"Mami, ¿es cierto que tú te estabas muriendo en el hospital?", le preguntó Rebeca a Cecilia.
Rebeca es hija del matrimonio entre Cecilia Flores y Alejandro Rivas. La pequeña tiene cinco años y una curiosidad que se desborda de pregunta en pregunta.
"¿Es cierto, es cierto?", repetía con insistencia. En aquel momento, Cecilia no supo qué contestar: "Si, tú sabes que yo me enfermé", le dijo y sin más, la niña siguió jugando con Luis, su hermano de tres años.
Cecilia es la mujer que el Vaticano reconoce como la receptora del milagro que permite este domingo la canonización de monseñor Óscar Romero, a quien el papa Francisco declaró beato en 2015.
Monseñor Romero, quien fue asesinado en marzo de 1980 mientras ofrecía una misa, fue declarado mártir de la iglesia, por lo que sólo fue necesario confirmar un milagro y no dos, como dicta el procedimiento normal.
Unos días antes de su viaje a Roma, en un salón apartado de la parroquia "Beato Óscar Romero Obispo y Mártir" en San Salvador previo al inicio de la misa de las siete de la noche, la pareja relata a BBC Mundo su historia.
"Comencemos porque ya queda poco para la misa", dice Alejandro y se sienta junto a su esposa. Los tres niños juegan alrededor de sus padres. Rebeca no pierde atención de la conversación.
"Ahí donde la ve, nos está escuchando", señala Cecilia. Ella es la segunda hija de la pareja, que perdió cuatro embarazos antes que naciera Luis, su tercer hijo.
Todos fueron embarazos de alto riesgo. "Son cuatro angelitos que nos cuidan desde el cielo", dice Cecilia elevando levemente la mirada.
Con temor, la pareja se aventuró a un último intento que pasó por todas las complicaciones pero consiguió avanzar.
Fue el 28 de agosto de 2015 cuando, a través de una cesárea de emergencia, Luis Carlos llegó a este mundo.
Los doctores habían diagnosticado a Cecilia con preeclampsia y tras el parto su salud fue de mal en peor.
Un intenso dolor abdominal hizo que volviera al hospital. Los médicos realizaron numerosos análisis que confirmaron un daño progresivo en el hígado y los riñones.
El diagnóstico fue que Cecilia padecía el síndrome de Hellp (las siglas de Hemolysis, Elevated Liver Enzymes and Low Platelet count o Hemólisis, Enzimas Hepáticas Elevadas y Cuenta Baja de Plaquetas) que, entre otros daños, causa insuficiencia renal y hemorragia de hígado.
Para estabilizarla, los doctores del Hospital General del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), en donde se encontraba internada, decidieron practicarle un coma inducido.
El parte médico incluido entre los archivos que la iglesia salvadoreña envió al Vaticano para respaldar la causa del milagro de monseñor Romero relata que "médicamente había poco que hacer por Cecilia en aquel momento".
"A juicio de los especialistas, se trató de un síndrome que necesariamente la habría llevado a la muerte", confirma monseñor Enrique Alvear Urrutia, que junto al cardenal Gregorio Rosa Chávez fue uno de los principales gestores de la causa de canonización de Romero.
La tarde del 29 de agosto de 2015, un día después del parto, Alejandro, esposo de Cecilia, resignado por la grave situación en que se encontraba su esposa, decidió que lo único que quedaba por hacer era rezar.
Tirado en el suelo, con las fuerzas casi agotadas, tomó una Biblia que antes había pertenecido a su abuela y entre sus páginas encontró una estampa de monseñor Romero, que para entonces ya había sido declarado beato.
Impresa en la parte de atrás estaba la oración que la iglesia salvadoreña repartió durante la beatificación para pedir la intercesión del obispo mártir.
"La verdad, no me declaraba un seguidor de Romero", relata Alejandro al tiempo que recuerda que, con la estampa del beato entre su manos, comenzó a recitar aquella oración por la salud de su esposa. "Fue una plegaria sincera", dice.
Sin saberlo en ese momento y casi en el mismo instante, Melvin Rubio, amigo cercano de la familia, rezaba la misma oración por la salud de Cecilia desde la cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador, en donde descansan los restos de monseñor Romero.
Poco tiempo pasó para que Cecilia despertara del coma y su salud comenzara a mejorar con una velocidad que asombró a los doctores.
