El gobierno australiano ha emitido una disculpa nacional para las mujeres afectadas por el escándalo de las mallas vaginales.
En marzo pasado, una investigación descubrió que los implantes de estas mallas habían arruinado muchas vidas.
El ministro de salud australiano, Greg Hunt, dijo el miércoles: “En nombre del gobierno australiano, pido disculpas a todas esas mujeres por la agonía histórica que han causado los implantes de malla vaginal”.
Una investigación del Senado australiano estimó que a alrededor de 150.000 mujeres en Australia se les implantaron mallas vaginales en las últimas dos décadas, en muchos casos para ayudar a tratar complicaciones después del parto.
Más de 700 mujeres en Australia se han unido a una demanda colectiva contra uno de los fabricantes de mallas, Johnson & Johnson, aunque se cree que hasta 8,000 mujeres podrían haberse visto afectadas.
Estos implantes transvaginales -que también son polémicos en países como Canadá o Reino Unido- están hechos de polipropileno, el mismo material con el que se hacen ciertos empaquetados de alimentos y tejidos.
Se utilizan desde los años 90 para aliviar la incontinencia y el prolapso de los órganos pélvicos, dando apoyo a órganos pélvicos como la vagina, el útero, la vejiga, los intestinos o la uretra.
La caída, descenso o salida de los órganos pélvicos tiende a ocurrir después de múltiples embarazos y partos, que producen un enorme estrés sobre el suelo pélvico de la mujer.
Se estima que cerca del 50% de las mujeres experimentará en su vida algún tipo de prolapso de los órganos pélvicos, de las que un 11% requerirá cirugía.
Muchas de las mujeres que se sometieron a los implantes dicen que los cirujanos nunca les advirtieron sobre los riesgos potenciales de la malla.
Algunos de los efectos negativos relacionados con la cirugía son sangrado, daño a los nervios y tejidos, órganos perforados y la erosión de la vagina por la malla.
La investigación llevada a cabo en Australia también descubrió que muchas mujeres habían sufrido un dolor crónico y debilitante, lo que tuvo un impacto devastador en sus vidas, relaciones y carreras.
Además muchas de las mujeres denunciaron que los médicos no se tomaron en serio su dolor.
Claire Cooper es una de las cientos de mujeres que sufrieron por culpa de la malla vaginal.
En 2017 dijo a la BBC que no había tenido relaciones sexuales con su marido en cuatro años y medio debido al dolor.
Empezó a tener dolor en la cuarentena, unos tres años después de la implantación.
Su doctor llegó a decirle que se estaba imaginando el dolor y en su desesperación llegó hasta pensar en el suicidio.
“Empecé a planearlo. Pensé en mis hijos y al final no lo hice. Pero no me sorprendería si otras mujeres se hubiesen quitado la vida por culpa de estas mallas”, dijo a la BBC.
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