Su nombre es Ramón Rodríguez pero todos lo conocen como el profe Ramón.
Tiene 40 años y hace 16 que es docente de niños de primaria en Sevilla, España. También da clases en la universidad para futuros maestros y recorre el país ofreciendo talleres sobre educación.
Rodríguez se hizo "famoso" en marzo de este año por un mensaje que publicó en Twitter mostrando una de las calificaciones de sus alumnos.
El profe no evaluaba a sus estudiantes con notas numéricas sino con sobresalientes en sus cualidades.
"Elena es una niña feliz: sobresaliente; es generosa y buena compañera: sobresaliente; es respetuosa: sobresaliente", decía la planilla.
Se trata de "las otras notas", como las describe Rodríguez en diálogo con BBC Mundo. Y resalta que las notas numéricas no deberían existir, al menos no en la escuela primaria.
En BBC Mundo entrevistamos a Rodríguez en el marco del Día Mundial de los Docentes declarado por Naciones Unidas. Este es un extracto de lo que nos contó.
Si tuviera que hacer un balance sobre su carrera como docente, ¿cómo lo describiría?
Creo que he tenido mucha suerte. En estos 16 años he visto una transformación absoluta en la educación y ha sido apasionante vivirla desde dentro.
En mi primer curso recuerdo que había un sistema educativo muy tradicional, y he visto como fueron emergiendo nuevas formas de enseñar, como se le fue dando mayor importancia a las emociones en el aula. Había una barrera entre el docente y los alumnos que se malinterpretaba como respeto.
Cada vez más se trata de entender las necesidades de cada uno, qué los hace felices, qué les llama la atención. Y todo esto hace que la educación sea significativa para ellos, que los niños estén más motivados.
Estoy totalmente convencido de que la educación ha mejorado. Aunque todavía nos queda bastante.
¿Qué falta?
Que nos dejen de verdad no encorsetar el trabajo del niño en una nota numérica. Creo que una nota jamás va a resumir lo que un niño ha dado de sí en un trimestre.
Deberíamos pensar más en una evaluación competencial, darle valor a todas esas habilidades que tiene un niño que no se ven reflejadas en un boletín de notas.
Entonces, ¿las notas son malas?
Las notas son injustas y frías. No son malas porque al fin y al cabo es lo que se nos ordena hacer. Pero son insuficientes. A mí no me gustan las notas. Una nota numérica no me arroja luz sobre un alumno.
Yo apostaría más por evaluar a qué nivel se encuentra el niño con respecto a las matemáticas, a lengua…
Si le digo que en matemáticas tiene un 7, hay poca información, pero si voy desglosando los objetivos y voy informando a la familia de lo que el niño va adquiriendo y lo que todavía no, eso sí es información rica y ayuda a los padres a que colaboren en casa.
¿Y en la secundaria?
Si el alumno quiere seguir la universidad, se tiene que enfrentar a una prueba de evaluación. Cuando van avanzando en edad hay que irlos preparando para esa prueba.
Pero eso lo adelantamos cada vez más y me preocupa. Parece que estamos preparando a los niños para esa prueba desde que tienen 7 años. Y a ese examen se enfrentan con 17.
A los niños hay que darle margen para ser niños. Los chicos de primaria no deberían vivir esa presión del examen, de cumplir con las expectativas que se tiene sobre una nota en concreto. Es mucho.
¿Cuáles son esas "otras notas" de las que habla?
Las otras notas tienen un puntito de rebeldía y de intentar ser justos con mis alumnos.
Yo quiero que ellos vean que a la misma altura que está el 7 en matemática están esas otras cualidades que ellos tienen: que son capaces de hacer felices a sus compañeros, que tienen empatía, que son capaces de dibujar muy bien y nadie se lo dice.
Todo eso que ellos lo vean reflejado en un boletín, que tengan su sobresaliente hace que de verdad vean que se los valora y hace que ellos mismos se crean que tienen esas cualidades y las exploten más aún.
¿Qué repercusión tuvo del mensaje en Twitter donde publicaba las "otras notas" de sus alumnos?
Hubo mucho agradecimiento y eso me hizo muy feliz. Creo que hacía falta algo así. Los docentes necesitan ver que no están solos en el aula, que a lo mejor no se atrevían a hacer algo así.
Así que fue un golpe encima de la mesa, de decir: ‘Tenemos que hacer este boletín de notas, pero yo voy a hacer este otro’. Y van a ir a la par de importancia.
Es difícil también sacar 7 u 8 cualidades de cada niño que realmente sean sobresalientes, eso es trabajo de conocerlos muy a fondo, día tras día.
También hubo críticas. No todo el mundo entiende que eso deba ser así. Pero creo que causó un efecto y si ayudó a remover conciencia y a que el mensaje llegue, con eso ya estoy encantado.
¿Y en la escuela lo apoyan?
Claro. Para nosotros, el educar en emociones es educar a los niños. Hacer que ellos encuentren que la escuela es una segunda casa, que se sientan a gusto y puedan compartir sus miedos es fundamental.
¿Qué consejo daría a sus colegas?
Que disfruten de su trabajo cada día. Que vayan a clase a divertirse porque con ese espíritu cualquier explicación, lección o actividad, los niños la van a tomar muchísimo mejor. Ellos son expertos en ver la actitud con la que entras en la clase, te analizan y si es una actitud buena, positiva, los niños van a ir contigo hasta el fin del mundo.
La docencia es la mejor profesión del mundo, no imagino una profesión en la que cada día sea una aventura diferente, en la que ocurran mil anécdotas, en la que recibas tantas muestras de cariño, tantas miradas de complicidad.
Es maravilloso y ser testigo directo del crecimiento de tus alumnos, de su evolución, de su madurez, yo creo que es un regalo que tenemos que disfrutar cada día.
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