Di el nombre "Lipton" y verás que la mayoría de la gente piensa en té.
Pero detrás de esa marca se encuentra la extraordinaria historia de un magnate, publicista, filántropo y deportista que fue reconocido como "el mejor perdedor del mundo".
A principios de diciembre de 1881, un barco de vapor atracó en Glasgow, Escocia, con una carga procedente de América: el queso más grande del mundo.
Con un metro de grosor y una circunferencia de 4 metros, cientos de curiosos se reunieron para ver cómo era transportado a la tienda de comestibles de Lipton, en la calle High Street, donde se percataron de que era demasiado grande para pasar por la puerta.
Sin inmutarse, el desfile continuó hasta otra tienda de Lipton que contaba con una entrada más amplia, donde el queso fue colocado en el escaparate.
Como truco publicitario, fue todo un éxito, pero Tommy Lipton guardaba otra sorpresa: convirtió el queso gigante en una maravilla de oro al esconder una gran cantidad de monedas dentro de él.
Unos días antes de Navidad, Lipton comenzó a cortar el enorme queso.
Los policías luchaban por mantener el orden, mientras los asistentes de Lipton envolvían las rebanadas y las repartían entre la legión de clientes que se habían reunido con la esperanza de una afortunada compra.
Fue toda una obra de teatro dirigida y orquestada por un hombre que estaba en la cresta de la ola del éxito, cuyas tiendas estaban expandiéndose por todas partes; lejos de su infancia en la humilde área de Gorbals en Glasgow.
Nacido en 1848, en el seno de una familia que había llegado desde Irlanda del Norte, las primeras lecciones de Lipton en ventas llegaron cuando su padre montó una pequeña tienda, en la que vendía provisiones básicas en la superpoblada orilla sur del río Clyde, en Glasgow.
Desde los 10 años recogía alimentos en una carretilla de los barcos que atracaban en el río.
Los muelles y las historias de marineros fascinaban al joven Tommy Lipton.
Con 15 años aceptó un trabajo como grumete en un barco de vapor. Dos años más tarde había ahorrado el suficiente dinero para un pasaje a América.
Varios trabajos lo llevaron a las plantaciones de tabaco y arroz de Virginia y Carolina del Sur, pero después se fue a Nueva York.
En Broadway, empezó a trabajar en la enorme tienda propiedad de otro inmigrante de ascendencia irlandesa/escocesa, Alexander Turney Stewart.
Era un palacio del consumo con fachada de mármol, una de las tiendas más grandes que el mundo haya visto jamás. Stewart estaba mostrando una forma completamente nueva de comprar.
"Usaba un montón de estrategias que adoptaría Lipton en su propia carrera más tarde", explica el curador del Museo de la Ciudad de Nueva York, Steve Jaffe.
"Bajo precio, mucho volumen. Tienes una gran cantidad de productos, puedes venderlos y aun así ganar dinero si los vendes a un precio razonable".
Cuando Thomas Lipton regresó a Glasgow, cinco años después de su partida, ya sabía cómo podía hacer fortuna.
Todavía en la veintena, abrió su propia tienda, Lipton’s Market. Para los habitantes de Glasgow, fue una experiencia de compra muy diferente.
"Tiene a sus asistentes de ventas con delantales blancos brillantes. Tiene filas de jamones, filas de quesos", explica Laurence Brady, director de la Fundación Sir Thomas Lipton.
"Su tienda está muy iluminada. Está impecablemente limpia".
Fue la receta del éxito. Tiendas similares abrieron sus puertas por toda la parte central de Escocia, todas con el mismo nombre en la puerta: Lipton.
Pero fue solo el comienzo. Lipton sabía que su negocio dependía de un suministro confiable de productos de alta calidad, muchos de ellos importados. Para pasar al siguiente nivel, viajó a Fermanagh, en Irlanda de Norte, de donde procedía su familia.
"Estaba buscando productos irlandeses porque era lo que querían sus clientes", dice el genealogista Frank McHugh.
"Aquí cambió su método de operar su negocio. Empleó a alguien localmente para que se reuniera con los agricultores antes de que llegaran al mercado, y acordar un precio".
"Esto fue revolucionario, fue una forma totalmente nueva de hacer negocios. Es realmente como funcionan los supermercados modernos, llegan a los agricultores y eliminan al intermediario".
El nuevo enfoque fue tan exitoso que Lipton se quedó sin efectivo, y tuvo que empeñar su reloj de oro por 30 chelines para hacer negocios con los ansiosos granjeros.
Y más tiendas Lipton brotaban por toda Escocia y después por todo Reino Unido. Su siguiente paso fue conquistar Estados Unidos, una vez más eliminando al intermediario al comprar una planta empacadora de carne.