Entre ellos, Armando Lucha, el médico a cargo del cuadro clínico quien, en declaraciones a la prensa, detalló que no era usual que un paciente presentara un daño en órganos vitales, como lo tuvo Cecilia, y saliera del hospital caminando.
Fue el 10 de septiembre de 2015 cuando despertó del coma y, ya fuera de todo peligro, pudo reencontrarse con su esposo, su bebé y sus dos hijos mayores: Rebeca y Emiliano.
Al enterarse de la noticia, Melvin y su esposa Karla intentaron convencer a la pareja que contaran su historia a las autoridades de la iglesia que ya habían comenzado a solicitar casos que pudieran ser considerados en la causa de canonización del beato Romero, pues ambos estaban convencidos de que se trataba de un milagro por su intercesión.
"En un principio no teníamos pensado hablar porque no pensamos que fuera algo tan importante", relata Cecilia. "Si no lo hacen ustedes, lo hacemos nosotros", recuerda Melvin que le dijo a la pareja.
Es así que la historia llegó también a oídos de monseñor Urrutia, quien insistió a Cecilia y Alejandro en compartir su testimonio, convencido de que esté sería la llave para elevar a Romero a los altares, a pesar que sobre su mesa había otros casos en consideración.
"A juicio de los médicos de la Congregación para las Causas de los Santos, en los otros casos fácilmente podría haberse repetido la enfermedad y eso los descalifica como tales", declara Urrutia.
"Nosotros nunca tuvimos duda del acontecimiento", dice Cecilia y su esposo la complementa: "Nuestra recompensa es que ella está viva", afirma Alejandro.
Con esa idea en mente, en marzo de 2016 acudieron a brindar su primera declaración y el escrito comenzó un largo proceso de verificación en el que fueron necesarias varias entrevistas, testigos y expedientes médicos que, de a poco, fueron abriendo las puertas de la canonización.
El miércoles 7 de marzo de 2018, mientras preparaba el desayuno para su familia, Cecilia recibió un mensaje en su teléfono celular: "El Vaticano hará santo a Monseñor Romero".
Luego de dar gracias en silencio, preparó a su hijo menor y se dirigió a la cripta de la Catedral de San Salvador para dar gracias frente al beato mismo.
"Yo no necesitaba ni que el Vaticano ni que nadie viniera a decirnos a nosotros que esto había sido un milagro", señala Cecilia y una vez más su esposo la complementa. "Tengo una prueba física de que Dios actúa en nuestras vidas", dice, y discretamente toma la mano de su esposa.
La mañana en que se anunció que monseñor Romero sería santo, Cecilia llegó a la cripta de la Catedral de San Salvador y pasó desapercibida para los periodistas que ya la esperaban en el lugar.
Para entonces, nadie conocía su identidad y ella prefería que fuese así. Con Luis en brazos y con la tranquilidad del anonimato, bajó las escaleras y caminó hasta el altar del beato. Se puso de rodillas y elevó una plegaria.
Solamente un par de periodistas que la conocían previamente la abordaron al salir del templo.
Uno de los mayores temores de Cecilia era justamente exponerse demasiado a las cámaras. Para ella, lo más importante es que se reconozca que "quien va a quedar en el lugar que le corresponde es monseñor Romero".
Por un momento, vuelve la mirada a su esposo y retoma sus palabras: "Los milagros están para que el mundo los conozca".
Cecilia y su esposo confían en que tras la canonización de Romero, su historia y los hechos que lo llevan a ser santo queden en el recuerdo de los salvadoreños y del mundo entero.
"Ojalá algún día dejen de usarlo como instrumento político y comiencen a verlo como instrumento de paz", señala Alejandro.
Ambos coinciden en que hace mucho dejaron de preguntarse las razones por las que fueron escogidos para ser receptores de un milagro, pero están convencidos que es su deber transmitir el mensaje de resurrección desde la muerte que, según ellos, monseñor Romero quiso transmitir a través de Cecilia.
"¿Hace cuánto sucedió lo de Lázaro y seguimos hablando de eso?", pregunta al aire con un repentino arrebato. "Esto va a seguir, yo me voy a morir y la gente seguirá hablando del caso de Cecilia", expresa.
Toma a Rebeca de la mano y a Luis entre sus brazos. La misa está por comenzar.
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC News Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.