Es uno de los cuadros más enigmáticas de toda la historia del arte: un par de monos de cuello blanco están encadenados a un cerrojo de metal debajo de un arco oscuro.
Detrás de las desafortunadas criaturas, un velo de niebla luminosa se eleva desde el puerto, debajo, convirtiendo en un sueño nebuloso el horizonte de la ciudad portuaria flamenca de Amberes.
Uno de los monos mangabey, de cabeza roja, nos mira boquiabierto con ojos grandes como platos y una sonrisa pícara. El otro, que está volteado, se agacha abatido, como si lo hubiéramos amonestado con nuestra mirada.
Fragmentos de una cáscara de nuez vacía cubren el pequeño espacio que conforma la prisión de la pareja, un espacio transitorio, umbral que a la vez une y separa el mundo que habitamos, fuera del cuadro, y el reino idealizado que nos llama a la distancia.
El panel es una de las 28 pinturas de Pieter Brueghel el Viejo -se cree que solo 40 de su autoría sobreviven– que forman parte de una exposición única que realiza el Museo Kunsthistorisches de Viena, en Austria.
La muestra, realizada con motivo del 450 aniversario de la muerte del artista del Renacimiento, exhibe 90 obras en total, incluidos dibujos y grabados, y es la más ambiciosa que se ha realizado hasta el momento sobre el maestro holandés.
"Dos monos" (1562) puede ser una de las pinturas más pequeñas y aparentemente sencillas de Brueghel, un artista famoso por realizar grandes y elaborados cuadros repletos de campesinos que realizan acciones alegóricas.
Sin embargo, descifrar el significado simbólico de este cuadro -si es que lo tiene-, ha resultado ser todo un enigma para los historiadores del arte y los admiradores del artista.
Puede ser tentador, a primera vista, descartar la evocadora viñeta como un simple registro de una observación real, aunque excepcional, realizada por el artista.
Quizás fue un retrato incidental de bestias tristes, en la ciudad portuaria, desgarradas de su hábitat nativo por comerciantes despiadados.
Después de todo -como argumenta el catálogo que acompaña a la exposición- la presencia misma de criaturas tan exóticas en Amberes, a mediados del siglo XVI, seguramente habría sido considerada una rareza que ameritaría ser inmortalizada.
Pero Brueghel no era un artista contemporáneo cualquiera ni un cronista cualquiera de la vida flamenca. Para 1562, el año en que pintó "Dos monos", ya había demostrado que era un artista capaz de transformar observaciones de la vida diaria en parábolas visuales complejas y proverbios pictóricos.
Pinturas anteriores incluidas en la exposición, como "La batalla entre el Carnaval y la Cuaresma" (1559), que contrasta la búsqueda del placer con los rituales de la piedad, y "Juegos para niños" (1560), que imagina un mundo invadido por las diversiones de los niños, ayudaron a establecer a Brueghel como un maestro de las obras narrativamente intrincadas y ricas en alegorías.
En los cuatro siglos y medio transcurridos desde que Brueghel creó su enigmático retrato doble, los académicos, convencidos de que debe haber un mensaje subyacente en la obra, han tratado de descifrar su esquivo simbolismo.
"Las connotaciones negativas tradicionales de los monos en el arte han provocado interpretaciones morales y, en ocasiones, incompatibles, como el deseo y la lujuria, la codicia y la avaricia, o todo tipo de maldad", señala en el catálogo de la exposición Manfred Sellink, uno de los cuatro curadores de la muestra.
Las lecturas de la pintura van desde la posibilidad de que sea un simple comentario sobre los acontecimientos de la época (una especie de caricatura política provincial) hasta la sugerencia de que es una declaración sobre el acto mismo de la imitación creativa.
Hipnotizada por la mirada de los monos, mi propia mente traza un parecido entre los monos de Brueghel y los que aparecen en una pintura anterior del artista italiano Gentile da Fabriano.
En la ostentosa y cubierta de oro "La Adoración de los Magos" (1423), aclamada como el apogeo de la pintura gótica internacional, un par de monos encadenados también aparecen debajo de un arco central.
Anticipándose a la obra de Brueghel, los monos que desestabilizan el trabajo de Gentile ocupan un lugar similar en la composición, en este caso entre un primer plano donde tres reyes (o magos) han llegado para dar obsequios y venerar al infante Cristo y un fondo, detrás las criaturas encadenadas, que muestra el paisaje que recorrieron los magos durante su viaje.
Los monos de Gentile son más fáciles de descifrar que los de Brueghel y cumplen una función simbólica común, representando la corrupción innata de la humanidad.
Esta suposición se ve corroborada por la proximidad de un árbol con granadas demasiado maduras, una iconografía medieval convencional que simboliza la fruta robada del paraíso, vinculada a la caída de la humanidad y la posterior expulsión del Edén.
En la obra de Gentile los monos encadenados nos recuerdan el estado moral y espiritualmente empobrecido del cual es rescatado la humanidad con el nacimiento de Cristo. Los monos somos nosotros.
¿Podría esto ofrecer una pista sobre el significado de los monos en el trabajo de Brueghel? Sabemos que una década antes de que pintara sus "Dos monos", Brueghel viajó por el sur de Italia y es probable que haya visitado Florencia, donde la legendaria obra maestra de Gentile se exhibió en la Iglesia Santa Trinita.
No podemos saber si vio el cuadro o no.
Pero los paralelismos entre las dos pinturas son tentadores y sugieren que el maestro flamenco podría haber querido reinventar el panel italiano anterior, para imitarlo de una manera muy "bruegheliana": removiendo sus ostentaciones, el oro y el brillo de la pintura de Gentile, para enfocarse en el emblema de humildad como su centro.
Hecho a una escala pequeña, que permitiría que la pintura fuera pasada de mano en mano en reuniones sociales del círculo cercano de Brueghel, "Dos monos" es un cuadro intensamente íntimo, como si estuviera diseñado para conectarse con los espectadores a un nivel más privado y penetrante.
Reconociendo el encanto perenne de la pequeña obra maestra de Brueghel, los organizadores de la exposición idearon una ingeniosa forma de exhibir la pintura, con una serie de seis paneles que muestran, paso a paso, la evolución del cuadro.
Esta ardua reconstrucción, basada en la investigación, busca entender el genio de Brueghel, partiendo del instante de la concepción de la obra.
Según Sabine Pénot, otra de las curadoras, la idea es que los visitantes tengan "la oportunidad única de mirar por encima del hombro del maestro mientras pinta".
La muestra de Brueghel estará en el Museo Kunsthistorisches de Viena del 2 de octubre de 2018 al 13 de enero de 2019.
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