sólo debe realizar acciones armadas en contra de elementos armados; cualquier otra cosa es algo muy peligroso que alimenta el terrorismo y el fundamentalismo.
¿Qué opinión le merece el otro personaje de la historia de la izquierda latinoamericana actual, el presidente Chávez?
Sería muy aventurado hablar del tema.
Lo que puedo decir es que creemos que América Latina no puede seguir repitiendo la historia de confiar el destino a líderes por muy carismáticos que sean. En este caso estoy hablando de Marcos y no de Chávez.
Cualquier líder tiene que entender que los procesos de liberación tiene que ser fruto de esfuerzos colectivos y no de individuos.
Nosotros no apostamos a que los cambios dependan de la figura de Marcos.
Lo que está en juego es que la opción para América Latina no es o Chávez o Fujimori, o Chávez y Menem.
Creo que habría que construir algo diferente. El poder ya no está en el gobierno sino que está en los grandes centros financieros internacionales.
Hay que reconstruir los estados nacionales. Esa reconstrucción sólo es posible desde abajo y no desde la cúpula. Podemos estar equivocados pero estamos dispuestos a estar equivocados.
¿No le parece ingenuo esa lucha contra los grandes poderes internacionales?
No, esa historia la he oído muchas veces.
Siempre antes del cambio, este parece imposible; y en el momento del cambio, siempre uno dice que era inevitable que ocurriera lo que iba a ocurrir.
No dudo que el enemigo sea poderoso pero sus propias contradicciones están provocando problemas, multiplicando las guerras, las fronteras.
Estamos en el tercer milenio y hay guerras cuyo móvil sigue siendo la sangre, la religión, la raza y el color de la piel. ¿Puede un mundo decir que es moderno cargando todavía con esa pena?
¿Cómo explica su relación con otros grupos internacionales, como los anarquistas italianos y otros?
Nos encontramos que mucha gente en muchas partes del mundo conectó con lo que nosotros decíamos y establecieron el contacto.
Pero el hecho de encontrar gente que tiene otro color de piel, otro color de ojos, otra lengua, y no viene a hacer daño, sino que viene a aprender o tratar de ayudar -le atine o no-, le da un gran oxígeno a las comunidades indígenas y las saca definitivamente del peligro del fundamentalismo, de la guerra étnica.
Por otro lado, los que llegan de afuera también aprenden que la pobreza no significa falta de democracia.
Se puede ser pobre y estar muy avanzado en cuestiones de participación política. Y pudiera ser que nosotros significáramos para ellos un aliento para lo que están haciendo en otras partes del mundo.
Fox y usted son dos polos opuestos, pero la física dice que los polos opuestos se atraen…
En este caso lo que funcionan son las leyes de la política, y lo que dicen es que esos polos deben encontrarse, definir el diálogo y la negociación, seguir siendo opuestos pero en otros terrenos y no en los actuales.
Subcomandante Marcos, por qué no le da usted una primicia a los oyentes (y lectores) de la BBC y se quita la capucha…
En este momento lo estoy haciendo. Me estoy quitando la capucha, aquí me están viendo… Se desmayaron no precisamente de emoción sino de terror [se escuchan risas de fondo]… Los desmayados no se ríen [bromea].
Entonces estamos "viendo" al verdadero Marcos…
Es una exclusiva para la BBC de Londres.
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