De vuelta en Reino Unido, los quesos gigantes de Lipton se convirtieron en atracciones prenavideñas habituales. Se dice que el gerente de una de sus tiendas consiguió un elefante para transportar uno a través de la ciudad de Nottingham.
Como siempre, Lipton estaba a la búsqueda de la próxima oportunidad de negocio, y esa llegó en la forma del producto que hoy en día sigue vinculado a su nombre: el té.
En otro tiempo había sido un artículo de lujo, pero para mediados del siglo XIX el precio había bajado y se estaba convirtiendo rápidamente en la bebida elegida por la clase media victoriana.
En mayo de 1890, Lipton viajó a Sri Lanka para comprar su primera plantación de té. De inmediato, puso a sus competidores en desventaja.
De esa forma garantizaba la calidad al importar el producto de sus propias plantaciones.
Para entonces su imperio había llevado el nombre de Lipton a las calles de moda del Londres victoriano. El propio Lipton se mezclaba con la alta sociedad.
Cuando la princesa de Gales, Alexandra, decidió en un apremiante corto plazo organizar una fiesta benéfica para las celebraciones del jubileo de diamante de la reina Victoria, fue Lipton quien acudió al rescate con una donación de £25.000 -muy por encima de los £2 millones en dinero de hoy en día (US$ 2,6 millones)-.
Al año siguiente fue nombrado caballero.
En 1898, cuando sacó su compañía a bolsa, retuvo una participación mayoritaria, y se embolsó £120 millones, unos £1.000 millones de libras de hoy (US$1.300 millones).
A los 50 años, tenía los medios para cumplir su sueño de la infancia.
La Copa América es el trofeo deportivo internacional más antiguo del mundo. La América a la que se refiere no es un país sino un barco del mismo nombre, construido por miembros del New York Yacht Club.
Cuando era niño, Lipton estaba fascinado por los barcos que llegaban a Glasgow, fabricaba modelos y los dejaba flotando en los estanques de la ciudad.
Lipton ahora quería unirse al mundo de la élite de la vela y buscar el máximo galardón del deporte.
Había reglas estrictas para aquellos que participaban en la Copa América. Los veleros tenían que ser construidos en el país del contendiente y navegar hasta el comienzo de la carrera. También tenían que ser miembros de un club náutico.
Pero cuando Lipton solicitó ingresar en el prestigioso Royal Yacht Squadron, descubrió que incluso una gran riqueza y el prestigio no siempre eran suficientes para superar el esnobismo. Lo rechazaron.
Entonces, se unió al Royal Ulster Yacht Club, con sede en Bangor, Irlanda del Norte.
En la primera competencia de Lipton, en 1899, se ganó los corazones de muchos irlandeses-estadounidenses.
Su velero se llamaba Shamrock, y aunque perdió la carrera, en otros aspectos fue un ganador.
Todo el mundo hablaba de Sir Thomas Lipton, y Lipton, la marca, era más grande que nunca.
Un siglo antes de Richard Branson, Steve Jobs y Elon Musk, Lipton había sido pionero en la idea de construir una marca en torno a un individuo.
Su rostro, luciendo el gorro de un marinero, aparecía en gran parte de los paquetes de su compañía, recuerda la historiadora Judith Krall-Russo.
"Las mujeres querían tomarse fotos con él. Era una moda: ‘Oh, tengo una foto con Thomas Lipton’. Era como Elvis Presley, era una celebridad".
El empresario compitió de nuevo en la Copa América en 1901 y 1903 con nuevos veleros, Smrock II y III, nuevamente sin éxito.
La guerra retrasó la carrera de 1914. Lipton entonces equipó su velero de lujo Erin como barco hospital y lo entregó a la Cruz Roja. Al año siguiente fue hundido por un submarino alemán.
Lipton todavía compitió dos veces más en la Copa América, acercándose tentadoramente al éxito en 1920, pero el trofeo siempre se le escapó.
Pero la elegancia con la que aceptaba la derrota le valió la admiración de Estados Unidos.
Después de su quinto y último intento, en 1930, el actor de Hollywood Will Rogers inició una campaña pidiendo al público estadounidense que donara un dólar para comprar una "copa amorosa" de oro para celebrar la perseverancia y el espíritu deportivo del "perdedor más entusiasta" del mundo.
La inscripción decía: "En nombre de cientos de miles de estadounidenses y simpatizantes de Sir Thomas Johnstone Lipton".
Murió al año siguiente, legando gran parte de su fortuna a su Glasgow natal.
Hoy en día, la cadena de supermercados Lipton quedó en gran medida en el olvido, tras varias fusiones.
Su nombre perdura principalmente como una marca de té, ahora propiedad de Unilever.
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