Desde la distancia, en el aeropuerto de Viena, vi parqueado en la pista un avión alquilado que llegaba de Nueva York.
Dentro venían 10 espías rusos y junto a él estaba un avión ruso con otros cuatro agentes a bordo.
Era julio de 2010 y yo estaba reporteando sobre el mayor intercambio de espías entre Rusia y Estados Unidos desde la Guerra Fría.
No era extraño que hubieran elegido Viena como el sitio para el intercambio.
La ciudad mantiene una larga tradición como semillero del espionaje internacional.
Un reciente caso, sin embargo, resultó ser una vergüenza para Austria.
Los fiscales están investigando a un coronel austriaco retirado, a quien se le acusa de estar espiando al servicio de Rusia desde 1990.
Austria es vista como uno de los pocos amigos de Rusia en la Unión Europea. Hace solo unos meses, el presidente ruso Vladimir Putin llegó como invitado sorpresa para la boda de la ministra de relaciones exteriores, Karin Kneissl.
Entre los espías intercambiados en la pista del aeropuerto de Viena en 2010 estuvo Sergei Skripal, envenenado en Reino Unido este año.
Como oficial de inteligencia militar ruso, Skripal había estado trabajando como agente doble británico.
Otra era Anna Chapman, una glamorosa agente rusa que había sido deportada de los Estados Unidos.
La reputación de Viena como centro de espías se debe en parte a la geografía.
Situada cerca de la Cortina de Hierro, la neutral Austria era un conveniente puesto de escucha durante la era comunista, explica Siegfried Beer, historiador y fundador del Centro Austriaco de Inteligencia, Propaganda y Estudios de Seguridad.
"Al estar basados en Viena durante la Guerra Fría, los servicios de inteligencia podían organizar todo tipo de cosas en Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia, incluso en Polonia", dice.
"El gobierno austriaco estaba ansioso por permanecer neutral. Así que desarrolló una atmósfera en la que todos se sentían muy cómodos y se beneficiaban mutuamente".
"El espionaje era un negocio. Todavía lo es. Trae mucha gente con mucho dinero y mucho apoyo al país".
La clásica película de la Guerra Fría, El tercer hombre, muestra cómo la ocupada Viena de la posguerra se dividió en cuatro zonas, controladas por los británicos, los estadounidenses, los franceses y los soviéticos.
Aunque la historia de "El tercer hombre" está más centrada en el mercado negro del chantaje que en el espionaje, Beer dice que estuvo inspirada en un periodista austriaco, Peter Smolka, quien trabajó para la inteligencia británica y que también era un espía soviético.
Hoy la Cortina de hierro ya no está, pero los espías sí.
Actualmente, Viena alberga una de las sedes de las Naciones Unidas y el organismo europeo de seguridad, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Eso significa que muchos países no solo tienen una embajada, sino hasta dos misiones diplomáticas adicionales ante las organizaciones internacionales. Esto les proporciona inmunidad diplomática y encubrimiento para los espías.
El informe anual de la Oficina Federal Austriaca para la Protección de la Constitución y el Antiterrorismo (BVT), dice que Austria es un "área de operaciones favorita" para los espías extranjeros y el número de agentes de inteligencia sigue siendo "alto".
Cuando se publicó el informe a principios de este año, el jefe del BVT, Peter Gridling, no mencionó el número exacto de agentes extranjeros que operan aquí, pero dijo que era "una comunidad de cientos de personas".
Sin embargo, también señaló que ahora hay "una mayor densidad de los llamados servicios de inteligencia de fuera de la UE en Bruselas" que en Viena.
Gerhard Mangott, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Innsbruck, dice que es de conocimiento general que estos agentes a menudo tratan de reclutar informantes austriacos.
Mangott dice que le sorprendió que el gobierno austriaco decidiera hacer públicas las acusaciones recientes contra el coronel retirado, teniendo en cuenta los estrechos vínculos de Viena con Rusia.
"Los servicios secretos son muy activos en Austria, de lado y lado, tratando de reclutar informantes de varias instituciones", dijo.
El profesor Mangott fue cortejado por los servicios de inteligencia rusos y británicos.
"Fui contactado por un miembro del servicio secreto ruso en la década de 1990 para trabajar para la parte rusa y también debo decir que el MI6 (de Reino Unido) me contactó en la década de 1990 para trabajar como informante".
"Estoy seguro de que hay muchas más personas [austriacas] que trabajan para los servicios secretos extranjeros", dice. "El hecho de que este espía político haya sido descubierto no debería sorprender al gobierno austriaco".
Siegfried Beer está de acuerdo. "Los políticos deben saber que el espionaje es un negocio internacional en el que todos están involucrados".
"En lugar de culpar a los rusos, los austriacos deberían haber examinado su propia organización y preguntarse cómo pudimos haber tenido un espía en nuestras filas durante 25 años".
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