El momento culminante de la posesión presidencial en México viene precedido por 61 palabras.
En una ceremonia en la sede del Congreso nacional en Ciudad de México, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) realizará el 1 de diciembre una promesa de cumplimiento de la ley, tal y como lo dicta la Constitución.
Al acto se le llama “toma de protesta” y la representación del pueblo -los diputados y los senadores- son los encargados de tomar esa declaración al nuevo mandatario.
Al contrario de lo que ocurre en otros países, en la ceremonia de investidura mexicana no hay un juramento ni se abre espacio a simbolismos religiosos, como evocar a Dios o usar una Biblia en el acto.
“Cuando México como Estado dejó su vínculo con la Iglesia, en el siglo XIX, todos esos signos que tenían que ver con el juramento religioso se cambiaron por una terminología liberal, que es la protesta”, explica a BBC Mundo el analista jurídico Mario Melgar.
Es por ello que para “protestar” el cargo, el presidente electo debe pronunciar las siguientes 61 palabras:
“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.
López Obrador deberá pronunciar estas palabras ante los miembros del Congreso para culminar el acto con el que asumirá el poder en México.
Después recibirá la Banda Presidencial, la prenda con los colores de la bandera que utiliza el presidente cuando toma el cargo y también en diversas ceremonias de gala, como el festejo de la Independencia o en recepciones de embajadores.
Pero como Melgar señala, el acto de la “toma de protesta” ante el Congreso es en realidad un ritual más que un acto legal.
“Es un formalismo, porque el poder cambia a las 00:00 horas del 1° de diciembre. Los mandos militares entregan a esa hora el control del país y la fuerza del Estado“, dice el doctor en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Juramentación, investidura o asunción son algunos de los términos más comunes en el idioma español para el acto político de asumir un cargo público como la presidencia.
En México se dice “protestar”, palabra que entre sus significados está el de “expresar queja o disconformidad”, según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Pero el término también está correctamente usado para este tipo de protocolos, pues entre las acepciones de la RAE también se encuentran:
Para Melgar, “semánticamente es lo mismo: quien jura o protesta, promete”.
“Es sinónimo de juramento, pero no tiene esa connotación religiosa. No se jura, sino se protesta, se hace el compromiso, se promete”, añade.
No obstante, fuera de México resulta extraño que la palabra utilizada sea “protestar”, pues el término es comúnmente usado -incluso entre los mexicanos- para referirse a su acepción de “expresar queja o disconformidad”.
Para la ceremonia de este año, la oficina de AMLO anunció que añadirá un simbolismo más: recibirá en la Plaza de la Constitución, frente al Palacio Nacional, un “bastón de mando” de representantes de pueblos indígenas.
“En las distintas etnias sigue vigente el bastón de mando. Cuando los presidentes o gobernadores visitan estas demarcaciones donde hay práctica de reglas se le entrega al visitante un bastón de mando. Es un símbolo de respeto”, dice Melgar.
Los cambios que ha tenido este protocolo presidencial reflejan también cómo México se fue transformando en un Estado laico, sin influencia de la Iglesia, a lo largo de su historia.
La Constitución de 1824, la primera del país independiente, estaba en el otro extremo: declaraba que la religión del país “es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana”.
Entonces, el presidente entrante estaba obligado a decir:
“Yo, ‘N’, nombrado presidente de los Estados-Unidos Mexicanos, juro por Dios y los Santos Evangelios…“.
Para la década de 1850, México tuvo un conflicto bélico entre liberales y conservadores que desembocó en el triunfo de la separación Estado-Iglesia.
Surgió entonces la Constitución de 1857, que mantuvo el acto de “jurar” para cumplir con la Carta Magna, pero eliminó las referencias religiosas:
“Juro desempeñar leal y patrióticamente el encargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, conforme a la Constitución, y mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión”.
La promulgación de las Leyes de Reforma, posteriores a esa Constitución de 1857, terminaron por sustituir el “juramento” y en su lugar se especificó que el presidente debía “protestar”.
La Constitución de 1917, vigente hasta la actualidad, eliminó cualquier simbolismo religioso.
Este acto político permaneció sin cambios durante décadas, pero el propio López Obrador dio pie de algún modo a modificar la Constitución tras la controvertida elección de 2006 en la que participó.
El político resultó derrotado por una diferencia de 0.56% de los votos según el conteo oficial, por lo que los legisladores de su coalición bloquearon el Congreso para evitar que el presidente electo, Felipe Calderón, rindiera su protesta.
Finalmente, Calderón pudo cumplir con el acto en medio de gritos y forcejeos, pero ese momento provocó que se añadieran varios párrafos a la Constitución para ampliar las reglas protocolarias.
El documento ahora dice que, de no poder hacerlo ante el pleno del Congreso, la toma de protesta presidencial se podrá efectuar ante una comisión de legisladores o ante el presidente de la Suprema Corte.
Con la mayoría casi absoluta de legisladores de Morena, el partido del presidente electo, no hay indicios de que la “toma de protesta” de AMLO vaya a llegar al extremo de lo sucedido hace 12 años.
Y dada la gran cantidad de decisiones de gobierno que ha anunciado desde que fuera electo el 1 de julio, muchos dicen en tono de broma que el político, en realidad, rendirá su primer informe de gobierno.
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